El hospital de Los Magallanes de Catia, José Gegorio Hernández, está cundido de basura. Hasta los desechos de los drenajes que botan los pacientes están tirados en los pasillos, muy cerca de donde hacen espera los familiares.
Desde el piso 1 hasta el 7 el panorama no es otro sino pura contaminación. Inyectadoras descartables, guantes, gasas sucias, papeles de los baños, material postoperatorio. Todo eso está arrumado en los recodos de los ventanales de los pasillos que, de no ser por las puertas de vidrio, ya se hubiesen salido hasta las salas de espera.
El hedor sí traspasa las hendijas de las puertas. Los familiares soportan, pues es el único espacio donde pueden esperar para saber de sus pacientes.
Ya la dirección del hospital informó, este martes 3 de marzo, que vendió un material chatarra para comprar las bolsas.
Sin embargo, los trabajadores dicen que las bolsas con insumos que no deben faltar en un centro asistencial y más donde a cada hora se generan desechos patológicos, como es el caso de los drenajes.
Desde hace cinco días no hay ascensores en el hospital, lo que afecta las intervenciones quirúrgicas. Hay pacientes en cama que no han podido ser trasladados y están empeorando sus condiciones.
“Ya tenemos un mes aquí, llegó con un tumor en un ovario, aquí se contaminó y complicó. Tiene el abdomen abierto porque no conseguimos la sutura que nos pedían y es necesario que la lleven de nuevo al pabellón. No aguanta una semana más así, tiene olor fétido. Pero el director no autoriza a que la bajemos al piso 1 para la intervención”, dijo Eylen La Cruz.
Ella está en el piso 6. Igual tiene que cargar agua, mantener aseado el baño y la habitación y comprar uno que otro medicamento que no hay en el hospital, como es el caso del Meropenem, ampollas que le costaron tres dólares cada una. Pudo comprar 15 y necesita más.
El viernes pasado un trabajador cayó al vacío cuando intentó abrir la puerta de un ascensor. Este martes el Ministerio de Salud envió tres técnicos a revisar lo que ya tiene un diagnóstico: los elevadores vencieron su vida útil.
Además de la basura, que es la gota que derramó el vaso, en casi todos los pisos hay fallas de luz. Hay zonas completamente oscuras como el área de residencia médica.
Las salas de hospitalización de las parturientas también están sin electricidad. Algunas habitaciones tienen los techos colgando, están minadas de zancudos y cucarachas. De hecho, las madres no pueden tener los bebés mucho tiempo con ellas por la cantidad de insectos.
En esa área, piso 5, tampoco hay agua y ellas tienen que bajar planta a llenar las botellas. O piden baños prestados en otros departamentos, pero estos igual están inmundos: llenos de orine hasta el desborde y no tienen lámparas.
Esto es lo que está a la vista. Puertas adentro de los servicios las deficiencias rayan en la barbarie. Por ejemplo, un trabajador -que pidió resguardar su nombre- denunció que en el laboratorio lavan los tubos de ensayo porque no hay. Rayos X no funcionan y de la emergencia, hace poco, se robaron la máquina para electrocardiogramas.
Hay alas de piso completas cerradas, como ginecoobstetricia, desde la época de la ex ministra de Salud Eugenia Sader, imputada en junio de 2014 por el Ministerio Público de “peculado doloso, asociación para delinquir y sobregiro presupuestario”.
Con información de Crónica Uno