“Ayer no teníamos qué comer, uno a esta edad pasa las de Caín, yo no era así, yo era gordita pero ahora estoy como un carapacho”.

Luisa Elena Viscaya de Noguera describió con esa expresión de origen bíblico, las dificultades que con sus más de ochenta años debe enfrentar para comer.

Como si se tratara del mismo castigo del hijo de Adán, los ancianos viven en sufrimiento, nerviosos y alarmados ante la situación económica y de desabastecimiento que vive el país, que los ha afectado al punto de no tener la certeza de saber si tendrán algo para comer.

Luisa Elena es una de las 30 personas de la tercera edad que se benefician en la Casa de los Abuelos en Santa Rosa, Barquisimeto. Es una casa familiar que desde hace 22 años brinda el servicio de alimentación gratuito a los ancianos de la comunidad.

Desayuno, almuerzo, meriendas y paseos era la cotidianidad, no faltaban las donaciones, y las despensas estaban llenas porque todos estaban complacidos de colaborar con la iniciativa de la señora Inés Mujica.

Pero tiempo después las colaboraciones mermaron, y aunque actualmente reciben un aporte económico de la Gobernación de Lara, la verdadera dificultad está en encontrar qué comprar con ese dinero, para poder suplir las necesidades alimenticias de los abuelos.

Carmen Cecilia Colmenárez es fundadora de la Casa de los Abuelos, con tristeza dice que ahora la casa sólo funciona de martes a viernes y en ocasiones ha cerrado por tres semanas por no tener alimentos para preparar. “Todo ese tiempo ellos están sin comer porque para la mayoría, este es el único sustento”.

El servicio se redujo a ofrecer sólo el almuerzo, y en porciones pequeñas. Desapareció la arepa, la pasta, el arroz, el azúcar, la mantequilla y todos los productos de primera necesidad que no se consiguen en el mercado. Los menús son preparados a base de verduras y vegetales, explica María Debíes, ayudante de la cocina desde hace 19 años.

Cerca de la casa hay una pollera, pero pese a que le han presentado innumerables escritos solicitándoles la ayuda para obtener el producto a bajo costo, éstos se han negado. “A veces compramos carne y pollo pero muy caros”.

Y esa comunidad se encuentra en las llamadas “zonas de silencio”, catalogadas así porque la existencia de abastos y comercios asiáticos es muy poca o nula.

¿Qué opción pueden tener estas casas?

Al consultarles a los voluntarios si habían sido atendidos por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), negaron con la cabeza, ese gesto fue suficiente para percatarse que ni siquiera fueron tomados en cuenta en el censo a fin de proveerles los alimentos que necesitan para la atención de estos ancianos.

El lema que repite constantemente Érika Farías, coordinadora nacional de los CLAP, sobre “atender a los sectores más vulnerables”, queda en duda, luego de conocer la realidad de estos abuelos.

Aunque no se busca minimizar los logros que los coordinadores locales ofrecieron como balance de las atenciones que los CLAP han hecho en Barquisimeto, surge la interrogante sobre el por qué no son tomados en cuenta los albergues y hogares de atención.

Por obra y gracia de Dios

El Hogar San Vicente de Paúl, que ofrece albergue, alimentación y atención a 55 ancianas, acompañadas por las Hijas de la Caridad, también ha sido tocado por la escasez.

Cuenta Sor Raisbely Mosquera, que años atrás a las abuelas que están en cada una de las casas que conforman el recinto, se les entregaba un mercado semanal para que ellas mismas se encargaran de preparar sus propios menús, a su gusto.

Ahora, la situación cambió radicalmente. Sólo se prepara un menú y cada una de las ancianas pasa con su bandeja a retirar su porción, pequeña, para que alcance para todas.

En esta casa hogar tampoco han sido atendidos por los CLAP, el consejo comunal es indiferente.

Sólo les queda la ayuda de los benefactores que son empresas privadas y pequeños comercios que se comprometieron voluntariamente a abastecerlos con los productos básicos. Aunque a veces no pueden responder, “pasamos tres meses sin azúcar” manifiesta Sor Raisbely.

También, la directora de la asociación, Sor Ramona, viaja cada semana a Sanare y otras zonas aledañas a la ciudad, a fin de conseguir las frutas y verduras a precios más bajos.

-No voy a decir que no necesitamos la ayuda de los CLAP, pero tampoco quisiera que se prestara para manipulaciones políticos o tema de alarde.

Ante esta situación, las abuelas del Hogar San Vicente de Paúl están afectadas anímicamente, se nota en sus rostros, y pese a que las hermanas le brindan toda su atención para que las situaciones políticas no las afecten, ellas insisten en estar informadas, piden el periódico o ver las noticias en el televisor.

-A veces se alarman demasiado, pero aquí tratamos de no descuidarlas ni dejar de hacer las actividades importantes para animarlas como celebrar el Día del Abuelo, Día de las Madres y Navidad, claro que anteriormente era mejor, no lo dudamos.

Para Sor Raisbely el lugar donde ella colabora no debería existir. Como una opinión muy personal dice que siente tristeza del abandono de los familiares y de la discriminación que padecen los abuelos, pero a la vez “doy gracias a Dios que están con nosotros porque aquí les damos mucho amor”.

Contacto para donaciones

Para que estas casas puedan continuar con su labor, dependen de las contribuciones voluntarias del mayor número posible de personas, empresas e instituciones públicas y privadas.

–              Asociación Civil Hogar San Vicente de Paúl

Dirección: Barrio Ajuro, calle 15, Barquisimeto

Correo: hogarsanvicente.barquisimeto@gmail.com

–              Casa del Abuelo Santa Rosa

Dirección: Santa Rosa, calle 23 de enero, segunda casa después del mirador.

Correo: inesmujicastr@hotmail.com

FUENTE:EL IMPULSO

02 DE OCTUBRE DE 2016

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