Ernesto Olivares tiene de lunes a viernes el almuerzo seguro. Su rutina cambió. Ya no se uniforma a diario para ser parte de la línea de ensamblaje en la que trabajó por ocho años. Está paralizada. Lo hace únicamente para sentarse en la mesa del comedor de FCA-Chrysler de Venezuela. Solo tiene un estricto permiso para un plato de comida que alivia la crisis causada por una suspensión laboral que ya cuenta más de dos años.
Él está en la lista. Esa que apenas incluye a 50 personas de la nómina de la firma, tras la negociación que hizo el sindicato con la gerencia para que le permitiera el acceso a esas personas para que al menos pudieran comer. “Muchos llegan a mi oficina llorando, desesperados. Lo que les depositan estando en sus casas no les alcanza para la alimentación completa de su familia”, relató Christian Pereira, secretario general de la organización sindical.
Seis mil bolívares semanales es el sueldo de los más de 800 trabajadores de la planta, quienes hasta 2013 gozaban del equivalente a seis salarios mínimos y un bono de alimentación superior a la canasta básica normativa. Hoy la historia es otra. Pereira recuerda que sus compañeros pudieron comprar vivienda, adquirir vehículo propio, pagar la matrícula en colegios privados a sus hijos y viajar durante las vacaciones. Ahora luchan para poder comer. Esa es su única prioridad.
Pagar para trabajar
En octubre se encendieron parte de las máquinas en la planta. Había pasado 10 meses desde la última vez que se planificaba el ensamblaje de algún modelo. Esta vez la planificación indicaba que solo 110 Grand Cherokee se armarían para ser vendidas en concesionarios en dólares y se llamó a 40% del personal. Era una buena noticia. Pero las sus cuentas indican que deben pagar para poder trabajar.
Pereira explicó que cada uno gasta más en el desayuno y pasaje que en lo que les corresponde por el día laborado. “No tiene sentido”. Es por eso que desde el jueves decidieron paralizar lo poco que estaban haciendo hasta que la gerencia ajuste los salarios a la inflación como lo establece la convención colectiva.
FCA tiene una capacidad de ensamblaje de 120 unidades diarias, lo que significa que ese plan podía haberse culminado en una jornada. Sin embargo, ninguna de esas unidades ha salido al mercado. “Solo pasaron del área de pintura a la de carrocería”. Ahí se mantienen, por falta de diversas piezas que deben ser adquiridas en el exterior.
Sin Cajita Feliz
Las finanzas de la firma están en negativo. “No hay ni para ofrecer cajitas felices a los trabajadores”. Se trata de los paquetes de salida que la mayoría de las empresas preparan en momentos de crisis para reducir la nómina.
Aún así en los últimos dos años han renunciado más de 80 personas en esa transnacional. El número alcanza los mil 500 entre todas las ensambladoras del país. Ernesto Olivares no quiere uno de ellos. Solo espera el día de uniformarse para ir a la empresa no solo a comer, sino a producir para lograr que en casa también todos puedan sentarse en la mesa.
Fuente: El Carabobeño
Fecha: 29 de enero de 2017