La queja de que «no hay nada» se ha ido remplazando poco a poco en Venezuela por una igual y a veces más desoladora frase: «Hay, pero muy caro».

A medida que se acerca la Navidad (que el presidente, Nicolás Maduro, declaró iniciada en octubre), los anaqueles en el país se han ido abasteciendo de los alimentos básicos por los que millones hacen fila por horas.

«El problema –dice Carmen Castillo, una caraqueña de 40 años que pasa todos su miércoles buscando productos al precio más barato posible– es que no los puedo comprar».

Y sonríe con ironía.

Mientras hace una fila junto a otro centenar de personas en el este de Caracas, Castillo, madre soltera de dos adolescentes, recita de memoria los precios de los productos regulados por el Estado.

«La harina pan está a 700, la mantequilla a 2.700, el arroz a 1.200», informa a BBC Mundo sobre alimentos que hace un mes costaban 20, 500 y 200 bolívares.

El salario mínimo mensual en Venezuela es aproximadamente 80.000 bolívares entre pagos directos y bonos de alimentación, una cifra que a la tasa oficial del Simadi (precio del dólar en Venezuela) son US$114.

Con eso, por ejemplo, comprar solo tres de los productos mencionados a sus nuevos precios cuesta dos días de salario.

«No me alcanza», continúa Castillo, que viene al este de Caracas desde el barrio popular de Petare porque «acá sí se consigue».

«Sí, hay más productos en el mercado, pero en mi mochila hay cada vez menos», remata.

«Inflación inducida y especulación»

En la página de la Superintendencia de Precios Justos, la entidad el gobierno que regula el mercado, los precios de los productos aún son los que se publicaron en marzo de este año.

Ahí, por ejemplo, 1 kilo de pollo pauta a 850 bolívares, 1 kilo de harina de maíz precocido a 190 bolívares y 1 kilo de arroz a 120 bolívares.

Pero en supermercados donde se encuentran, que son vigilados y controlados por la Guardia Nacional, el pollo está a 2.100, la harina 1.900 y el arroz 1.600 bolívares.

En la página de la Superintendencia, sin embargo, estos aumento no se registran.

«Liberaron los precios y no le dijeron a nadie», asegura Carmen Castillo.

En mayo, Maduro dijo que había dado ordenes para ajustar los precios regulados «que la inflación inducida le ha impuesto al pueblo» y anunció aumentos de salarios para contener el impacto.

Y pese a que funcionarios del gobierno han reconocido que el alivio de la escasez se debe al aumento de importaciones, los precios exorbitantes siguen atribuyéndose a «especulación» de los empresarios.

Y la supuesta «liberación de precios» ha sido negada una y otra vez por el gobierno.

El círculo de la escasez

Quizá nunca antes la escasez de alimentos había sido tan grave como a mitad de este año, cuando proliferaron los saqueos, las encuestas reportaron caída inéditas en el consumo y aumentaron las denuncias de muertes por desnutrición.

En parte eso fue lo que impulsó las masivas manifestaciones convocadas por la oposición para exigir un referendo revocatorio contra Maduro, algo garantizado por la Constitución.

Por ahora, las manifestaciones han sido suspendidas por la iniciativa de diálogo entre gobierno y oposición.

Y la crisis alimentaria que hace tres meses era alarmante, coinciden analistas,ahora es grave.

Los saqueos, que en junio tuvieron un pico de 97, cayeron a 21 en septiembre, según el independiente Observatorio Venezolano de Conflictividad Social. En enero se habían registrado 10.

«La escasez se ha vuelto un concepto más complejo», le dice a BBC Mundo Luis Vicente León, director de la encuestadora Datanálisis, que hace estudios de la escasez basados en encuestas en todo el país.

«El problema se ha vuelto más de precios que de abastecimiento, pero la permeabilidad que aprovechó el mercado para abastecerse está ahora colapsando, por el incremento de liquidez, el aumento de la demanda y la devaluación del dólar en el mercado negro», asegura.

El desabastecimiento, estima, cayó 10 puntos o más en los últimos meses, quizá el mayor descenso en los cuatro años que el país lleva padeciendo de escasez.

Es decir: mientras antes en 80% de los comercio no había pleno abastecimiento de lo básico, ahora es en el 70%.

El analista coincide con economistas en que varios factores puntuales han reducido la escasez, pero temen que al no haberse hecho «el ajuste de fondo que necesita la economía» –reducir el gasto, bajar el déficit fiscal, impulsar la producción local–, esos 10 puntos puedan volver a subir en enero y febrero.

Que es, de hecho, lo que tiende a ocurrir cada año en una suerte de círculo vicioso de la escasez.

El efecto «discriminatorio» de los CLAP

A pesar de que han sido fuertemente criticados por «discriminatorios», los Comités de Abastecimiento Local (CLAP) lanzados por el gobierno parecen haber tenido un impacto relativo en un sector de la población.

«Gracias a Dios tenemos esta ayuda porque o si no nos estaríamos muriendo de hambre», le dice a BBC Mundo Jeny Carreño, una caraqueña que carga dos generosas bolsas de productos que adquirió en el CLAP de Guarataro, un barrio popular en el oeste de la capital.

«Lo único», acota, «es que debería ser más seguido, porque lo que nos dan cada 45 días nos alcanza solo para dos semanas».

La organización de derechos humanos Provea, con sede en Caracas, calificó a las CLAP –que según el gobierno reparten en 24.000 centros 30.000 toneladas de comida por semana– como un «apartheid alimentario».

«Los cuatro componentes que organizan los CLAP» –se lee en un informe de la ONG sobre los mismos– «son organizaciones oficialistas que, según confirman las víctimas, no dan cabida a la participación de personas no identificadas con el chavismo».

Carreño, en efecto, es chavista.

Pero además de los CLAP, debido a una silenciosa flexibilización de los controles estatales, las importaciones privadas e informales a tasas del mercado negro han aumentado significativamente tanto por las fronteras como por los puertos.

La mitad de las importaciones privadas, según la consultora caraqueña Ecoanalítica, fueron financiadas con dólares obtenidos en el mercado negro, lo que es en teoría ilegal pero garantiza el libre flujo de mercancías.

Galpones con productos internacionales

Como parte de esta rara y parcial liberalización del sector alimentario, los habitantes de algunos barrios populares de Caracas se han ido enterando por fuentes informales de unos «galpones donde venden productos importados».

En Catia, en el oeste de Caracas, al frente de un supermercado abarrotado porque están vendiendo arroz a precio regulado, hay uno de esos galpones.

También controlado y administrado por la Guardia Nacional, el galpón tiene la harina de maíz, el azúcar y el aceite que los venezolanos ansían, pero a precios «exorbitantes» y con etiqueta estampada en Colombia, Brasil o Argentina.

«A mí de qué me sirve que haya productos si no los puedo comprar», dice César Hidalgo, un caraqueño de 63 años que hace la fila por el arroz y no tiene acceso ni a los CLAP ni a los galpones.

A metros suyo el grupo de mujeres que lidera la fila «desde las 3 am» empiezan a empujar e insultar a los Guardias que la custodian.

«Y tú cómo quieres que la gente no se arreche (enfurezca). Ahora que hay productos igual el gobierno nos tiene acá por cuatro horas haciendo la cola», se queja Hidalgo, quien tiene en su mano un turno para comprar, gracias a que es jueves, día en que su terminal de cédula le permite comprar.

Que haya productos en Venezuela no significa que sea más fácil comprar.

«Acá seguimos en el mismo peo (problema)», concluye Hidalgo.

FUENTE: EL NACIONAL

21-11-2016

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