Los Andes venezolanos ejemplifican cabalmente la paradoja de vivir en una zona colmada de fuentes de agua, pero en la que miles no tienen acceso al servicio. Corrupción, improvisación y políticas administrativas poco sinceras con la realidad económica, impiden el manteamiento de la red y la construcción de nuevas obras. Aún no se encienden las alarmas, pero cada día hay más grifos de adorno.
Trujillo. Al hablar de prestación de servicio de agua potable, son cuatro las “C” que deben atenderse si nos queremos referir a “un servicio ideal”: cantidad, calidad, continuidad y costos. Lamentablemente, eso es un mito en Los Andes venezolanos.
El geógrafo Alberto Pérez, profesor del Centro Interamericano de Desarrollo e Investigación Ambiental y Territorial (Cidiat) de la Universidad de Los Andes, considera que Mérida, aun siendo un “estado productor de agua”, actualmente no logra la regularidad en el suministro de ese bien, primordial para todo ser humano.
Como coordinador de estudios de posgrados en el Cidiat, Pérez afirma que hay suficiente información científica que indica que Mérida sigue siendo un estado productor de agua, por lo que la “C” de cantidad es uno de los componentes más favorecidos. Pero la “C” de calidad sigue dejando abierto un gran signo de interrogación, en tanto la “C” de continuidad se ha venido a menos debido a factores muchas veces ajenos a la empresa Aguas de Mérida Compañía Anónima (Aguamerca), la responsable de gerenciar el servicio en esta región andina. La “C” de costo ha sido desatendida, crea duda en responsabilidades como el mantenimiento y la construcción de nuevas obras.
Cuando se habla del servicio de agua potable, el estado Mérida resume en sus 11.300 kilómetros cuadrados lo que le ocurre a Venezuela en la totalidad de su geografía: un territorio bendecido por la naturaleza, donde el agua es un recurso abundante, pero su captación, tratamiento, distribución y saneamiento ha entrado en un ciclo de progresiva decadencia que impide “garantizar la salud y satisfacer las necesidades de consumo, cocina e higiene”, tal como reza el derecho al agua.
En Mérida se abastece de agua potable solo a 76 % de la población”, advierte Alberto Pérez, sustentado en datos recientes que maneja el Cidiat.
En cifras redondas, tomando en cuenta la proyección del Instituto Nacional de Estadística (INE) y otras fuentes, que sitúan la población de este estado de Los Andes en alrededor de un 1.100.00 habitantes para 2020, 76 % de la población atendida por el servicio de agua suma 836.000 habitantes, pero queda más de un cuarto de millón de habitantes (264.000 aproximadamente) que no cuentan con el suministro, lo que se traduce en un déficit porcentual de 24 %. Si esta es la realidad en un estado productor de agua, los especialistas del Cidiat se preguntan: ¿Cómo estará la situación en otros estados?
Con todo, las generosas cuencas situadas en la geografía de Mérida, desde donde surgen ríos como el Chama, Motatán, Mucujepe, Torondoy, Capaz, Mucujún, Albarregas, La Pedregosa, entre otros, permiten apoyar el suministro de agua potable a cuatro estados más: Trujilllo, Táchira, Zulia
Mucha gente, poca agua
Aunque la disponibilidad de agua pareciera una garantía a futuro, documentos como la “Hoja de ruta para recuperar los servicios de agua potable y saneamiento en Venezuela” (elaborado a finales de 2018 por el Grupo Orinoco) consideran que este solo factor no es suficiente.
“Se deben reactivar los proyectos inconclusos para poder atender a la población desatendida. Pero para esto es fundamental que la “C” de costo sea atendida rediseñando las tarifas y subsidios para asegurar el financiamiento”, considera el geógrafo Pérez.
Y es que la obsolescencia ya caracteriza la carcomida red de tuberías de Mérida, que en algunos tramos data de hace 70 años, cuando el estado solo sumaba 215.000 habitantes.
Las proyecciones indican que en El Vigía y zonas aledañas, donde en algunos sectores la población ha comenzado a abrir pozos subterráneos para disponer de agua, e incluso en la propia zona metropolitana de Mérida –con especial énfasis en los municipios Sucre y Campo Elías–, podrían presentarse mayores deficiencias en relación con el suministro de agua, su continuidad y calidad. Si a los factores locales sumamos variables globales, como la incidencia del cambio climático, a Mérida no le alcanzará su bendecida geografía para calmar la sed en los años por venir.
