Nada de estrenos o regalos para todos los miembros de la familia. Quienes venden mercancía en las ferias navideñas de Caracas presencian lo inevitable: los ciudadanos se enfocan en comprar lo justo y necesario, al mejor precio posible.
Si la Canasta Alimentaria Familiar de noviembre se cotiza en 460.381,55 bolívares, los cortes de carne en 6.900 bolívares el kilo, y la inflación pronosticada por el Fondo Monetario Internacional es de 500%, no es de extrañar ver los stands de las ferias y bazares navideños vacíos. El patrón se repite en distintos sectores de la ciudad. Desde Bellas Artes hasta Los Dos Caminos, deambular sin comprar es el común denominador de la temporada navideña. “Son pocas las personas que ves con bolsas. Acá vienen es a preguntar, preguntar, preguntar y no compran casi nada”, explica Lorena Montilla, quien da la cara en un puesto que oferta zapatos marca Nike. Durante las tres semanas que lleva dando precios en la Feriavideña 2016, ubicada en el teatro Urban Couplé del Centro Comercial Ciudad Tamanaco (CCCT), vende entre diez y doce pares al día, como mucho.
Los dos metros cuadrados del puesto le quedan grandes, sin personas que lo ocupen salvo los encargados del stand. “No sé si me arriesgaría a hacer esto el año que viene. Aún no hemos sacado la inversión de este espacio, que fue de 700.000 bolívares”, explica Montilla. Para salvar sus finanzas, la vendedora confía en calzado cuyo precio oscila entre 65.000 y 150.000 bolívares. Centra sus esperanzas en esta última semana que es cuando ha visto más movimiento de compradores.
Ver un stand lleno es sinónimo de ofertas o accesibilidad de precios, como sandalias a 9.000 bolívares o blusas de precarias telas a 10.000. El puesto de Marisol Goncalves, de 52 años, era uno de los más concurridos, pues vende nacimientos hechos de masa flexible y pinturas al frío desde 1.000 bolívares, además de artesanías cristianas en madera y bolígrafos decorados. “La verdad es que no me quejo. Acá vendemos todos los días. Sí, la gente tiene temor de lo que vaya a pasar en el país y se pregunta ‘¿será que regalo?’, pero al final termina comprando un detalle, que es lo que tenemos acá”.
Goncalves es baquiana cuando de ferias navideñas se trata. Este es el segundo año consecutivo que asiste a Feriavideña en el CCCT. Antes, estuvo once años en la Feria del Ateneo de Caracas. Su diagnóstico: la cantidad de personas es indiscutiblemente menor con los años, aunado a la caída estrepitosa del poder adquisitivo.
Quienes acumulan temporadas navideñas vendiendo productos en ferias y bazares aseguran que 2016 ha sido flojo si se compara con años anteriores. Ni los cuatro aumentos de sueldo que tuvieron los venezolanos este año parecen ser suficientes para regalar a plenitud.
Ni porque la Feria Navideña del Ateneo acumule más de cuarenta años de historia cambia el panorama. El Centro de Usos Múltiples Francisco de Miranda –donde está ubicada en Los Dos Caminos– se puede recorrer con tranquilidad, sin compradores compulsivos propios de las décadas anteriores. A pesar de tener uno de los puestos de la entrada del lugar, Meldis Castillo no ha vendido nada. “¡Nada!”, enfatiza. Ni las franelas más baratas a 9.000 ni las blusas más costosas a 32.000. Las propuestas de estrenos para el 31 de diciembre que trajo no le han generado ni un bolívar de ganancia. “Es terrible. No sé qué hacer. Ya redecoramos, pusimos los precios por debajo del costo, relocalizamos las piezas y nada. La gente pasa y ni se para a preguntar”, dice, con ojos desorbitados por la preocupación.
Mirar y preguntar es también el modus operandi que se observa en aquel espacio del este de Caracas. “La gente pregunta mucho, se lo piensa. Dan una vuelta, preguntan el precio, y si les gusta, vuelven. Acá tenemos ofertas que hacen el producto más atractivo y punto de venta”, explica Daniela Nadal, vendedora de un puesto de estampados personalizados en franelas.
CON INFORMACIÓN DE: EL ESTÍMULO
FECHA: 22 DE DICIEMBRE DE 2016