La inflación alcanzó en 2019 una cifra irracional de 10.000.000%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). El Producto Interno Bruto (PIB) se redujo a la mitad en cinco años y la población sufre la escasez de alimentos y medicinas.

“Lo que fue una crisis económica a partir de 2016 con el comienzo de la recesión, en 2018 se convirtió en una crisis humanitaria, y ahora en una crisis política”, señaló Ludovic Subran, economista jefe de la aseguradora de créditos Euler Hermes.

Y la producción de petróleo, en la que se basa casi exclusivamente la economía venezolana, se hunde. En 2018, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) estimó que había caído en un 37% respecto al año anterior, a 1,17 millones de barriles diarios, el nivel más bajo de los últimos 30 años.

Precisamente, el petróleo es el blanco principal de las sanciones económicas adoptadas por Estados Unidos, que apoya al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, quien -desde el 23 de enero- es reconocido como presidente encargado de Venezuela por unos cuarenta países.

El oro negro de Venezuela es pesado, por lo que Caracas tiene que refinar parte de éste en Estados Unidos y también importar gasolina desde ese país. Pero la Casa Blanca la ha emprendido contra la petrolera PDVSA, al prohibirle comerciar con entidades estadounidenses y congelándole siete mil millones de dólares de activos en el exterior. Paralelamente, le brindó a Guaidó el control de las cuentas bancarias de Venezuela en Estados Unidos.

Si el objetivo es presionar al presidente electo Nicolás Maduro para provocar su partida, estas sanciones afectarían aún un poco más a la economía a corto plazo. “Si no hay rápidamente un cambio político, tendremos graves problemas de combustible”, afirma Asdrúbal Oliveros, director del gabinete Ecoanalítica.

El 80% de la liquidez proveniente de la venta del petróleo venezolano proviene de la relación comercial con Estados Unidos, destaca este analista.

Con información de La Patilla

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