En Táchira falta mantenimiento e inversión
Durante los dos últimos años, y sobre todo en 2020, los racionamientos de agua en el estado Táchira son el pan nuestro de cada día, en gran medida por daños en el Acueducto Regional del Táchira (ART). 70 % de la población tachirense, es decir, más de 700.000 personas dependen de este sistema de disposición hídrica, y quienes no, se ven obligados a buscar alternativas de antaño, como pozos, sobre todo en los municipios de frontera y en el municipio Torbes, el tercero más pobre de Venezuela.
En marzo de 2017, el ingeniero civil egresado de la Universidad de Los Andes Táchira –ULA– Amable Varela, que fungió durante unos 20 años como jefe de Acueducto en la empresa Hidrosuroeste, alertó de que esta cantidad de personas podían quedar sin agua si no se comenzaban a hacer trabajos de manera inmediata. Dos años después lo que era una advertencia se convirtió en una realidad.
Varela explicó que era necesario sustituir cuanto antes 90 % de las tuberías que integran el Acueducto Regional del Táchira –ART–, ante las constantes roturas registradas en los últimos años en su tubo matriz. Precisó que, de acuerdo con las especificaciones técnicas de las tuberías, su vida útil es de 30 años y ya tienen 40 de funcionamiento, por lo que el esfuerzo técnico y monetario que se hace para las reparaciones a una estructura que colapsó, que agotó su vida útil, no sirve, deben hacer cambio total de tuberías.
Hay es que remplazar, porque corrijo la fuga hoy, pero dentro de una semana se me vuelve a reventar. En el tramo de la autopista donde ocurrió la tragedia (el 1° de marzo de 2017 reventó un tubo matriz de 40 pulgadas en la Autopista San Cristóbal-La Fría que causó la muerte de un transeúnte y dos heridos), sin exagerar, pudiéramos contar 500 reparaciones, es un rosario de remiendos, y seguimos gastando dinero en reparaciones”, dijo.
En 2020, San Cristóbal ha sido sometida a racionamientos de agua de hasta ocho días consecutivos. Lo mismo ocurre en los municipios de la zona metropolitana. Recientemente, en junio, en el sector Santa Eduviges, en Táriba, reventó un tubo matriz que ocasionó la pérdida total de más de 10 viviendas, cuyas familias quedaron damnificadas, sin indemnización ni respuesta gubernamental.
La frontera retrocede en el tiempo
En Táchira, en muchos sectores permanecen sin agua por semanas y meses. Pero una de las zonas donde la situación es más dramática es la frontera. En los municipios Bolívar y Pedro María Ureña todo se complica más con la alta presencia de población flotante que cruza desde Colombia, lo que representa mayor consumo, sobre todo ahora, que con la pandemia lavarse las manos puede significar la diferencia entre vivir y morir.
Un mes sin agua tienen en este momento en San Antonio del Táchira quienes se surten del acueducto El Mesón, que incluye la zona sur, Llano Jorge, Libertadores, parte de Cayetano y Villa Bolívar, según relata Giovanny Ramírez, un ingeniero de la localidad que conoce muy bien los sistemas de agua del municipio Bolívar.
El Mesón toma el agua del río Táchira, y era una gran opción. Tenemos un mes corrido sin agua y ahorita apenas empezó a llover cerraron compuertas del acueducto porque se vienen palos, piedras y basura. Pasa que se han robado dinero de los proyectos para el acueducto”, advierte.
Explica que son tres los sistemas que surten de agua el municipio fronterizo, el ya mencionado El Mesón, el Acueducto Regional del Táchira (ART) y los Pozos de la Guadalupe, todos carentes de mantenimiento y son administrados por Hidrosuroeste.
“El ART le da agua a la zona norte del municipio Bolívar y a los barrios del centro y Miranda. Los Pozos de la Guadalupe dejaron de funcionar por los años 2005 y 2006. Lamentablemente, en la era del chavismo se abandonaron, y en la zona el gobierno permitió invasiones y contaminaron esa agua”, añade.
Buscando soluciones a la crisis hídrica, en la frontera de Táchira con Colombia regresaron en el tiempo, justo en la zona donde está el puente internacional Simón Bolívar y donde la temperatura oscila entre 35 a 40 grados centígrados casi todo el año.
La alternativa que hallaron está en el pasado, en sistemas que no pensaron volver a usar en Los Andes venezolanos. Construyeron pozos artesanales porque el agua no llegó más por tuberías de manera regular. El ingeniero Ramírez es uno de los habitantes de frontera que ha asesorado estas obras y coopera en la realización de los pozos.
“Uno de los pozos que se ha hecho es el estilo puntillo. Se hace la perforación con una máquina hasta buscar un nivel con un tubo de dos pulgadas, como un canal se sigue bajando dos o tres metros, como si estuviera perforándose para petróleo. Ya cuando la persona consigue el agua lo siguen bajando de forma prudencial, ese puntillo se encapsula con un filtro y se pone una bomba de media y se sustrae agua”, detalla.
