“En promedio, una persona debe tener no menos de 50 litros de agua al día para su uso personal”, explica José Félix Oletta, médico cirujano e internista, y exministro de Sanidad y Asistencia Social. Pero, cuando la estadística no se cumple y se tiene mucho menos del promedio, las personas caen en “estrés hídrico”. “Imagínese la población de Caracas, qué va a tener 50 litros per cápita. ¡Imposible, no los hay! Determinadas zonas de Venezuela están en esa condición, especialmente las zonas norte costera, que son las que representan el 80% de la población”.

Dicha condición afecta a los venezolanos desde hace aproximadamente 10 años, cuando el racionamiento de agua empezó a dar sus primeros pasos que, entonces, el gobierno nacional adjudicó a la sequía y al fenómeno natural El Niño. Con el paso del tiempo la crisis empeoró, y los apagones desatados en el mes de marzo no solo disiparon las luces de los hogares venezolanos, también apagaron los motores de las represas y subestaciones que bombean y distribuyen el agua a todo el territorio nacional.

El estándar internacional habla de una procura debida por persona de 250 litros diarios. La medida está asumida por el Estado venezolana como un mandato, pues la gaceta sanitaria No. 4.044 del Ministerio de Salud publicada en 1988, y aún vigente, indica que en el medio urbano se deben proporcionar 250 litros de agua al día por habitante y en el rural 150 litros. Para 1988, los caraqueños recibían hasta 400 litros al día. Un tiempo pasado y ya olvidado.

Especialistas expresan que existen dos tipos de aguas blancas: para consumo humano, potabilizada y filtrada; y el agua blanca servida, líquido que es utilizado y lleva consigo una serie de desechos orgánicos al momento de ser botado. Esa segunda se traslada por tuberías distintas a la de aguas blancas de consumo y termina yendo a reservorios que son cañerías y cae en el rio Guaire. Pese a que no se ve sucia, está contaminada.

El uso de aguas servidas puede ser letal. En ellas existen microorganismos y bacterias vivas que afectan a la salud y generan enfermedades hídricas, principalmente cuadros diarreicos agudos. José Félix Oletta explica que “en los últimos años hemos visto un aumento en diarreas”, específicamente desde hace tres años cuando dejó de vacunarse contra el “rotavirus”. “Aumenta en proporción de la medida en que el agua no es tratada. Tenemos esas alertas tanto por el aumento de diarreas como el aumento del virus de hepatitis A; de este hay un incremento significativo del número de casos entre 2013 y 2016. Actualmente no hay cifras oficiales, pero sabemos que entre 2017 y 2018 el número de casos se multiplicó en relación de años anteriores. En el primer trimestre del año tenemos no menos de 8 o 9 estados que han reportado casos de hepatitis A con número exagerados”, indica Oletta.

Por su parte, Rafael Orihuela, especialista en medicina tropical y también exministro de Sanidad y Asistencia Social, añade que la exposición a aguas blancas servidas y aguas negras puede generar enfermedades “de todo lo que es de origen bacteriano: salmonella, shigella y un centenar de bacterias que producen diarrea y disentería”, una enfermedad que produce la inflamación y ulceración del intestino grueso provocando fiebre, dolor abdominal y diarrea con deposiciones de mucosidades y sangre. Asimismo, el médico no descarta la posibilidad de una leptospirosis, una infección que se contrae con el contacto de aguas con orina de animales, específicamente las ratas. La leptospirosis se manifiesta como un cuadro gripal con fiebre, dolor de cabeza, dolores musculares y malestar general, pero no atenderla puede ser letal.

Rafael Orihuela expone que “todas las aguas (de Venezuela) están contaminadas, comprometidas. No podemos decir que tenemos un reservorio de aguas blancas para consumo humano protegido” debido a que en el país los sistemas de tratamiento de agua y la limpieza de la misma está “en absoluto abandono hace más de 10 o 15 años”.

Orihuela afirma que los sistemas Tuy II, III, IV, Turmero, Camatagua, y La Pereza se han contaminado con el tiempo y no hay garantías de que el agua se encuentre estéril. “Hay un sistema que debe tratarse integralmente y el descuido es gigantesco”. Además, no basta solamente con tratar el agua desde las represas o subestaciones, también debe existir el mantenimiento en las tuberías que sirven de canal de distribución hasta su destino. “Donde está reservada hay que tratarla porque hay bacterias y gérmenes. Eso se hace con muchos defectos y muchas fallas. El tratamiento de las represas, sobre todo las que rodean a Caracas, están llenas de monte, musgo verde, están sumamente contaminadas”.

A su vez, un estudio elaborado por el doctor José Félix Oletta titulado El deterioro del derecho al acceso de agua potable en Venezuela, informa que los embalses que abastecen Caracas, Maracay, Valencia y otras poblaciones de la cuenca del lago de Valencia, y San Felipe “están severamente contaminados y comprometen la calidad del agua cruda, las plantas potabilizadoras no tienen la capacidad para transformarla en agua segura, con una calidad tal que pueda ser consumida”.

El informe también devela que el agua que se distribuye a la población venezolana “contiene trihalometanos y otras sustancias potencialmente tóxicas, como consecuencia de la sobredosificación de cloro y de uso de exceso de aluminio, en el intento de mejorar la calidad del agua”, violando el marco legal que regula y garantiza la cantidad del recurso hídrico en el país, primariamente el artículo 36 de la Ley Orgánica para la Prestación de los Servicios de Agua Potable y Saneamiento, publicada en Gaceta Oficial N° 5.568 Extraordinario, de fecha 31 de diciembre de 2001, el cual dictamina que “los servicios de Agua Potable y de Saneamiento deberán ser prestados en condiciones que garanticen su calidad, generalidad y costo eficiente.

Con información de Climax

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