El urbanismo El Morro, en Petare, fue inaugurado en 2010 luego de la vaguada que afectó a 90.000 personas en Falcón, Vargas, Miranda y Distrito Capital. La promesa habitacional de Hugo Chávez se ha caído durante los últimos cuatro años y de las más de 400 familias que había, solo quedan 115 que sobreviven con servicios básicos deficientes y con el miedo de que, durante la noche, el techo se les caiga encima.
La vía hacia El Morro parece salida de una película de western: soledad, silencio y un sol sofocante a casi toda hora. La maleza y la basura ocupan más espacio que el asfalto que está deteriorado por los huecos, las aguas negras que salen de las alcantarillas y los desechos que tienen más de un año acumulados.
El urbanismo El Morro fue construido en el marco de la Gran Misión Vivienda Venezuela y fue inaugurado por Hugo Chávez en diciembre de 2010, cuando una vaguada afectó a 90.000 personas en Falcón, Vargas, Miranda y Distrito Capital, de acuerdo con el entonces ministro de Defensa, Carlos Mata Figueroa.
En El Morro, hasta hace unos años había más de 400 familias, ahora quedan 115 que sobreviven en medio de las precariedades. Luego del segundo apagón masivo, que afectó a 17 de los 23 estados del país, en ese asentamiento urbanístico se quedaron sin servicio eléctrico durante más de ocho días; el agua aún no llega. Otros servicios, como el gas deben buscarlo en Paulo VI cada mes; el aseo urbano no existe para ellos y cuando llueve, los problemas aumentan porque los apartamentos de las plantas bajas se inundan.
En 2003, la División de Gestión de Riesgos de Protección Civil de la Alcaldía de Sucre y los vecinos de esa zona informaron que el terreno es inestable luego de que Chávez asomara la idea de construir viviendas allí.
En 2016, las paredes que bordeaban el complejo comenzaron a caerse por el movimiento de la tierra. Ahora los edificios parecen estar en una isla que cada vez se hunde más. Hay grietas por donde se mire y secciones del asfalto están totalmente hundidas. Los vecinos comenzaron a llamar Titanic a los asentamientos que se iban derribando porque se inclinaban.
Ni siquiera la policía sube hasta El Morro. Hace un par de años, los vecinos comenzaron a denunciar violaciones y los funcionarios de Polisucre prometieron hacer seguimiento a los casos y vigilar el sector; sin embargo, la única forma en la que los habitantes logran ver a un uniformado es cuando algún carro robado aparece por esos lados. Parece que solo Dios los ampara.
Con información de El Pitazo