A punta de granos, arroz, pasta y por momentos a oscuras. Unos sin suministro de agua y otros sin tapabocas. Así pasan la cuarentena social colectiva los adultos mayores en los geriátricos públicos de Caracas. En estas instituciones de alojo que no cuentan ni con lo básico se cumple a medias con los protocolos de seguridad para evitar la propagación del COVID-19.
El virus que se originó en la ciudad de Wuhan, China, y que ataca y pone en riesgo la ya depauperada salud de los adultos mayores aquejados por la indolencia estatal, la precariedad y el abandono.
En Mamera Baudilio Vega, director de la casa hogar Madre Teresa de Calcuta, se las ingenia para seguir las indicaciones con lo mínimo. Solo 10 tapabocas para proteger a los más enfermos y una escasa reserva de agua de tanque para lavar, cocinar e higienizar a los 80 abuelos que allí viven, muchos postrados o en silla de ruedas.
Desde el fin de semana a los internos se les prohibieron las visitas y las donaciones se reciben afuera, en el portón. Nadie más que el personal entra o sale de las instalaciones. Dentro, los adultos mayores se entretienen con la televisión, jugando dominó o bingo sin acercarse unos a otros.
“Procuramos que se laven las manos al comenzar o terminar cualquier actividad, pero para los que aún tienen movilidad es difícil el aislamiento. Algunos están molestos porque no pueden salir a pasear por los alrededores”, indicó.
Vega cuenta que la falta de agua, imprescindible para el lavado de manos y la higiene de los espacios, les hace cuesta arriba cumplir con las medidas sanitarias. En el sector, el suministro se interrumpe por varias semanas y les toca abastecerse con cisternas o ir a un llenadero.
Las personas de tercera edad que padecen diabetes, hipertensión y otras condiciones son propensos a desarrollar enfermedades graves, así lo advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, en Venezuela, a estos factores se suma la mala alimentación y la falta de acceso a los servicios de salud y medicinas.
Los requerimientos de esta población tan vulnerable son muchos y los recursos insuficientes. Pañales, tapabocas, antihipertensivos, insulina, desinfectantes y alimentos no perecederos son los más solicitados: “Apelamos a la solidaridad y agradecemos cualquier colaboración que puedan brindarnos, de donde venga, porque estas personas realmente lo necesitan”.
El asilo La Providencia de San Antonio, ubicado en San Martín, es uno de los más antiguos e importantes del país. Pese a su valor histórico, es una de las instituciones más olvidadas por los entes gubernamentales. En ella conviven 40 ancianos que ahora en aislamiento no disponen de gel desinfectante ni de una alimentación balanceada para hacer frente a la pandemia.
Una trabajadora del recinto que pidió no ser identificada contó que todos los abuelos llevan mascarillas, pero no tienen antibacterial para desinfectarse las manos, como exhorta la OMS. Se higienizan con jabón corriente y se alimentan con sopa, arroz, pasta, tubérculos y granos, que es lo poco que llega a través de las donaciones. “Nuestros abuelos se comen una pieza de pollo a la semana o cada 15 días si tienen suerte”, aseguró la fuente.
Luis Francisco Cabezas, director de Convite, una asociación civil que vela por los derechos de los adultos mayores, aseguró que en geriátricos públicos la situación para hacerle frente a la pandemia y prevenir nuevos casos es limitada. “En muchos de ellos no hay ni jabón y en otros están elaborando tapabocas artesanales con lo poco que tienen”, detalló.
Cabezas detalló que los abuelos más propensos a contraer el COVID-19 son aquellos que padecen infecciones respiratorias agudas, diabetes e hipertensión. El activista detalló que, aunque la escasez de los fármacos para tratar estas morbilidades se ha atenuado, se consiguen a precios muy elevados.
“Inhaladores, broncodilatadores y antihipertensivos tienen un costo de entre cinco y 12 dólares, mientras que la pensión equivale a tres dólares”, destacó.
El director de la ONG advirtió que el pronóstico para las adultos mayores desfavorecidos en el contexto de esta pandemia es desalentadora debido a la crisis humanitaria. Reportes de la OMS señalan una tasa de letalidad de 14,8 % en personas mayores de 80 años.
Un monitoreo de Convite arroja que de 150 ancianatos que existen en el país, 80 se concentran en la región capital. De ellos 70 % son privados y 40 %, públicos.
Eso sin contar los que cerraron por falta de recursos, aproximadamente 30 %, de 2015 a 2019. Para los abuelos que están enfermos o que han sido abandonados hay pocas opciones de supervivencia, incluso dentro de estas instituciones, cada vez más deterioradas. “Nuestros ancianos son más vulnerables que el resto, malnutridos y sin defensas. Nos enfrentamos a una emergencia dentro de otra emergencia”, enfatizó.
Con información de Crónica Uno.