“Un desastre como el virus, que tiene lugar en un contexto político-social convulsivo, verá en potencia su intensidad. En Venezuela los efectos del COVID-19 aún están por verse”.
Rogelio Altez, antropólogo y profesor de la UCV, habló precisamente de ese tema en el foro Impacto de la COVID-19: Visión de Las Academias, y estableció una diferenciación entre los desastres, como un huracán, que responden a tipos de energías naturales, y los que son resultados de procesos humanos, que conducen a desenlaces catastróficos y son capaces de afectar a las sociedades por varias décadas.
Científicamente falta mucho por decir de la pandemia. Es un virus que se analiza en tiempo real y que, sin lugar a dudas, tendrá mención importante en la historia de cada uno de los países del mundo. Por tanto, en lo sucesivo mostramos otro enfoque de la pandemia, más relacionado con las relaciones humanas y su combinación con los desastres naturales o de otro tipo.
Efectos adversos
En su reflexión, Altez destacó que las amenazas son el resultado de las relaciones que establecen los humanos con la naturaleza y con dinámicas que no son propias de las vidas de sociedades.
Cuando estos fenómenos se tropiezan con el hombre, pueden desencadenar efectos adversos que terminan convirtiéndose en hechos y problemas sociales e históricos.
Esto no solamente tiene lugar con algunas dinámicas particulares de la naturaleza, sino inclusive con organismos microscópicos como en este caso los virus y las bacterias, agentes que viajan y se propagan con los seres humanos”.
Señaló que en Venezuela hay momentos históricos que evidencian esa dinámica. Citó, por ejemplo, el período colonial cuando la vulnerabilidad a los contagios fue un asunto cotidiano.
En esa época, la lista de crisis epidémicas identificadas en el discurso documental se relacionaban con pestes o calenturas: viruela, malaria, vómitos, puntadas o pujos.
En el caso de la viruela, entre los años 1763 y 1769, explicó que su extensión en el tiempo tuvo que ver con la lentitud de propagación, asociada con las formas de comunicación del momento.
Solo en Caracas había alcanzado entre 10.000 y 13.000 víctimas. En la provincia de Cumaná hubo 8396 contagios y 2005 muertes. Esto representó 24 % de fallecidos entre los enfermos.
El cólera, en el período de 1854 a 1856, también lo puso sobre el tapete. Por esa patología fallecieron 14.500 personas, 7000 de ese total entre Caracas, Valencia, Margarita y Cumaná.
Luego hay otras enfermedades que hacia 1907 igualmente causaron muertes: paludismo, fiebre tifoidea, tuberculosis, disentería, diarreas, anemia, afecciones hepáticas, parásitos, tétanos y otras fiebres.
Solo ese año los decesos por diversas enfermedades sumaron 27.316 en todo el país, que apenas superaba los 2 millones de habitantes, de acuerdo con los datos proporcionados por Altez.
Luego nos alcanzó la pandemia de 1928-29: la influenza AH1N1, que cobró su primera víctima el 1° de octubre.
El 28 de ese mes se creó la Junta de Socorros que administraría el problema, en medio de la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez, “quien fragmentó la atención y la asignación de recursos para la epidemia por estados, privilegiando el área de Caracas”.
Se creó también la publicación de los Anales de la Dirección de Sanidad Nacional, que presentaba las cifras de todas las enfermedades y decesos de Sanidad Nacional, y por decreto gubernamental se da fin a la epidemia, aunque eso no significaba el fin de la enfermedad en el país.
“Y en esto tenemos que tomar en cuenta de nuevo la relación con los contextos históricos y la corresponsabilidad de las sociedades, pues depende de sus condiciones y vulnerabilidad de propagación. En el caso de la pandemia de 1918-19, la mal llamada gripe española, en Venezuela impacta a partir de octubre de 1918 y las respuestas fueron sólidas en el caso de la capital. Hubo además resultados positivos, como las publicaciones de las estadísticas epidemiológicas y la profesionalización de la medicina en relación con este tipo de enfermedad, de la cual no se tenían datos muy claro y había acabado con 1 % de la población”.
La pandemia de hoy
El profesor Altez destacó que los efectos del COVID-19 son globales por su alcance, pero no por la globalización.
“El virus como tal no produce el desastre, lo hacen las condiciones de vulnerabilidad mostradas por casi todos los países. Esta enfermedad es una amenaza en sí misma, pero sus efectos se encuentran contextualmente determinados. Quizás los mejores ejemplos para comprender estas premisas los podamos observar en el caso de Venezuela y sus hasta ahora 5 millones de migrantes”.
Explicó que las enfermedades que aquí son epidemia, dengue, hepatitis, sida, y otras, se han propagado de la mano de muchos venezolanos que se han ido y ahora se han convertido en una amenaza para países vecinos.
El problema no es la enfermedad, sino el conflicto social que empujó a los venezolanos a salir del país, y ese contexto histórico debe analizarse en esta dinámica de la pandemia”.
Y, de nuevo, hizo referencia a la viruela en la Colonia y su lenta propagación por la poca movilidad poblacional; y a la influenza de 1918 que se extendió por todo el planeta en medio de un contexto histórico determinado por la Primera Guerra Mundial.
Por tanto, consideró que el análisis de las enfermedades contagiosas, como los efectos del COVID-19, no debe enfocarse únicamente en el problema médico-biológico.
“La incorporación de variables históricas y sociales es fundamental para comprender los resultados catastróficos de ciertas epidemias. La COVID-19 es un desastre global, he dicho, pero sus efectos son heterogéneos y dependen de las condiciones de cada país, en Venezuela, con una convulsión política y social ,sus efectos están por verse”, dijo el investigador durante el foro virtual de Las Academias.
Con información de Crónica Uno