Luego de dos décadas destrozando la economía nacional, el gobierno pretende hacernos creer que están dispuestos a liberar la economía. Sin importarles, como si se tratara de unos secuestradores, confiesan que mantienen secuestradas las libertades económicas de los venezolanos, porque sólo se puede liberar aquello que está privado de su libertad.
A estas alturas, tres semanas después de los fracasados anuncios que hizo Nicolás Maduro, a cada paso siguen poniendo en evidencia su crueldad y su empeño en no ceder, así tengan que llevarse por el medio a todo el pueblo venezolano.
Empecemos por un anuncio que el aparato propagandístico ha intentado invisibilizar a punta de mentiras y efectos especiales: el nuevo costo de la caja CLAP, un instrumento de extorsión hambreadora del cual dependen muchas familias, quienes ante la escasez y la inflación, no les ha quedado de otra.
Vayamos paso por paso, para que todos puedan sacar esta cuenta y entender lo que hay detrás de toda la demagogia que en Miraflores hacen llamar “soberanía alimentaria”.
Después de que el propio gobierno aumentara los precios de cincuenta productos de la canasta básica, le avisó a su militancia que los productos de la caja CLAP también subirían.
Todo esto en medio de la reconversión monetaria. Y por eso es que aquí empezamos con los números: no a todo el mundo le llega el mismo tipo de caja CLAP, pero había quienes pagaban entre 25.000 y 35.000 bolívares fuertes. Un monto, por cierto, que es imposible de transar en bolívares soberanos. De modo que sólo con la reconversión ya se les duplicaba el costo de 0,25 bolívares soberanos a 0,50, porque es el monto mínimo que se puede pagar en esta nueva moneda que ya nació devaluándose.
Piensen ahora en una familia donde el último precio que pagaron por esa caja de alimentos hipersubsidiados fue menos de un bolívar soberano. Ahí mismo les vino otro golpe: el Ministerio de Alimentación anunció los supuestos “precios justos acordados” para cincuenta productos de la cesta básica. Pónganse en el lugar de alguien que dependía de una caja CLAP y se entera de que la única otra opción que tienen para comprar alimentos se la acaban de aumentar más de mil porciento.
¿Se dan cuenta del mecanismo perverso que hay detrás de eso? Le dicen a la gente que les van a aumentar el sueldo, aunque nadie sepa cómo, pero suben los precios y los impuestos antes de que la gente vea siquiera la primera quincena. ¡Eso en caso de que siga teniendo empleo y no forme parte de las nóminas que tuvieron que cerrar o declararse en bancarrota!
Aumentan los precios de una manera desorbitante con el único fin de mantener secuestrados a quienes menos tienen para hacerlos depender más y más del capricho político de quienes manejan el partido del gobierno.
Aun así, su irresponsabilidad ha llegado todavía más lejos. Quienes administran a su antojo las bolsas y cajas del CLAP empezaron a subir los costos por su lado, alegando un flete que debería salir del presupuesto del Estado. Súmenle a esto que la escasez generada en los rubros más básicos ha creado lo que pasa siempre que hay controles de precio: un mercado negro con todos los incentivos para vender los productos del CLAP a un precio mucho más alto del hipersubsidiado.
En resumen: las políticas públicas sirviéndole en bandeja de plata el hambre de la gente a los bachaqueros.
Y si vamos a lo que algunos llaman «la caja completa», que según he podido tener constancia a algunos les costaba hasta el mes pasado 135.000 bolívares fuertes (es decir: 1,35 bolívares soberanos), esta semana el señor Freddy Bernal ha comunicado que empezará a costar 100 bolívares soberanos. Así mismo: con todo y el hipersubsidio. Saquen la cuenta de la hiperinflación monstruosa que metieron en las casas de un solo plumazo estos irresponsables.
Hay que medir la gravedad de que una caja de alimentos subsidiados, de la noche a la mañana, pase de costar una miseria a empezar a costar lo que hasta la semana pasaba significaba tres salarios mínimos.
Porque hasta la semana pasada eso eran cien bolívares soberanos: tres salarios mínimos. ¿Qué es lo que pretenden? ¿Que la gente se resetee, confiando en una quincena que todavía nadie les ha explicado cómo les va a llegar? ¿Quieren que la gente olvide todas y cada una de las mentiras que nos trajeron hasta acá?
Es que la espiral hiperinflacionaria que se niegan a reconocer, es tan grande e inevitable que hasta se les metió en ese manojo de mentiras que es cada una de las cajas CLAP.
Escribo esta columna desde nuestro Nueva Esparta, uno de los estados del país donde más excusas le han puesto a esta canallada del hambre y los servicios. Hablando con unas amas de casa en la misa, tomé apuntes rápidos que develan más de esta mentira. Porque hay que saber que detrás de este supuesto programa social hay un montón de enchufados importando alimentos que siguen metiéndose la misma bola de plata. ¡Y en dólares!
Supongamos que la caja traiga todo lo que promete. Bueno: nada más con las tres bolsas de harina de maíz que regularon a 20 bolívares soberanos van más de la mitad de los 100 bolívares. ¡Y para más colmo es una harina que ni siquiera sirve para hacer arepas! Como los enchufados la importan desde México, donde el maíz es procesado de manera distinta, no sirve hacer empanadas ni arepas, así que igual hay que comprar de las marcas comerciales porque ésta nada más sirve para rendirla. Si a eso le suman el kilo de harina de trigo, que lo regularon en más de 50 bolívares soberanos, ya el resto de los productos se convierten en el incentivo del bachaquero que lo revende todo.
