Un informe muestra que el 13% de los niños de menos de 5 años presentan retraso en el crecimiento; el país rico en petróleo está «al borde de una catástrofe irreversible»
Ana Núñez, empleada municipal retirada del oeste de Venezuela, dice que su comida a menudo consiste en unas tortas de harina de maíz, llamadas arepas.
Incluso cuando tiene dinero para comprar alimentos en el concurrido mercadillo de la ciudad de Maracaibo, dice que «en lugar de comida de calidad venden basura, como pieles y queso podrido».
Una escasez de gasolina generalizada es el último golpe a la producción doméstica de alimentos en Venezuela, que impide que los productos lleguen a los mercados y que los granjeros reposten sus tractores. La producción alimentaria en este país rico en petróleo, dirigida por su presidente socialista Nicolás Maduro, ya había sido golpeada por desabastecimiento de semillas y productos agroquímicos, controles de precio que volvían a los cultivos poco rentables y embargos gubernamentales de granjas y plantas de procesado de alimentos.
Los venezolanos no son los únicos que están pasando hambre. En toda Latinoamérica, el golpe económico provocado por la pandemia del covid-19 ha dejado sin trabajo y sumergido en la pobreza a millones. Desde Ciudad de México hasta Santiago, la gente está saltándose comidas, haciendo cola en comedores sociales y pidiendo limosna, según las agencias de Naciones Unidas.
Pero las condiciones en Venezuela, que incluso antes de la pandemia estaba inmersa en la peor crisis económica de su historia, son de lejos las más pésimas.
Un informe reciente apoyado por Naciones Unidas describe a Venezuela como el país con la cuarta peor crisis alimentaria del mundo, solo por detrás del devastado Yemen, Afganistán y la República Democrática del Congo.
El informe, publicado en abril por la Red Global contra Crisis Alimentarias y la Red de Información sobre Seguridad Alimentaria, indica que 9,3 millones de personas —en torno a un tercio de la población de Venezuela— carecían de alimentos lo suficientemente seguros y nutritivos para un crecimiento y desarrollo humano normales el año pasado. Descubrió que el 13% de los niños menores de cinco años en Venezuela presentan retrasos en el crecimiento y el 30% tienen anemia.
Un informe indica que un tercio de la población carece de alimentos seguros. El 13% de los niños de cinco años sufre retrasos en el crecimiento
«A pesar de tener las mayores reservas petroleras del mundo, Venezuela es actualmente uno de los puntos de atracción de grave inseguridad alimentaria más preocupantes del mundo», señala el informe.
Eso se debe en parte a que alimentos básicos como la leche no pueden llegar a las tiendas. Armando Chacín había producido más de 1.500 litros de leche al día en su granja, pero no hay ningún camión de transporte con gasolina. Chacín no se puede permitir comprar combustible en el mercado negro —que cuesta cerca de tres dólares el litro— para repartir la leche él mismo.
En vez de dejar que se estropee, la convierte en un queso artesanal que se puede conservar más tiempo y es más fácil de transportar que la leche. «La escasez de combustible nos ha sepultado», declara Chacín, que es presidente de una asociación de ganaderos en Venezuela.
En el campo fértil, cerca de la frontera de Colombia, los tractores y las cosechadoras están parados mientras algunos granjeros transportan sus productos con mulas. En las zonas bajas cercanas al lago de Maracaibo, los granjeros no tienen gasolina para alimentar las bombas de agua y han perdido miles de hectáreas de cultivo por inundaciones, afirma José Urdaneta, que tiene 40 hectáreas de plátanos cerca de la ciudad de Sucre.
Debido a que ahora le cuesta 140 dólares llenar su camioneta Ford, Urdaneta ha reducido los trayectos a su granja. Llegó tarde para aplicar fertilizantes y pesticidas y sus rendimientos cayeron un 30%. «En la agricultura se tiene que hacer todo en el momento oportuno», dice.
Con la producción alimentaria doméstica dañada, Venezuela se ampara en las importaciones de alimentos, que representan el 85% de la cadena alimentaria. Pero actualmente el gobierno de Maduro tiene menos efectivo para importar comida por el colapso de la producción de petróleo, que representaba casi todos los ingresos de la exportación del país.
Las sanciones de EEUU al sector petrolero de Venezuela bajo la administración de Trump prohíben comerciar o hacer negocios con la empresa petrolera nacional de Venezuela. Eso significa que es más difícil importar la gasolina que el país necesita.
«Si bien es cierto que la crisis alimentaria no empezó por las sanciones de EEUU, no se puede negar que las sanciones están agravando la situación», declara Geoff Ramsey, de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos. «Nos preocupa seriamente que el país esté al borde de una catástrofe irreversible».
El gobierno de Maduro distribuye cajas de alimentos básicos a millones de habitantes, pero las entregas no son frecuentes e inspectores estadounidenses aseguran que el programa está plagado de corrupción. El año pasado, la Fiscalía de EEUU acusó a Alex Saab, hombre de negocios colombiano y aliado de Maduro, de utilizar empresas fantasma para robar millones de dólares del programa de entrega de alimentos.
En junio, Saab fue arrestado en la nación insular africana de Cabo Verde, cuyo gobierno está considerando una petición de EEUU para extraditarlo aduciendo cargos de blanqueo de dinero. Un abogado de Saab no respondió a la petición de declarar para este artículo.
El régimen de Maduro acusa a EEUU de intentar secuestrar a Saab, quien dicen está trabajando en una misión de ayuda humanitaria para Caracas. El Ministerio de Información, que gestiona las declaraciones del gobierno de Venezuela, no contestó ni al teléfono ni por correo electrónico.
Incluso si los estantes del supermercado están abastecidos, la hiperinflación que alcanzó el 9.500% el año pasado y el elevado desempleo implican que millones de familias venezolanas no se pueden permitir lo suficiente para comer. El informe de Naciones Unidas indica que el salario mínimo mensual de unos dólares compra menos del 5% de los alimentos básicos necesarios para la familia media.
«Nos han salvado los aguacates y los plátanos que crecen cerca de casa», afirma Carlos Alonso, granjero de 35 años del estado de Yaracuy.
Otros confían en las remesas de familiares que viven en el extranjero, pero estas transferencias de efectivo se han reducido a la mitad con las cuarentenas por el covid-19 y los parones económicos, declara Susana Raffalli, consultora de seguridad alimentaria en Venezuela. Afirma que Maduro es reacio a reconocer las dimensiones de la crisis o a permitir que el Programa Mundial de Alimentos y otros grupos de ayuda internacional distribuyan las grandes cantidades de alimentos que Venezuela necesita.
«Todavía no es una hambruna, pero estamos en una emergencia alimentaria», dice Raffalli. «El sistema de suministro alimentario se ha quebrantado por completo».
Con informaciòn de The Wall Street Journal |El Confidencial