Este tipo de pozo se emplea sobre todo para viviendas; ya para industrias, negocios o comunidades más grandes requieren un pozo con perforación de hasta 30 o más metros de profundidad.
Perforar un pozo para tener agua no es soplar y hacer botellas, se requiere conocimiento o, de lo contrario, se tiene que contratar a quienes saben hacerlo. Ramírez dice que los costos no están al alcance de todos. Agrega que dependiendo de la profundidad del pozo es la potabilidad: “Los pozos de mayor profundidad los están haciendo sobre todo a nivel de industrias”.
De 400.000 a 500.000 pesos colombianos puede costar cada metro de profundidad de la construcción del pozo, además debe incluirse en los costos la bomba que hace subir el agua, explica Ramírez.
“Estos pozos son la única alternativa ahora que permite al habitante de la frontera tener agua”, dice el ingeniero.
Acueductos de Trujillo superaron años de vida útil
Hidroandes se encarga del abastecimiento de agua potable en Trujillo, otro de los estados de Los Andes, y Barinas, desde donde tiene todo centralizado. Consta de cinco zonas o acueductos principales: el de Valera, que cubre todos los municipios de la zona metropolitana; el de Trujillo, que atiende a la ciudad capital y comunidades aledañas; el de Carache-Candelaria; el de Boconó, y el Triestadal de Torondoy, que atiende parte de tres estados del sur del lago de Maracaibo, sin contar los rurales que están bajo la dirección de las alcaldías.
Luis Artigas, fundador y antiguo gerente de Hidroandes (1991-2000), explica que las tuberías de todos los acueductos en el estado Trujillo tienen más de 30 años, lo que significa que ya superaron los años de vida útil para las que fueron proyectadas, por lo que se requiere el cambio de tuberías principales y de aducción de las redes de distribución.
El estado Trujillo y sus municipios, en especial Valera, presenta una gran deficiencia en el abastecimiento de agua potable, tanto en términos de calidad como de cantidad y regularidad, según un diagnóstico realizado por el Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV), seccional Trujillo. Artigas expone que la situación de déficit se agudiza en Valera porque todo el sistema de agua potable del Acueducto Metropolitano funciona por bombeo.
Un grupo de especialistas de distintas comunidades de Valera, encabezados por el ingeniero Artigas, se organizó en una comisión técnica y multidisciplinaria que logró la inspección, a principios de noviembre de 2018, de todo el engranaje del Acueducto de Valera, ante la crisis de agua potable que en varias oportunidades y en los últimos años ha dejado sin agua por meses a buena parte de los sectores de los cinco municipios que atiende el sistema.
El informe que levantó la comisión reveló que las instalaciones de Hidroandes y sus bienes nacionales: dique toma, planta de tratamiento, estación de bombeo, tanques de presión, bocallaves y demás, además de estar obsoletas, se encuentran sin vigilancia y “en total abandono”, mientras que su parque automotor ha sido “desvalijado” en los últimos años.
El acueducto actualmente no maneja zonas de presión, los siete tanques con los que cuenta el municipio Valera se encuentran inoperativos. “Unos están ‘baypassiados’, y en los otros todo lo que entra le sale inmediatamente, si el agua no entra al tanque nunca agarra carga y, por tanto, nunca genera presión”, por lo que cuesta mucho que el agua llegue a las tuberías de las casas y los edificios de muchos sectores.
El tanque N.° 5, pulmón del sistema, hasta hace más de un año, según el mismo informe, era usado como vivienda, mientras otros sirven de balnearios públicos. El sistema de bombeo funciona en situación crítica sin equipos en stock.
Proyectos y propuestas
Al respecto, la misma comisión del CIV-Trujillo elaboró un proyecto para la Construcción del Acueducto Metropolitano de Valera hace varios años, propuesta que se centra en eliminar el sistema de bombeo, aprovechando la gravedad, además de resaltar la importancia de invertir en nuevos equipos y sus sistemas conexos.
En cuanto a la situación del Acueducto Triestadal de Torondoy también es crítica, porque las redes de conexión son muy largas y tiene muchas tomas clandestinas. Sobre los recursos hídricos, Artigas afirma que Trujillo cuenta con bastante agua, fuentes subterráneas (galerías filtrantes y pozos) y superficiales (ríos, quebradas y manantiales). En cuanto a los pozos, detalla que cuenta con un aproximado de 20 pozos subterráneos, incluidos cuatro sin funcionar, ubicados en el eje vial Valera-Trujillo.
Con información de Crónica Uno