En tiempos de pandemia, la atención a emergencias de salud mental funciona a duras penas: una semana sí, la siguiente no. El COVID-19 obligó a los centros de salud públicos a paralizar las hospitalizaciones de los servicios de psiquiatría y psicología. Mientras tanto, aumentan los trastornos mentales por el confinamiento.

La reja principal del servicio de psiquiatría del hospital Dr. José María Vargas está deteriorada. Su jefa, María Luisa de Aldana, afirma que los golpes y partes desprendidas fueron ocasionados por algunos pacientes. Explica que para muchos es difícil adaptarse al tratamiento en condiciones irregulares y en medio de restricciones para evitar la propagación del virus. Aun con terapia a distancia, asistir cada quince días a consulta puede ser abrumador, señala.

A un año desde que se decretó la cuarentena, solo una institución admite hospitalizaciones de pacientes psiquiátricos en el área metropolitana de Caracas, así lo afirma Ana Cecilia Márquez, secretaria general de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría. Se trata del psiquiátrico de Los Chorros, el resto de los servicios públicos de salud mental en la zona, con suerte, trabajan a través de consultas externas.

En octubre de 2020, la Organización Mundial de la Salud confirmó que 93 % de los servicios de salud mental del mundo estaban afectados y paralizados por la pandemia. De estos, 30 % admitieron perturbaciones en el acceso a medicamentos destinados a tratar trastornos ‎mentales, neurológicos y derivados del consumo de drogas.‎ Pero bajo una crisis de salud pública, los pacientes venezolanos dependen de las semanas de flexibilización y donaciones para cumplir con sus tratamientos.

Carlos Zerpa asegura que el Hospital Psiquiátrico del Lídice no solo dejó de suministrarle los récipes para su medicación, sino también la atención necesaria para tratar su trastorno de insomnio crónico.

Aunque está al tanto de que algunos recintos atienden emergencias en los días flexibles, vive en Caricuao y no tiene suficientes recursos económicos para trasladarse. Desempleado, subsiste con los bonos del gobierno de Nicolás Maduro, que a su juicio “son una miseria”. Con varios récipes que le sobraron pudo cubrir algunos meses de tratamiento por medio de fundaciones. Sin embargo, los medicamentos ya no están disponibles.

Fui hace como seis meses y no me quisieron atender. Entiendo que mi situación no es tan grave, pero necesito la medicación. Los organismos ya no me prestan colaboración. He ido a Presidencia a Sanidad, pero ya no tienen los medicamentos. Me gustaría ir a otros centros, pero no es fácil, para mí es muy difícil”, contó.

Carlos, que apenas duerme unas cuatro horas diarias, también tiene una anomalía esquelética, su brazo izquierdo se desprende. Esta condición complica más el desempeño de sus tareas diarias.

Son pocas opciones
La doctora Márquez explica que, en confinamiento, es difícil saber cuáles centros de salud mental funcionan. Asegura que los cierres de los servicios en las instituciones públicas son temporales. “No hay información fidedigna, por lo que recomendamos que soliciten información, es posible que hayan empezado consultas y no estén enterados”, asegura.

Por otra parte, los servicios psiquiátricos y psicológicos del hospital Vargas nunca han cerrado sus puertas, asegura De Aldana. Cuando llega una persona con crisis psicótica se atiende en el momento, la pasan a una habitación y al calmarse se va a su casa. Hospitalizarlo implicaría un riesgo de contagio para el paciente.

Sin cupos disponibles para ingreso, la SVP recomienda llamar a fundaciones como Psicólogos Sin Fronteras, mientras el organismo reactiva las líneas de atención gratuita. Para los pacientes que lo requieran, se encargan de hacer enlaces con la institución, en este caso el psiquiátrico de Los Chorros, para lograr la hospitalización. Sin embargo, asegura es una ardua tarea.

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Con información de Efecto Cocuyo

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