Cuando falta un mes para la Asamblea que convocó Nicolás Maduro, crecen las voces críticas y las deserciones; los analistas prevén un período de ingobernabilidad

«El castillo de naipes se está moviendo.» La rebelión de la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega; la guerra abierta contra uno de los generales más queridos en el ejército, Miguel Rodríguez Torres, y el lento deslave de los chavistas críticos abrieron una grieta en las filas de la revolución bolivariana que crecerá a lo largo de este mes, que concluye el 30 de julio con la Asamblea Constituyente, convocada por Nicolás Maduro.

El politólogo Piero Trepiccione, uno de los cerebros de los jesuitas en Venezuela y autor de la cita inicial, describió a LA NACIÓN varios factores para medir el tamaño de la grieta: desde la resistencia que oponga Ortega hasta la forma en que afloren «los ruidos de sables, que hay muchos». Esas dos variables se disputan dentro del chavismo. Y hay otra más, la dimensión de la ingobernabilidad, que crece rápidamente. «El miedo se está evaporando y el hambre aumenta», advirtió. El bloque del chavismo crítico se multiplicó desde que el Tribunal Supremo de Justicia abrió la caja de Pandora revolucionaria en marzo pasado. La desafiante Ortega pasó a encabezar un grupo de históricos que ya habían alzado sus voces contra Maduro.

Ex ministros tan poderosos como Jorge Giordani (gurú económico del «comandante supremo»), Héctor Navarro (responsable de la educación revolucionaria) y Ana Elisa Osorio (que era responsable del área ambiental) se sumaron a la corriente crítica de Marea Socialista o a su periferia.

Otros dirigentes de peso se sumaron en estas semanas al bando crítico, como por ejemplo los diputados Germán Ferrer (marido de Ortega) y Eustoquio Martínez, así como la ex Defensora del Pueblo Gabriela Ramírez y dos magistrados del propio TSJ. El último en unirse a los disidentes fue Freddy Arenas, alcalde de San Mateo (estado de Aragua). «Deciden lo que quieren, hacen lo que quieren. Es un modelo distinto al que enseñó el presidente Chávez», protestó esta semana el chavista, calificado de traidor de inmediato y expulsado del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Desde hace meses también se dejaban ver y escuchar los generales retirados, con Rodríguez Torres, uno de los héroes del fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, a la cabeza. Quien fuera jefe de inteligencia de Chávez tenía pendiente una deuda con Maduro desde que lo destituyera al frente del Ministerio de Interior por presiones de los famosos colectivos revolucionarios. Y se lo está haciendo pagar con sus críticas. La guerra ya es abierta desde que el presidente lo acusara esta semana de trabajar para la CIA y de estar detrás de las «acciones terroristas» contra el TSJ.

Iris Varela, una de las radicales más cercanas a Maduro, también lo señaló por varios asesinatos. Ante acusaciones tan graves sorprende que Rodríguez Torres permanezca en libertad.

Junto a él, otros generales de peso en el ejército elevan críticas, como Cliver Alcalá, Raúl Salazar y Alexis López Ramírez, que renunció al Consejo de Defensa de la Nación a pesar de su «amistad» con Maduro. Sus declaraciones, a través de redes sociales, son cada día más agrias para con el presidente: «Constituyente porque sí, pueblo a callarse. Adiós a la democracia».

La renuncia de López Ramírez es «sintomática», sostiene el politólogo John Magdaleno, cuya tesis principal es que la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente «acelerará la ruptura dentro de la coalición dominante». Sería un búmeran que se volvería contra el gobierno de Maduro, que pensó que «con esta jugada audaz podría reequilibrar el régimen, pero que quizá conduzca a todo lo contrario».

Tanto Magdaleno como José Rafael López Padrino, científico y uno de los dirigentes históricos de la izquierda venezolana, temen que Maduro activará su Constituyente a la fuerza, a pesar de que las encuestas certifican que el 78% está en desacuerdo, que el 86% exige un referéndum consultivo previo, incluidos el 77% de los chavistas y los líderes del chavismo crítico.

«Esto da idea de cuán potente es la distancia que separa a este sector de la revolución con el gobierno», explica Magdaleno.

Las deserciones continuarán en el seno del oficialismo incluso con la Constituyente instalada, «lo que no significa que eso consolida al régimen político», apunta Magdaleno. «Se iniciaría así un período de una gran ingobernabilidad y de desconocimiento internacional», adelanta López Padrino.

La foto de los constituyentes, conformada por familiares de Maduro (su mujer, Cilia Flores, y su hijo, Nicolás), la vieja guardia pretoriana (Diosdado Cabello, Aristóbulo Isturiz y Delcy Rodríguez, entre otros) y nuevos radicales, como el edecán presidencial y varios activistas que se hicieron famosos por sus desmanes, más las primeras medidas que tomen contra los diputados opositores provocará la deserción de nuevas figuras del gobierno y de su entorno, sostiene el politólogo.

Presiones

Todo ello mientras prosiguen las presiones del entorno militar y con unas bases muy desanimadas y en desbandada. «Las barreras se están diluyendo», prosigue Trapiccione.

¿Hasta dónde llegará Maduro en su pelea con sus antiguos compañeros? Su vicepresidente, Tareck El Aissami, contestó a esta pregunta en las últimas horas: «Desde aquí exijo a la infame fiscal que no mencione a Hugo Chávez, porque usted es una traidora de su legado. Por cada traidor tendrán miles y millones de hombres leales, patriotas, chavistas verdaderos para hacer una revolución».

El oficialismo proseguirá su hoja de ruta, pasando por encima de quien haga falta. «Maduro y su combo están dispuestos a todo para preservar el poder. Estamos ante un juego de fuerzas no políticas, sino militares, ya que el presidente se quedó huérfano de respaldo político», sentencia López Padrino.

Con información de: El Nacional

Fecha: 02 de julio de 2017 

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