La suspensión de operaciones aéreas y de líneas de transporte extraurbano convirtió al taxi particular en la única opción para poder movilizarse dentro del país. Pero las tarifas no son accesibles para muchos venezolanos, pues recogen gastos que no existen en otros países, como la escasez de gasolina y el llamado matraqueo de funcionarios en alcabalas
De Caracas a Batatal, un pueblo del estado Trujillo, hay una distancia de aproximadamente 515 kilómetros, que se recorren en unas ocho horas en automóvil. Por ese trajinar, cobran 50 dólares por persona algunos conductores que tratan de matar cuatro pájaros de un solo tiro al llenar el carro con tres pasajeros atrás y otro sentado cual copiloto.
Eso fue lo que pagó Fahisbelia Villamizar para visitar a su familia en su pueblo de origen, a quien no veía desde enero pasado, dos meses antes de que el gobierno confirmara los primeros casos de covid-19 en el país y decretara un estado de alarma que ha tenido como medidas principales la cuarentena, las restricciones de movilización en el país y la suspensión de los vuelos comerciales.
«Desde enero no había podido ver a mi papá y necesitaba llevarle sus medicamentos. También fui para que me viera y estuviera tranquilo, no podemos comunicarnos con regularidad porque no hay señal de celular», dice Villamizar. «La carrera cuesta 50 dólares de ida, y 50 de venida. Ocho horas de acá y ocho horas de allá. El transportista cobra eso para poder pagar gasolina dolarizada cuando se le acaba el cupo o cuando no hay gasolina. Pero no me pareció costoso. Claro, para el que no tiene 100 dólares pesa, pero regularmente la gente viaja por una situación particular o para ver a su familia que tiene meses o años que no la veía».
De Madrid a Almería, ciudades separadas por 550 kilómetros y un tiempo de recorrido de cinco horas y 50 minutos (mejores carreteras, por supuesto), cobran entre 25 y 30 euros (entre 30 y 35 dólares, aproximadamente) por persona en una aplicación francesa que se llama BlaBlaCar, que transporta a varias personas en el mismo carro. Esto significa que en Venezuela un viaje por una distancia de 35 kilómetros menos es 20 dólares más caro que en España.
Un viaje de Ciudad de México a Guadalajara, Jalisco, que son 536 kilómetros aproximadamente y una duración de seis horas y 50 minutos, cuesta 484 pesos mexicanos en la misma aplicación BlaBlaCar, que equivalen a 24 dólares, casi la mitad de lo que sale un viaje de Caracas a Trujillo, de una distancia con 20,5 kilómetros de más.
Una tormenta perfecta
A Fahisbelia Villamizar la llevó a Batatal y la regresó a Caracas Salvador Polo, un transportista extraurbano con 22 años de experiencia, quien, junto con otros cinco compañeros, se vio en la necesidad de empezar a hacer viajes desde Trujillo a Distrito Capital en su carro particular debido a la suspensión de las operaciones de las líneas de transporte extraurbano, comenzando con una tarifa de 30 dólares por pasajero.
«Cuando el 12 de marzo de este año llega la pandemia a Venezuela y automáticamente se paraliza el país, paramos las unidades y nos quedamos desempleados. Vimos la necesidad de buscar algunos recursos, ver cómo sobrevivíamos, ver de dónde sacábamos los costos para nuestra alimentación y manutención de la familia. Los transportistas de rutas extraurbanas de verdad nos hemos visto en una dificultad terrible, hemos desempeñado tareas para buscar cómo sobrevivir, hasta vendiendo helados, empanadas, arepas y cambures maduros en las colas de gasolina. Hasta este extremo de pasar por estas graves necesidades nos ha llevado el gobierno de Nicolás Maduro. Tenemos nueve meses encarcelados, sin producir un céntimo de nuestra experiencia».
Para buscar pasajeros, pone en su estado de WhatsApp a dónde saldrá, cuándo y a qué hora. «Carro por puesto», escribe. Para asegurar el retorno con el carro lleno, vuelve poner el anuncio en el estado. «Ya hay personas que saben o personas que le dicen a otros que hay un señor que lleva pasajeros y que es de confianza. De esa manera aseguramos los del regreso. Y ya como van nueve meses con este sistema, uno va haciendo lo que se llama la clientela».
Tanto en Boconó como en Caracas, Polo, que tiene un Chevrolet Grand Vitara año 2008, con un tanque de 55 litros, hace dos veces la cola de la gasolina. «Se pone el tanque full, voy al garaje, retiro el combustible, lo coloco en el bidón, y vuelvo a salir a equipar. Tengo que salir con 70 litros de gasolina que es lo que se gasta de Boconó a Caracas (y viceversa). En el peaje La Cabrera (Maracay) tengo que volver a llenar el tanque. Esta es la hazaña que hago para poder trabajar. Y también por ese combustible que llevo ahí, los funcionarios empiezan a fastidiar que para dónde, que por qué y todas esas preguntas».
