La nutricionista Susana Raffalli comentó que la desnutrición en Venezuela se remontó a niveles que no veía desde el año 2017 y lo asocia a los efectos de la pandemia de la COVID-19. Las cifras sobre crisis alimentaria en Venezuela son duras, pero todas las dieron organismos internacionales porque no hay estadísticas por parte del Estado que reflejen la situación.
Caracas. Ninguna de las dimensiones que establecen si un país tiene seguridad alimentaria se cumplen en Venezuela. El manejo de los mecanismos de protección social no es el adecuado, los alimentos que se reparten dentro de los programas oficiales no tienen los nutrientes necesarios, los precios suben y bajan como una montaña rusa en el tiempo y no hay un hogar que pueda tener la certeza y estabilidad para saber qué va a comer la semana que viene o el próximo mes.
Así interpretó la experta en nutrición, Susana Raffalli, la crisis alimentaria en el país. Tomó en cuenta las cuatro dimensiones de alimentación para tener una vida saludable y sana. Esto incluye: tener una oferta adecuada en términos de cantidad y calidad, que sea nutricionalmente rica, válida e inocua y que las personas tengan acceso físico y económico. Debe tener una adecuación cultural, es decir, que sea consistente con un patrón de identidad; no hay seguridad alimentaria al distribuir en Venezuela una harina para hacer tortillas mexicanas, por ejemplo.
La tercera dimensión es que haya un consumo, que las personas tengan información y espacios en que la alimentación sea posible y la cuarta es la estabilidad de todas las dimensiones: el alimento debe ser suficiente, adecuado, accesible y que se cumplan todas esas condiciones de forma estable.
Cada 18 de noviembre se celebra el Día Nacional de la Alimentación, en conmemoración a la creación del Instituto Nacional de Nutrición en 1949, durante la presidencia de Rómulo Gallegos, y para recordar la necesidad de garantizar bienestar nutricional a la población. Precepto que hoy en día se cuestiona, debido a que un alto porcentaje de la población está malnutrida y no puede hacer las tres comidas diarias.
La realidad de Venezuela no acata esos criterios. A juicio de Raffalli, la oferta alimentaria agregada que el Estado está en capacidad de garantizar a la nación tiene un déficit de 20 % a 25 % por el deterioro del aparato productivo nacional y la caída de las importaciones. El acceso de los alimentos está seriamente comprometido por la escasez de combustible y el poder de compra del salario mínimo que no es mayor a 1 % de la canasta de alimentos.
Ni sumando los bonos, ni sumando los alimentos subsidiados de la caja Clap y el salario mínimo se llega a tener siquiera 30 % de la canasta del grupo de alimentos mínimo que una familia en Venezuela necesita, y eso, por definición, es una inseguridad alimentaria muy severa”, enfatizó Raffalli.
Raffalli comentó que la desnutrición en Venezuela se remontó a niveles que no veía desde el año 2017 y lo asocia a los efectos de la pandemia de la COVID-19.
Venezuela fue el quinto país con mayor número de personas con hambre reportadas en América del Sur en el trienio 2015-2017, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La Encuesta Nacional Sobre Condiciones de Vida (Encovi 2017) reportó que ocho de cada 10 venezolanos refirieron no haber comido lo suficiente por falta de recursos o escasez. Además, el consumo de pollo, carnes, pescado, y huevo, bajó de 79,4 % a 34,3 %.
Para leer la nota completa en Crónica Uno, pulsa aquí
Con información de Crónica Uno