Datos de la Red de Vecinos de Naguanagua indican que en la localidad de Trincheras, hay al menos 54 casos de leishmaniasis, en Bejuma se desconoce la cantidad de enfermos. Vecinos indicaron que autoridades sanitarias no realizan fumigaciones para eliminar el mosquito que transmite la enfermedad. En Malariología aplican el tratamiento gratuito, pero los pacientes deben llevar alcohol, jeringas y material de oficina para abrir la historia médica.

Leomara Cárdenas | Crónica Uno 

En el sector Las Marías de Trinchera, municipio Naguanagua del estado Carabobo, habitan unas 348 personas según datos de la Red de Vecinos de Naguanagua, de ese total, 54 de ellos están contagiados con leishmaniasis, enfermedad que afecta la piel. Pese a la situación, autoridades del Instituto Carabobeño para la Salud (Insalud) no revelan el impacto de la enfermedad.

Cuando cae la tarde en la comunidad de Las Marías, que es una zona boscosa, el temor se apodera de los vecinos de ser picados por el mosquito flebótomo que transmite la leishmaniasis. Solo imaginan el calvario que tendrán que enfrentar si contraen la enfermedad, que empieza por no contar con dinero en efectivo ni transporte para llegar al Departamento de Malariología de Insalud, ubicado a 16 kilómetros de la zona, donde suministran el tratamiento.

La actividad económica de esa comunidad es la agricultura, siembran: caraotas, maíz y cacao, por lo que las viviendas están rodeadas de vegetación. Así es la casa rural de Sergio Ramón Burgos, habitante de Las Marías, quien padece la enfermedad y en su cuerpo se notan las llagas que ocasionó la leishmaniasis. No ha podido completar el tratamiento por la falta de recursos económicos, ni siquiera tiene 2.000.000 de bolívares para pagar el transporte. No tiene empleo formal.

El primer indicio se reflejó en una picadura de insecto en el brazo, Burgos pensó que había sido un mosquito que lo picó durante la faena de recolección de cosecha. Dos meses después la úlcera creció, y optó por aplicar remedios caseros, se cubría con hojas de hobo y otras plantas, pero no mejoró.

“A mí me tocaba ir los martes a Malariología, pero como no estaba trabajando y no tenía pasaje no fui, y me mandaron a buscar los médicos. Les mandé a decir que se aguanten hasta que yo consiga el pasaje para que me vean esto, porque ellos son los que saben (…) Hay que irse a pie a las 4:00 o 5:00 de la mañana hasta Trincheras, y de ahí arranca uno como a las 9:00 o 10:00 de la mañana para el hospital… Yo no quería ir al médico porque yo decía que eso era un zancudo que me picó o una garrapata. Después me mandaron a decir que si quería perder el brazo, entonces me dio miedo y fui porque si no hubiese perdido el bracito”, dijo.

Proceso doloroso
En abril pasado, María Elena Burgos, se percató de que tenía una picada en un pie. También pensó que se trataba de una picadura de mosquito. El miedo se apoderó de ella cuando empezó a sentir ardor y picazón, y brotó una úlcera en la parte alta del pie derecho. No dudó en ir al médico.

Comentó que debe acudir al médico una vez por semana y llevar las jeringas con las que le suministran el tratamiento. Cada vez que recuerda cómo es el procedimiento médico siente escalofríos.

Te inyectan directamente en la llaga, eso duele muchísimo. Esa llaga revienta de adentro hacia afuera. Yo sufro cuando voy a la cura, porque he tenido que ver a niños que les inyectan las llagas, si a uno le duele y llora, ¿cómo será lo que sienten los niños?”, comentó.

La rutina de esta mujer que vive con otras tres personas en su casa, también contagiadas de leishmaniasis, cambió por completo. No puede hacer el aseo diario en su vivienda, tampoco caminar largos trayectos.

“Al verme el pie así lo que hago es ponerme a llorar. Mi hermano me dice: ‘Quédate tranquila que con el tratamiento y poniendo de tu parte te vas a aliviar’, pero imagínate, yo en mi casa soy la única mujer, somos cuatro personas. ¿Quién me va a hacer los oficios, quién me va a hacer las cosas? Para mí es bastante incómodo querer hacer las cosas y no poder, tener que estar contando con los demás, por más familia que sea es incómodo, esperar que los demás le hagan las cosas a uno”, expresó con la voz quebrada.

Maria Elena Burgos dijo que en su última sesión de tratamiento le suministraron una dosis más elevada de la que regularmente recibía, lo que le produjo una flebitis, y no cuenta con los recursos económicos para tratarla. No ha podido continuar con el tratamiento médico contra la leishmaniasis por la inflamación del pie.

Más casos
Los habitantes de Las Marías aseguraron que pese a estar recibiendo tratamiento contra la leishmaniasis, autoridades de Malariología no han ido a fumigar la zona. Tampoco han revelado la estadística de los casos que hay activos en la entidad.

El equipo de Cronica.Uno acudió tres veces al Departamento de Malariología, que depende del gobierno regional, para solicitar información sobre la incidencia de esta enfermedad en la entidad. No hubo respuesta. También se pidió hablar con la oficina de epidemiología y tampoco causó efecto.

Durante estos recorridos se conoció que hay casos de leishmaniasis en el municipio Bejuma. Los pacientes hacen un viaje de casi dos horas para poder recibir el tratamiento. Algunos enfermos comentaron que para abrir la historia les piden dos carpetas, cuatro hojas blancas, y el resultado de la prueba que descarta la enfermedad, que deben realizarla en centros privados y cuesta 10 dólares, aproximadamente.

Tanto los pacientes que provienen de Las Marías en Trincheras como de Bejuma, coinciden en que las autoridades sanitarias, a pesar de conocer los casos activos, no han realizado la fumigación que elimina el mosquito flebótomo.

Cuidados mayores
La enfermedad se transmite del reservorio animal al humano por la picadura de insectos del género lutzomia o flebótomos, parecidos a un mosquito que proliferan en áreas boscosas, húmedas y viven en huecos en los troncos de los árboles.

En las zonas rurales se conoce como angoleta o tarrallita, explicó Heidi Mago, médico internista e infectólogo

Indicó que en el estado Carabobo no se ha erradicado completamente la enfermedad. La zona de San Esteban y sus alrededores son área de casuística relativamente frecuente, ya que es zona boscosa.

Apuntó que cuando hay un brote de leishmaniasis en una comunidad, los vecinos deben notificar obligatoriamente a las autoridades sanitarias, para que tomen las medidas pertinentes, corroborar el diagnóstico y garantizar el tratamiento.

La especialista aseguró que no existen medicamentos preventivos, por lo que lo recomendable es evitar la picadura del vector, usando repelentes y ropa cubierta, de manga larga. Aclaró que el uso de insecticidas residuales no está planteado, dado que la zona de proliferación del vector es por lo general rural y boscosa, salvo en caso en invasión de áreas rurales por tala, minería o construcción.

Además recalcó que el tratamiento es “bastante tóxico”, por lo que debe ser administrado bajo vigilancia médica, y se basa en el uso de sales antimoniales pentavalentes como el Meglumine (Glucantime® o estibogluconato de sodio (Pentostam®). La ausencia de tratamiento puede favorecer la diseminación local de la infección, y su paso a las mucosas.

Con información de Crónica Uno

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