Además de la gasolina, que a veces la pagan en dólares en el mercado negro, Polo cuenta que otro problema que enfrentan son las alcabalas de policías y militares. Han aumentado en estos meses de pandemia por las restricciones en la movilización entre municipios y estados, muchos de los cuales cobran «vacunas» para dejar pasar.
«A mitad de camino, saliendo de Boconó, en puntos intermedios: Batatal, Campo Elías, Biscucuy, Guanare y ya al caer en la autopista; nosotros, de los 30 dólares que llevamos por persona, tenemos que dejar dos dólares en cada alcabala. De Trujillo a Caracas vamos siendo, como se dice, matraqueados. Hay viajes que legalmente uno llega aquí a la capital o a Boconó sin nada, como si en realidad hubiésemos hecho puro el favor. Nos dicen que no estamos autorizados, que no tenemos permiso, que no son los carros adecuados y los 1.200 pretextos. Nosotros, que somos personas sin empleo, pasando las de Caín, tenemos que aceptarlo».
Polo tuvo que aumentar la tarifa que cobra a los pasajeros de 30 a 50 dólares, que fue lo que pagó Fahisbelia Villamizar, al darse cuenta de que buena parte del dinero que hacía se le iba en gasolina «bachaqueada» y se iba quedando en las alcabalas que se encontraba a lo largo de la ruta entre Trujillo y Distrito Capital.
Reportes de otros transportistas y dueños de taxi dan cuenta de que en otra ruta, desde Guayana (Bolívar) hasta Caracas, un conductor puede pasar por unos 27 puestos de policías y militares, aproximadamente.
El testimonio de Polo evidencia que, efectivamente, en Venezuela los kilómetros recorridos y la gasolina no son los únicos costos que inciden en la tarifa de un taxi. Existe, pues, un abanico de factores que no hay en ningún otro país que hace que prestar este servicio sea más costoso que en naciones con mayor capacidad de pago.
Además de la escasez de gasolina y las alcabalas de funcionarios que piden pa’l fresco, otros factores que juegan en contra de la prestación de este servicio son el alto costo del mantenimiento del vehículo —que ha paralizado buena parte del parque automotor—, el mal estado de las vías y el riesgo que se corre en la ruta por la reinante inseguridad. El estado de las carreteras hace que los viajes duren más y que ya no quieran viajar de noche.
«La falta de repuestos y la escasez de gasolina son factores que no hay en otros países y que lamentablemente los tenemos acá. Tenemos que lidiar con todo eso. A lo largo de la pandemia hubo momentos en los que se tuvo que pagar 40 o 50 dólares para tanquear. El problema de la gasolina hace que el costo se eleve. No ha sido nada fácil a lo largo de estos meses», dice el directivo de una consolidada línea de taxi de Caracas, que solicitó el anonimato.
En julio arrancó un plan de distribución y comercialización del combustible importado de Irán con un esquema dual de precios: uno subsidiado en Bs. 5.000 bolívares al que tienen acceso limitado los conductores registrados en el sistema patria, y uno dolarizado en $0,50. Sin embargo, esta medida no ha logrado solventar la severa escasez de gasolina, que en el mercado negro se vende hasta en cinco dólares el litro.
Por la escasez de gasolina han dejado de hacer viajes largos desde la capital a estados como Bolívar, Apure, Táchira y el Zulia. Para hacerlo, hablan con antelación con el cliente para planificar el viaje y buscar la manera de tener garantizado el combustible. Ahorita, lo máximo que se ha estado haciendo son carreras hasta Barquisimeto, Lara, que cuestan 300 dólares aproximadamente, ruta que se puede hacer ida y vuelta con un solo tanque.
De Caracas a San Fernando de Apure, que son 409,4 kilómetros, cobran 430 dólares, por lo que sale exactamente en un dólar y cinco centavos por kilómetro. Aunque el rendimiento de un carro por cada litro depende del modelo, del tamaño y de los cilindros que tenga, un litro de gasolina rinde 10 kilómetros, por lo que 10 litros alcanzan para viajar 100 kilómetros, en promedio. Esto significa que una unidad con una capacidad de 48 litros necesitan casi dos tanques para poder hacer el viaje y luego regresarse a Caracas.
Álvaro, un venezolano que vive en Panamá con su esposa y su hijo desde 2016, preguntó al dueño de un taxi cuánto le cobraba una carrera de Caracas a San Fernando de Apure por si se decidía ir al país en diciembre para visitar a la familia de su esposa. Ya el gobierno autorizó los vuelos comerciales entre ambas naciones. «Me dijo $1.200. Le dije que le avisaba. No sé si ese es el precio», contó en un tuit que en poco tiempo se volvió viral, en el que agregó que decidió consultar a otros taxistas.
