Hambre: Necesidad o ganas de comer. Escasez generalizada de alimentos básicos que padece una población de forma intensa y prolongada. Hambre: lo que sobrellevan los venezolanos.
Una ola de protestas ha estremecido a la Venezuela de Nicolás Maduro, una que en sus cortos tres años de mandato se ha caracterizado por adornar las calles con largas colas de personas que buscan abastecerse de comida a precios regulados, en medio de una profunda crisis reforzada por la caída de los precios del petróleo, principal economía de la nación suramericana.
La prensa es abrumadora: niños que que desmayan por hambre en los colegios, fotografías de neveras vacías, saqueos, protestas… Por si fuera poco, en las colas roban desde los puestos hasta los celulares. Aun así, noble, el venezolano sigue de pie esperando cambios.
Según la agencia EFE, la organización no gubernamental Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (Ovcs) registró en el primer semestre de 2016 al menos 3.507 protestas, lo que equivale a un promedio de 19 protestas diarias en todo el país, un incremento de 24% con respecto al mismo lapso del año pasado.
El Ovcs señala que 27% de las demandas de quienes protestan tienen que ver con el “rechazo a la escasez y desabastecimiento de alimentos, lo que equivale a 954 protestas, un promedio de cinco manifestaciones diarias.
El presidente de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León, no descarta que Venezuela llegue a experimentar la hambruna si no se toman con urgencia las medidas necesarias para combatir eficientemente la crisis, pero aclara que aún el país no ha llegado a ese extremo.
Insiste en que hay una brecha lógica entre hambruna y crisis alimenticia. La primera es un fenómeno masivo que afecta en amplio espectro a los habitantes de un país que mueren o se desnutren por falta de alimentos, algo que -asegura- no ha ocurrido en Venezuela.
Según el economista, el mes de mayo reflejó un pico de escasez en la Gran Caracas al alcanzar el 60,7%. Para entonces, se registró más del 90% de desabastecimiento en productos como el aceite de maíz y vegetal, café, carne de res, harina de maíz precocido, carne de res y leche.
“Estos números son serios. Esto nos deja 13 productos en escasez grave”, alertó.
Alimentarse es un derecho humano
Señala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que la idea general de una alimentación adecuada puede descomponerse en varios elementos, entre ellos el acceso oportuno a los productos. En este sentido, el Estado tiene la obligación de asegurar, por lo menos, que las personas no mueran de hambre.
Nicolás Maduro anunció hace un mes la creación de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción hace unos días dio al traste con los Clap. El pasado lunes informó que los ministros estarán subordinados a la nueva Gran Misión Abastecimiento Soberano, dirigida solo por él y el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López.
Mientras el Gobierno delega funciones a los militares, parece olvidarse de que el acceso a los alimentos es un derecho humano fundamental, intrínsecamente asociado al derecho a la vida.
De acuerdo con la FAO, la Declaración universal de derechos humanos de 1948 proclamó que “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación”. Casi 20 años después, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1996) elaboró estos conceptos más plenamente, haciendo hincapié en “el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para sí y su familia, incluso la alimentación”, y especificando “el derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre”.
Los estados deberían hacer todo lo posible por promover un disfrute pleno del derecho de todos a tener alimentos adecuados en su territorio, en otras palabras, las personas deberían tener acceso físico y económico en todo momento a los alimentos en cantidad y calidad adecuadas para llevar una vida saludable y activa.
Además, su suministro no debe interferir con el disfrute de otros derechos humanos. Por ejemplo, no debe costar tanto adquirir suficientes alimentos para tener una alimentación adecuada, que se pongan en peligro otros derechos socioeconómicos, o satisfacerse en detrimento de los derechos civiles o políticos.
Según la canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, los derechos humanos son “el centro de acción” del Estado venezolano, pero ¿dónde están las garantías de un anciano cuya pensión apenas supera los 15.000 bolívares y encuentra en el mercado una panela del tradicional papelón en Bs. 3.759? ¿Dónde están sus derechos cuando permanece más de seis horas de pie queriendo hacerse de un producto escaso a precio regulado? Habría que considerar, con un estudio a fondo, el centro de acción del que habla la canciller.
FUENTE: SUMARIUM