La escuela en casa no deja un saldo positivo a un año de la educación a distancia. Hay preocupación por el aprendizaje y cómo sostener esta modalidad sin recursos ni herramientas. 1.300.000 estudiantes tienen limitaciones para la continuidad de sus estudios, mientras que los maestros cada día se empobrecen más.

Caracas. Sara cuenta las hojas de la guía cuando descarga la tarea por WhatsApp. Empieza a copiar en su cuaderno sin leer, solo se concentra en pasar y restar páginas que le quedan por delante. Hay números, decimales, cuadros, párrafos extensos. No comprende. Le pregunta a su mamá, Yugly Colmenares, una maestra de preescolar, pero que siempre puede ayudarle a resolver los ejercicios de matemática.

Sara tiene 11 años y cursa sexto grado en una escuela en la parroquia 23 de Enero. Ya tiene un año sin ver a su maestra, a sus compañeros, sin entender muchos contenidos. “No he aprendido, solo pienso en cuándo voy a terminar. Las tareas son difíciles y largas”, dice.

La maestra de Sara no tiene celular, tampoco internet; alquiló un wifi por cinco dólares al mes, pero ya no pudo pagarlo. Cada vez que puede, utiliza el celular de su hija para enviar las actividades a una mamá, quien, a su vez, las envía por el grupo de WhatsApp del salón. Pero entonces las tareas se van acumulando y, cuando Sara las recibe, son un montón.

“A veces me siento presionada y me pongo a llorar, porque siento que no las voy a terminar”, dice Sara. “Viste, mamá, ya van cinco hojas”, suele decir. En abril de 2020 comenzó a ir a terapias durante cinco meses, no podía dormir, tampoco respirar, así le decía cada noche a su mamá. Le diagnosticaron un proceso ansioso que le generó pensar que sus padres podrían enfermar de COVID-19.

La salud mental también ha sido una materia pendiente durante la pandemia en las escuelas. 87 % de los estudiantes no ha recibido apoyo emocional por parte de los centros educativos, aseguró Cecodap en su informe de octubre de 2020. Abel Saraiba, psicólogo y coordinador de Cecodap, ha dicho que la alteración en el estado de ánimo es el principal efecto, en el contexto de la pandemia, en la niñez. “42 % de los casos tienen que ver con esta situación. Y en 23 % hay un grado de riesgo suicida”, dijo durante la presentación del informe El suicidio infantil: un problema olvidado en medios de comunicación y políticas públicas de Venezuela. Para Saraiba, hay una vinculación con el cierre de escuelas.

Sara ya no quiere hacer las tareas, está decaída, hay días en que no quiere hacer nada: “Siento como un fastidio”. Aunque ha tenido buenas calificaciones, solo piensa en volver a la escuela, que su maestra le explique la clase y ya no recibir la clase por WhatsApp.

Yugly, como maestra y coordinadora de Pastoral del Colegio Abraham Reyes Fe y Alegría, entiende a Sara: “Siento como docente que nos estamos preocupando más por enviar las tareas que por lo que están aprendiendo nuestros hijos”. Yugly cuenta que Sara no se enfoca en el tema, debe mandarla a estudiar o a veces quiere hacer todo en un día “para salir de eso”.

Ha pasado un año desde que el confinamiento dejó la escuela en casa por la COVID-19, en marzo de 2020. Para la continuidad educativa, el gobierno de Nicolás Maduro creó el programa televisivo Cada Familia Una Escuela, y en octubre empezaron las asesorías pedagógicas en los planteles. Con el confinamiento, 6.866.822 niños, niñas y adolescentes venezolanos están afectados en el subsistema de educación básica, según datos del Seguimiento mundial de los cierres de escuelas causado por el COVID-19 de la Unesco.

Pero la familia ni los educadores estaban preparados para la carga que se les vino encima. Noelbis Aguilar, directora del Programa Nacional Escuela de Fe y Alegría, manifiesta que la situación generó ansiedad, tensión y hasta problemas de convivencia en el hogar.

“No calibramos que en casa no estaban las condiciones, pero usted tenía que hacer la tarea tuviera o no conectividad, recursos, textos o contara con padres cuya formación les permitiera acompañarlos. Y quedamos como desarmados, además de los déficit en los servicios públicos”, señala Aguilar.

Entonces decidieron crear en abril de 2020 un currículo de emergencia con ayuda de las agencias internacionales, con énfasis en lenguaje, matemáticas y valores ciudadanos y el uso de guías y programas educativos en las 24 emisoras de Fe y Alegría para los niños de inicial a primaria. Además de las cápsulas sobre salud mental. En educación media y técnica, las asignaturas se redujeron a seis por áreas de conocimiento.

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Con información de Crónica Uno

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