De ser cierto, la tarifa por el viaje en taxi costaría casi lo mismo que un vuelo desde Maiquetía hasta Moscú, Rusia, con la aerolínea Conviasa, cuyo boleto más económico sale en 1.279 dólares, ruta que la empresa estatal inaugura el 13 de diciembre, lo cual es paradójico, pues hay vuelos para viajar a la capital de Rusia, a 9.930 kilómetros de distancia, pero no para ir a San Fernando de Apure.
La vida en dólares también afecta
El directivo de la línea de taxi agrega que otro factor que se vive exclusivamente en Venezuela y que ha incidido en el aumento del costo del servicio es el encarecimiento de la vida en dólares en el país, lo que significa que cada vez se necesiten más dólares para adquirir la misma cantidad de productos.
En este sentido, el economista senior de Ecoanalítica Luis Arturo Bárcenas, indica que una de las connotaciones que explican la diferencia de costos del servicio tiene que ver, precisamente, con lo que dice el directivo de la empresa de taxis, que técnicamente se llama apreciación real del tipo de cambio, que es que el tipo de cambio no crezca al mismo ritmo en el que crecen los precios, o la inflación, que es lo mismo.
El experto señala que en la medida en que se enfrente una inflación en bolívares cada vez más agresiva, y el tipo de cambio no se ajuste de forma completa, lo que se obtiene por cada divisa en bolívares es menor a lo que se debe gastar en bolívares. «Eso amerita que tú sacrifiques un monto de divisas cada vez más grande para adquirir la misma cantidad de bienes o para sufragar un mismo nivel de gasto en bolívares».
«Alguien que ofrece un servicio y tiene que sufragar gasolina y otros costos en bolívares, como un taxista, cada vez que recibe un dólar se da cuenta de que, como los precios en bolívares están creciendo muchísimo, tiene que sacrificar cada vez más dólares para echar gasolina. Eso, automáticamente, lo va a incorporar al precio que él fije en dólares».
Menos unidades para suplir la demanda
Las líneas de taxi, incluso las más antiguas y robustas, han enfrentando en los últimos años una importante reducción de su flota por la crisis económica. La empresa Taxi Tour, por ejemplo, tiene actualmente entre 60 y 70 unidades activas, cuando en 2017 tenía más de 100 vehículos prestando el servicio. La reducción se debe en buena parte a que a muchos conductores se les han dañado sus carros y se les ha hecho imposible repararlos por los exorbitantes costos de los repuestos. Esto se traduce en una merma de la oferta de este servicio.
Bárcenas explica que, en una crisis económica generalizada, el primero que tiende a sufrir una deficiencia de oferta es el mercado de los servicios —como taxistas o plomeros— en comparación con el mercado de bienes. «La escasez de medicinas, por ejemplo, se puede resolver importando, pero buscar el reemplazo de un taxi es más difícil. Es más fácil suplir la deficiencia de un bien transable que de un servicio. No se puede ir a Nueva York a importar un taxi o un taxista, que son bienes no transables o no comercializables, por eso es más difícil para el mercado de servicios suplir bienes localmente».
En 2015 el parque automotor se estimaba en 4,5 millones de unidades en todo el país. La cifra se redujo a 3,5 millones de unidades en los últimos cinco años por la destrucción del poder adquisitivo que dificulta mantener el vehículo, más la merma de la producción nacional de automóviles que, en 2019, registró una caída de 99,6% en comparación con 2009, según datos de la Cámara de Fabricantes Venezolanos de Productos Automotores (Favenpa).
Al menos 70% del parque automotor está en un proceso de envejecimiento, es decir, que tiene más de 10 años, según la Cámara Nacional de Comercio de Autopartes (Canidra).
La demanda de taxi ha aumentado notablemente en estos meses de pandemia por la necesidad que tienen muchos venezolanos de movilizarse por asuntos de salud, familiares, de trabajo o porque quedaron varados desde marzo, cuando el gobierno decretó la cuarentena. La presión de la demanda de transporte ante una oferta reducida es lo que encarece el servicio.
Además, los taxis son prácticamente el único medio que existe para movilizarse, exceptuando unidades que trabajan de manera ilegal. Los autobuses expresos ejecutivos están parados y el gobierno mantiene la suspensión de vuelos comerciales nacionales pese a las súplicas de gremios y de pasajeros, sobre todo ahora que se acerca la época navideña. Los aeropuertos de Maiquetía, Maracaibo, Porlamar, Barcelona, Barquisimeto, Valencia, Punto Fijo, San Antonio del Táchira, Puerto Ordaz, Maturín y Caracas están cerrados por orden del Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (INAC).
Con estas restricciones, Venezuela volvió al siglo XIX: hay que agarrar un barco en la Guaira, ir a Curazao para llegar a Maracaibo.
Con información de Tal Cual