Muchos temen que el desabastecimiento impida la distribución de alimentos a supermercados o a la movilización de vehículos imprescindibles para el mínimo funcionamiento del país, mientras prolifera la venta ilegal de gasolina y las estampas de esperas interminables en las estaciones de servicio no suelen tener final feliz. En ocasiones, violento.
“Esta es la primera vez que hago esta cola, porque no habíamos trabajado”, explica a Efe Wilmer Suárez, transportista de alimentos, cuando llevaba más de tres horas esperando en una gasolinera de la ciudad de Guatire, cercana a Caracas.
Pero Suárez tenía por delante cientos de vehículos y temía, en el peor de los casos, no poder repostar. En el mejor, quizás tendría oportunidad de echar a su depósito algunos litros y para eso quedaban horas de cola y mucha paciencia.
A sus lamentos, se suman los de los agricultores por la pérdida de cosechas al no poder transportarlas, o los de los productores con problemas para movilizar otros alimentos de primera necesidad.
También se ha visto afectada la distribución de agua potable, otro bien codiciado en Venezuela ante el colapso de la red pública de acueductos.
“Llevo cinco días sin trabajar. Hago colas y colas y no llego (a repostar)”, cuenta a Efe Juan Hernández, dedicado a repartir bidones de agua desde hace 20 años.
Muchos de los que hacen las largas filas se irán con menos combustible del que tenían cuando salieron de casa, como le sucedió ya tres veces al transportista Mario Suárez.
“Estoy sin gasolina y con la esperanza (de repostar), pero ya la he hecho tres veces (la fila) y no he podido”, relata a Efe el hombre de 63 años desde una larga cola en el centro de Caracas. “Estoy esperanzado, a ver si llegamos”, añade.
EL “BACHAQUERO” DE LA GASOLINA
Pero otros, muchos de ellos con ingresos menores a los 10 dólares por mes -lo que les deja en el umbral de la miseria, según la ONU-, llenarán sus tanques varias veces cada día y venderán la gasolina en el mercado negro, pese al estricto control que impuso el régimen de Nicolás Maduro a la distribución de los combustibles.
Son los llamados “bachaqueros”, hombres que vieron en la escasez, que el régimen venezolano achaca a las sanciones de Estados Unidos, el nuevo salvavidas de sus economías en una Venezuela que atraviesa la mayor crisis de su historia moderna.
En otras épocas, los “bachaqueros” venezolanos captaron y luego vendieron con sobrecostes alimentos, jabones o desodorantes, entre otros productos de primera necesidad.
“Semanalmente puedo vender unos 50 litros (de gasolina) al que la necesite”, dice a Efe Gabriel, nombre ficticio de un vendedor informal que relata su historia bajo condición de anonimato.
“Pero (solo vendo) a gente de confianza, gente que me conoce y puede conseguir la gasolina”, apunta en alusión al alto costo de reventa.
Con información de EFE