La inflación que registra Venezuela no solo aleja del alcance de los venezolanos los alimentos sino también las medicinas, principalmente aquellas que son para patologías crónicas como neurológicas, hipertensión arterial, diabetes, cardiovascular y Parkinson.
La última vez que Juan Hernández encontró memantina y donepezilo para su hermana y cuñado que padecen la enfermedad de Alzheimer, decidió comprar varias cajas para asegurar el tratamiento por varios meses, tomando en cuenta que se trata de productos importados que no siempre se consiguen en el país.
Eran los primeros días de marzo, antes de que el gobierno confirmara los primeros casos de coronavirus y ordenara a todo el país a confinarse en sus hogares. Cada caja de memantina de 30 píldoras costaba entonces 810.000 bolívares, el equivalente a unos 11 dólares al cambio vigente en el mercado paralelo para ese momento (Bs. 75.100/dólar); mientras que por cada empaque de 28 pastillas de donepezilo pagó Bs. 466.000 (unos 6,5 dólares).
Pero llegó la pandemia y la cuarentena trajo consigo la escasez de algunas medicinas, en particular de aquellas especializadas como los productos para la memoria. Cuando a finales de junio volvió a conseguir memantina, el precio se había disparado a seis millones de bolívares ($30 para el momento), un alza de más de 740%, y esto porque compró las últimas cajas a ese precio pues el nuevo costo era de 18 millones el empaque (cerca de $82).
En el donepezilo el incremento fue mayor: 1.828% en tres meses, al dispararse a Bs. 8.520.000 la caja de 28 unidades (unos 38 dólares). “Los medicamentos para el Alzheimer siempre fueron costosos, pero el aumento en dólares ha sido exagerado”, señala Hernández, a quien no le queda duda de que la demencia senil se ha disparado en el país ante la imposibilidad de muchos pensionados de poder pagar esos precios.
También a finales de marzo, Antonio Molina adquirió tres cajas de tamsulosina por 10 dólares ($3,3 cada una). Pensó comprar más, pero cuando regresó a la farmacia ya no había. Dos meses después, cuando el esquivo producto volvió a los anaqueles, no podía creer el monto: entre 15 y 25 dólares, según el laboratorio fabricante fuera europeo o estadounidense; un alza de 757% en dólares, algo impensable en ningún país donde esa sea la moneda de uso común.
Un virus llamado hiperinflación
Según la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional (AN), la inflación del rubro de salud, que incluye precios de medicamentos y costos de servicios médicos, fue de 436% en el primer semestre de 2020.
La alta hiperinflación que registra Venezuela no solo aleja del alcance de los venezolanos los alimentos, también las medicinas, principalmente aquellas que son para patologías crónicas como neurológicas, hipertensión arterial, diabetes, cardiovascular y Parkinson.
Fuentes del sector farmacéutico nacional explican que las medicinas elaboradas en el país se han encarecido en buena parte por el aumento del precio del dólar, pues 98% de los insumos que se requieren para la fabricación de los productos son importados. Entre enero y junio de 2020, el precio de la divisa subió de un promedio de 58.518 a 257.386 bolívares, un incremento de 339,84%. La industria no cuenta con un mecanismo que le proporcione divisas oficiales para la adquisición en el extranjero de las materias primas necesarias, por lo que ha tenido que hacerlo por su cuenta y a dólar no oficial.
Por ejemplo, una presentación del antihipertensivo losartán potásico con 30 pastillas de 100 mg costaba en enero 450.000 bolívares y en julio ya costaba 1.956.000 bolívares, lo que significa un incremento de 335%. Con lo que cuesta una caja en julio una persona hipertensa se compraba cuatro empaques en enero.
En julio los 400.000 bolívares de salario mínimo o pensión no alcanzan para comprar un acetaminofén con 10 unidades de 650 mg, uno de los productos que más han vendido las farmacias por el coronavirus. Subió de 144.000 a 409.000 bolívares entre marzo y julio, un aumento de 184% en cuatro meses de cuarentena.
«Hoy el paciente venezolano no tiene acceso a medicamentos, tiene que tomar la decisión entre comer y medicarse», afirma Freddy Ceballos, presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana (Fefarven). «En 2017 vendíamos entre 200 y 300 unidades diarias, ahorita estamos por debajo de 100 unidades diarias. Da mucho dolor cuando alguien llega a la farmacia y ves que luego de darle el precio se va porque no lo puede pagar, y a lo mejor es algo que no es ni tan caro pero simplemente no lo puede pagar».
El precio promedio de un medicamento en Venezuela está todavía muy por debajo de la media de la región, que es de entre nueve y 12 dólares, de acuerdo con Tito López, presidente de la Cámara de la Industria Farmacéutica (Cifar). «Nosotros tenemos todavía productos entre dos y tres dólares para terapias crónicas. Si bien es cierto que hay algunos medicamentos que superan los nueve dólares, son muy puntuales y son casos específicos, pero aun sigue siendo mucho más económico».
«El problema no está en los precios, el problema está en el bolsillo del venezolano que está deteriorado. 25 trimestres de caída del PIB, casi tres años de hiperinflación, y un salario mínimo integral promedio de cuatro dólares, compras una harina, un medicamento, y ya te quedaste sin dinero. La gente ha tenido que ver cómo rebuscarse los fines de semana, como mesonero, DJ o vendiendo comida por las redes sociales comida, porque evidentemente no alcanza el sueldo», dice López.
Abastecimiento
El presidente de la Cifar señala que nueve de los 10 primeros productos de mayor venta en el mercado farmacéutico venezolano son analgésicos antiinflamatorios. «En un mercado normal, con una industria sana, los primeros productos de venta del mercado farmacéutico son para enfermedades crónicas».
En este sentido, Ceballos explica que la fuerte caída del consumo es una de las razones por las cuales los anaqueles de las farmacias se mantienen abastecidos. «La escasez no es que ha disminuido ni hay una sobreproducción, sino que las personas no tienen acceso a los medicamentos. Están en los estantes porque la gente no los puede pagar y hemos tenido que reducir la compra. Al haber poco acceso a medicamentos se requieren menos unidades».
Propone que se implemente un proyecto de acceso a medicamentos a las personas más desposeídas, y como ejemplo recuerda el Programa de Suministro de Medicamentos (Sumed), que facilitaba a través de las farmacias el acceso a los medicamentos esenciales con 80% de descuento a las familias de poca capacidad adquisitiva.
«Los programas del gobierno como 0-800 SALUD, que nunca han involucrado al sector, no han funcionado. Los mismos pacientes lo dicen».
Ceballos también plantea que el Estado ayude con transferencias directas a las personas que más lo necesiten para que puedan alimentarse y medicarse, y así mantenerse protegidos en sus casas sin la necesidad de salir a la calle a arriesgarse a un contagio para «rebuscarse» el sustento.
Otra razón que explica la oferta de fármacos es la liberación de restricciones y pago de impuestos por importación a medicinas terminadas. Sin embargo, Ceballos critica que el Estado permita que entren al país medicinas y sean comercializados sin tener el registro sanitario venezolano otorgado por el Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel, solo el del país de origen.
«El ministro de Salud debería recapacitar con respecto a eso», afirma. Aun así, señala que hay escasez intermitente de productos para patologías neurológicas, endocrinológica, parkinson y diabetes, entre otras.
Con información de Tal Cual