Niños de Petare se acuestan sin comer porque sus madres no logran comprar comida a precios regulados y no cuentan con dinero suficiente para adquirir los productos entre los revendores.

Cecilia Villaroel, es una ama de casa venezolana, de 62 años de edad que junto a su familia vive en una vivienda ubicada en el sector La Línea de Petare, municipio Sucre del estado Miranda. Señala que cada día se hace más difícil adquirir los alimentos básicos y que lamentablemente muchos niños se tienen que acostar sin comer.

“Dolor, vergüenza y mucha, mucha rabia son los sentimientos que me invaden cuando tengo que decirle a mis hijos, a mis nietos que se tienen que acostar a dormir sin comer. Nunca en toda mi vida, había tenido que vivir una situación tan difícil, tanto en mi casa como en el hogar de mis demás vecinos, habíamos pasado tanta necesidad, tanta hambre por la falta de comida”, dijo Villaroel.

Señala que cerca de su comunidad existe un Mercal, en donde le habían prometido comprar productos regulados: “Los días que nos corresponde comprar, tenemos que pasar allí la noche, pasando frío, hambre, aguantando las ganas de ir al baño y rogando a Dios que los delincuentes no nos vayan a atracar, pero cuando llega el camión con los productos los primeros que pueden comprar son los funcionarios de la Policía Nacional, los efectivos de la Guardia Nacional, los familiares y amigos de los empleados del Mercal, la mayoría de las veces nos venimos con las bolsas vacías”.

Explica que en algunas ocasiones, después que les dicen que no hay comida para vender, en las noches observan como salen camionetas con los bultos de harina de maíz, leche, arroz, pasta, pollo y carne “mientras que nuestros niños se tienen que tomar el tetero sin leche o en el peor de los casos se acuestan sin comer y el Gobierno nada que nos ofrece respuesta”.

En el kilómetro 18 de la carretera Petare-Santa Lucia, se ubica una comunidad llamada Santa Isabel, allí se observan casas consolidadas construidas de bloque y cemento, pero también abundan los ranchos construidos de tablas, zinc y otros materiales. En una de esas precarias viviendas habita Alexandra Acosta, madre venezolana que a sus 28 años de edad, tiene la responsabilidad de criar sola a seis hijos y responder por el bienestar de sus padres.

“En mi familia todos hemos adelgazado, todos estamos flacos, la razón: la falta de comida. En mi nevera ni siquiera agua hay, pues en la comunidad no tenemos ese servicio desde hace varios años. Cada vez es más difícil encontrar que echarle a la olla para cocinar, hemos tenido días en que solo hemos comido mangos. Otros días sencillamente no probamos bocado, mi dolor más grande cuando los niños se acuestan sin comer”, señaló Acosta.

Recuerda que la última vez que se dieron un banquete, fue el 25 de diciembre pasado, cuando en la familia se comió un pollo, acompañado de arroz, ensalada, pan, tomaron refresco y hasta alcanzó el presupuesto para comprar un dulce y celebrar la Navidad.

“Este año ha sido el más rudo de toda mi vida, si se logra conseguir comida la prioridad de comer la tienen los niños pequeños, en la comunidad muchas veces agarramos los mangos y los freímos como si fueran tajadas para variar el menú. La bolsa de alimentos nunca ha llegado a la comunidad y no tenemos ningún centro de acopio en donde podamos comprar alimentos regulados, tampoco dinero suficiente para comprar a los revendedores, algunas veces salimos en grupo de madrugada para realizar colas y la mayoría de las veces regresamos con las bolsas vacías y lo peor es que no vemos que las autoridades tengan una solución para acabar con este problema”, señaló Acosta.

– Los abuelos también sufren –

Martha Colmenares, tiene 67 años de edad, es jubilada y habitante de la zona de El Marqués, en el municipio Sucre. Señala que en su sector la mayoría de los vecinos son personas de la tercera edad y que también tienen graves problemas para adquirir alimentos.

“En nuestro alrededor tenemos varios supermercados, pero es imposible que los abuelos, especialmente los enfermos, podamos comprar. En las colas mandan los bachaqueros, los colectivos que comercializan los puestos en las filas. En esos comercios los funcionarios policiales y de la Guardia Nacional también hacen de las suyas, se llevan la comida por bulto y la gente se queda sin comprar comida, a los adultos mayores nos ha tocado meternos a vegetarianos, solo compramos verduras y algunas frutas”, dijo Colmenares.

Señala que en su comunidad tampoco ha llegado la bolsa de alimentos, pues son considerados integrantes de la clase media y ellos no están considerados en el programa de los Comités Locales de Alimentos y Producción (Clap).

“Los abuelos, los adultos mayores también estamos pasando hambre, no podemos entender cómo nosotros no podemos comprar alimentos, pero los revendedores en la zona de Petare, tienen todos los productos regulados a precios especulativos. Exigimos respuesta del Gobierno”, señaló Colmenares.

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