La primera dificultad para abastecerse de gasolina en las ciudades del interior de Venezuela es identificar el principio y el fin de las colas. Como en La autopista del sur, el cuento de Julio Cortázar, la gente ha empezado a vivir en sus carros. Hileras de vehículos detenidos, unos ya sin combustible que necesitan ser empujados, personas acomodadas con cobijas sobre los capós a la espera de que las estaciones de servicio sean surtidas. Son escenas que, en mayor o menor medida, se repiten desde hace semanas en Barinas, Maracaibo, San Cristóbal, Mérida, Puerto Ordaz, Maracay, Maturín o Valencia.
La violencia se ha manifestado en esta nueva situación límite a la que se enfrentan los venezolanos. Se han registrado enfrentamientos en varias ciudades y, en el estado andino de Mérida, se cuentan al menos dos muertes en este contexto: un hombre que falleció de un infarto en la espera y otro que recibió un impacto de bala durante una riña por el control de las filas. Esta semana, en el sureño estado Bolívar, donde se impuso un racionamiento de acuerdo con el número de placa del vehículo, Manuel Garandela falleció de un paro cardíaco a la espera de su turno para abastecerse, informaron medios locales.
La reducción de la distribución ha sido significativa. En el estado Mérida para 28 estaciones solo llegan siete gandolas diarias de combustible, insuficientes para surtirlas a todas todos los días. En todo el país, alcanza para apenas 15% de las 800 gasolineras. “Antes uno podía pasar horas para poner gasolina, ahora son días y parece que cada vez son más. La gente se ha acostumbrado a caminar, porque no hay autobuses, todo está en una total parálisis”, dice Germán Duarte, transportista de 69 años. Calcula que ha reducido su actividad al 10%.
La crisis de combustible se vive desde 2012, luego del incendio de la refinería de Amuay, en el estado Falcón, y de que la producción de la estatal Pdvsa declinara, apunta Iván Freites, secretario del sindicato de profesionales y técnicos de la petrolera. Luego de años de merma por la corrupción y la mala gestión de la industria, que logró paliarse con importaciones, a partir del pasado mayo se agudizó la escasez con la entrada en vigor de las primeras sanciones económicas del Gobierno de Donald Trump a la petrolera.
Freites recuerda el tiempo en que Venezuela producía, hace apenas una década, 270.000 barriles diarios de gasolina y 210.000 de gasoil. “En ese momento teníamos las refinerías funcionando a un 70% de su capacidad y todavía nos daba chance para exportar”. Hoy, solo una de las seis instalaciones en el país está funcionando y produce apenas 40.000 barriles diarios, insuficientes para una demanda diaria de 140.000 barriles de combustible. “Esa es la gasolina que llega a Caracas. En el interior se reparte lo poco que han logrado importar con sus aliados con operaciones de piratería, de barcos que entran con sus GPS y luces apagados, que tampoco alcanza porque no han sacrificado la cuota de 57.000 barriles que se envían a Cuba ni los casi 40.000 que se pierden en contrabando”, denuncia.
Con información de El País.com