Bueno, todo excepto la leche en polvo, que ya se demostró es una farsa de las más bajas. ¡No se las compra nadie! Pero más allá de eso, pensemos en que es una mentira que pone en riesgo la salud y la nutrición de la población infantil.
¿Se puede ser más desalmado que alguien que juega con el hambre de nuestros niños de los pueblos campesinos y los barrios?
Sacando esta cuenta, la equivocación reiterada del control de precios y los CLAP sólo agravará la especulación y la escasez de harina, arroz, granos, leche, mayonesa, salsa, aceite y pasta, para no extendernos. Porque cuando pregunté por el café, las mujeres se echaron a reír para no llorar. «¡Desde hace cuánto no nos llega café, mijo! Yo cuando consigo de milagro y puedo colar una vez al día».
¡Hasta eso se robaron en el régimen! La posibilidad de que alguien se cuele un café para pensar cómo salir de todo esto ya es un imposible.
En cada espacio donde entra la responsabilidad de las políticas públicas de estos irresponsables hay miedo, manipulación, violencia. Por eso hay que tener cuidado a la hora de creer que el único mecanismo de extorsión que aplican desde Miraflores es el mal llamado carnet de la patria.
Fíjense en lo que le han hecho a los pensionados: como a ellos no podían ponerlos a esperar ni tienen un empresario al cual echarle la culpa, han decidido prácticamente torturarlos. Dividirles la pensión de septiembre en cuatro partes y hacerlos pasar practicamente todo el mes en una cola no es sino eso: una cruel y malintencionada tortura. Sin embargo, los pensionados ya han hecho reclamos significativos y en el gobierno saben bien que con la rabia del pueblo no se juega.
¡Y el pasaje! En el Metro de Caracas están haciendo un ridículo rotundo: después de que en Caracas dejaron en ruinas lo que alguna vez fue el mejor sistema de transporte subterráneo del mundo, hoy pretenden tirar un aumento del pasaje y no tienen ni las máquinas ni el personal para poder aplicarlo. Una vergüenza… y eso que todavía no han terminado de implementar el denigrante sistema de cobro de la gasolina que anunciaron sin ningún éxito.
Además, creo que en toda la historia de Venezuela no ha habido peor patrono que este gobierno. No sólo se le va gente de estatales como PDVSA y Corpoelec, que alguna vez fueron el lugar donde cualquier joven soñaba trabajar. ¡Se les está yendo gente de las Fuerzas Armadas, desde la tropa desertando hasta el alto mando adelantando jubilaciones que aligeren la salida. Ya no les importa la carrera, sino el hambre y la inseguridad que viven sus familias.
¿Creen que el pueblo no les tiene medidas cada una de sus farsas? Expropiaron la mayoría de las plantas productoras de harina de maíz, las plantaciones y las importaciones. No solucionaron nada. Tienen el monopolio nacional del azúcar refinada porque se cogieron los centrales azucareros. No hay azúcar. Luego vinieron los lácteos y el aceite y el café y la carne y las verduras y las importaciones. Terminaron hasta con los cereales y los empaques. Son los únicos culpables del hambre y de la escasez por su modelo de destrucción, pero todavía pretenden hundirmos más en la miseria.
Destruyeron la capacidad de producción nacional y, de ñapa, le entregaron las importaciones y las divisas a sus compinches. Y el pueblo lo sabe: ya no tienen otra salida que aplicar la extorsión por medio del hambre, pero cada vez le quedan menos familias dispuestas a empeñar su vida por una trampa tan vil como ésa. La cantidad de líderes de barrios y del campo que han perdido es enorme. La cantidad de gente que se decepciona a diario aumenta. Y la generación de jóvenes que no tenían con qué comparar su alcance y nivel del vida ya abrió los ojos y sabe que éste no es el país que merecen.
Es momento de hacer entender a quienes dependen de la extorsión del CLAP que se trata de una farsa. En mis redes hemos ido montando un material que nos ayudará a desenmascarar a los farsantes. Quienes seguimos en el país tenemos que hacernos cargo del cambio necesario y eso pasa porque cada quien entienda lo que estamos viviendo. Así dependan de esa caja de comida. Así sientan que sin el carnet de la patria no podrán seguir. Así crean que no hay salida, sólo podremos lograr el cambio haciendo que la gente entienda dónde estamos parados y por qué el gobierno hace lo que hace.
Cada cola de pensionados se convierte en un lugar para explicar y protestar. Cada día en el mercado. Cada cola esperando el transporte. Cada vagón de metro. Cada salón de clases, cada oficina, cada junta de vecinos. Cada cafetín, cada bodega, cada partida de básquet. Ellos tienen los medios y la violencia, pero nosotros tenemos a la gente. Y nuestra gente debe entender que vale mucho más que una caja de comida que no ha sido pensada para paliar el hambre sino para perdurar en el Poder.
Nosotros estamos en todas partes y ellos sólo están en el hambre y en el miedo. Nosotros somos más. Nosotros somos el futuro.
¡Qué Dios y la Virgen del Valle bendigan y protejan a nuestra Venezuela! Pensemos en el futuro y sigamos adelante.