Personas con diversos tipos de discapacidad asumen día a día el reto y el riesgo que les supone desenvolverse por una Caracas que no tiene condiciones que faciliten o siquiera permitan su movilidad. Otros optan por el encierro parcial en casa, con tal de evitar enfrentarse a la hostilidad de las calles que limitan y entorpecen el desarrollo cabal de este grupo de la sociedad.
Las diligencias, paseos y todo lo que requiera traslado a pies o en transporte público por Caracas, es una carrera de obstáculos a librar para muchas personas con discapacidad. Se enfrentan a la insensibilidad de terceros, el deterioro de espacios públicos y el irrespeto por las señales de tránsito y de zonas preferenciales.
Las pocas o ninguna rampas con barandas en lugares precisos que faciliten el acceso a personas con discapacidad músculo esquelética, el nulo manejo de lenguajes de señas en comercios, hospitales e instituciones públicas y las infraestructuras poco adecuadas les dificultan e impiden llevar a cabo actividades de la vida diaria a este vulnerable grupo de la sociedad, haciéndolos incluso, prisioneros en su propio hogar.
Meme González, de 26 años, nació con Polineuropatía desmielinizante, un enfermedad que heredó de su padre y que afecta principalmente huesos y músculos. Con la llegada de las protestas de 2017, precedidas por la crisis económica y la escasez de productos, movilizarse se tornó en pesadilla para ella, pues había pocas unidades de transporte -«si veían a alguna persona discapacitada en la parada seguían y te dejaban ahí botado»- y el Metro no era una opción por el salvajismo de los usuarios y el irrespeto a zonas preferenciales. Entonces decidió no salir más a las calles de una ciudad convulsa.
En 2021, a tres años de encierro, volvió al ruedo aunque ya no salía sola. “Cuando me traslado es por trabajo. Soy DJ profesional y si una productora me contrata pido que me garantice el traslado, o cuando salgo con mis amigos me vienen a buscar, pero muy de vez en cuando”.
Para Meme “Caracas es una ciudad súper limitante y no está para nada diseñada para personas con discapacidad. En donde sea hay un murito y no hay un agarradero ni rampas para poder subirlo». Agrega que para que la ciudad sea más transitable “deberían servir los semáforos y ser respetados por los conductores, hacer rampas menos inclinadas y con barandas de los lados, y que en el Metro sirvan todas las escaleras mecánicas y todo esté iluminado”.
Kevin Melean, un periodista de 26 años con parálisis cerebral y afección de motricidad (displejia espástica), dice que ha viajado de todas las maneras posibles en el Metro. “En los puestos azules me llegué a sentar, pero como no soy de la tercera edad ni una embarazada y tampoco tengo un aparato en la pierna o un bastón, la gente me empieza a ver feo o a decirme que ceda el asiento”, cuenta.
Agrega que “cuando tienes discapacidad mucha gente se te acerca con buena intención, pero en ocasiones la manera de dirigirse a uno no es la mejor. Ellos creen que te hacen un favor, pero te están insultando. Muchos no saben cuáles son los términos adecuados para referirse a una persona con discapacidad ni conocen los tipos de condiciones que existen, entonces te dicen enfermo, minusválido o especial”.
Orlando Abreu es un comunicador social con baja visión, es decir, solo ve 5%. Un bastón verde, con el que camina por algunas calles de la ciudad, lo identifica con su condición (Amaurosis congénita de leber). Aún así, Orlando estudió su carrera, hizo cursos de música, de karate y natación, aprendió inglés y francés, y está sacando una maestría.
Comenta que toda la ciudad representa un peligro para las personas con discapacidad visual, “porque no solo es el tema de la inaccesibilidad, sino que la ciudad está diseñada para que cualquiera con todos sus sentidos y que camine puede sortear lo que encuentre a su paso, pero tal vez una persona en silla de ruedas o como yo no lo podemos hacer. Entonces, nos estamos privando de salir y poder caminar”.
Entre los obstáculos a sortear están las tapas de metal que hay en las aceras que muchas veces tienen bordes levantados y son endebles. También objetos fuera de lugar como muros, bolardos peatonales, escombros, postes, los semáforos dañados, aceras rotas y súper pobladas y los motorizados que las transitan. “Lo más lógico es que en cada esquina haya una rampa alineada con el paso peatonal y estas no deberían ser lisas, sino corrugadas al inicio y al final para indicar al invidente que está entrando y saliendo de una”, resalta Orlando.
Caracas hostil para la discapacidad
Un estudio realizado en 2018 por la ONG Ciudad Laboratorio con el auspicio del Banco de Desarrollo para América Latina (CAF) en 100 calles y avenidas de Caracas, reveló que entre los factores que restringen la movilidad peatonal están aceras estrechas, obstruidas por vehículos o desechos sólidos y deterioradas, con huecos.
La caracterización del espacio público determinó que el 25% de las aceras observadas estaban por debajo de la medida mínima de 1,60 metros de ancho, establecidos en las normas de la Covenin (Comisión Venezolana de Industriales) para el entorno urbano, edificaciones y accesibilidad de las personas. Asimismo, se contabilizaron 2.100 vehículos, incluso pertenecientes a instituciones públicas como patrullas policiales, estacionados sobre las aceras.
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Con información de Tal Cual