Faltan 3 semanas de flexibilización aún y cada vez es más el gentío que se expone en las compras diarias en el centro de la ciudad. Unos van por comida y otros se ocupan de los estrenos, aunque sea averiguando precios para el estimado del presupuesto. Todo como un posible foco de contagios de COVID-19, ante la falta de protección individual y sin la campaña de sensibilización para el cambio de conducta preventiva.
El centro de Barquisimeto es el propio hervidero de infecciones. La avenida 20 más concurrida por la presencia de tiendas de ropa y zapaterías, seguida de la carrera 21 con los compradores de víveres y demás alimentos quienes violan irrespetan el uso del tapabocas, lavado de manos y distanciamiento.
«Estamos en el momento más grave y los casos se multiplican», advierte Luzmila Leal, de Médicos Unidos en Lara. Critica que a falta de una campaña formativa y seguimiento del Estado, la flexibilización puede arrojar más casos. «No hay curva, sino un pico que va en ascenso», lamentó ante la imprudencia de proclamar una normalidad con un 95% de recuperados, sin importar tener los hospitales colmados de pacientes con el virus y además de la inconsciencia ciudadana de no protegerse y exponer al círculo más cercano.
Explica que existe un descontrol con ese alto porcentaje de un 80% de infectados y de quienes optan por automedicarse. No se ha profundizado en la gravedad de esta pandemia que lleva más de 68 millones de contagiados en el mundo.
Pero estas alarmas pasan como desapercibidas, incluso para los funcionarios policiales, que ya dejaron de insistir sobre la obligatoriedad de las medidas de protección. Si hay el patrullaje, pero silente ante grupos que no usan correctamente el tapabocas y mucho menos, respetan el distanciamiento de más de 1.5 metros. Además de la mentalidad en «libertinaje» para cumplir con las medidas básicas de bioseguridad.
El recorrido es de terror con barquilleros que gritan: «Lleeevatela 3 por 1 dólar». Otro ofrece las plantillas de zapatos, pegado ?hombro con hombro- con otros vendedores, mientras que la música a máximo volumen, obliga al que vende pantalones a pegársele en la oreja a una señora, interesada por la mercancía.
Lo inaudito fue ver a una señora, usando tapaboca, pero guardándose el seno. Iba caminando y acababa de amamantar a su bebé, que se lo lleva al hombro para sacarle los gases, sin protegerlo de nada. Lo mismo aplica para una familia, que empezaba a comer un combo de perros calientes, sin lavarse las manos.
Con información de La Prensa de Lara