“Doctora: Mi hija no ha salido embarazada y ya tiene 14 años“. La frase de una paciente que venía a la consulta retumbó en los oídos de la doctora Verónica Mendoza*, quien atiende en el Hospital Central de Valencia desde hace más de cinco años. Especialista en ginecología, ya había visto casos de niñas de 11, 12, 13 y 14 años embarazadas; pero nunca que una madre hiciera el reclamo de que una jovencita de esa edad no haya dado a luz. “Vino preocupada porque la hija ya tenía un novio y no había quedado en estado”, contó.

En ese mismo centro asistencial, también conocido como la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera, Mendoza ha visto niñas cada vez más jóvenes convertirse en madres. El problema del embarazo adolescente ya no atañe a muchachas de 16 años para arriba únicamente: el grueso de jovencitas menores de 14 ha incrementado con los años.

De acuerdo con los últimos registros del Instituto Nacional de Estadística (INE), que datan de 2012, para ese año unas 7.452 niñas menores de 15 años quedaron embarazadas. La cifra tuvo un crecimiento alarmante en comparación con la data de 2001, cuando la cifra que arrojó el instituto fue de 5.377 jovencitas. Un incremento de 28% en un lapso de 11 años.

En otras publicaciones, el INE ha revelado cómo este fenómeno ha crecido con el tiempo debido a la falta de políticas públicas efectivas por parte del Estado. Los registros de nacimiento del año 2012 revelaron que 22,2% de los nacimientos anuales son de madres adolescentes menores de 20 años.

En esta problemática, Venezuela se lleva el primer lugar de la región como el país con mayor número de embarazos adolescentes, señaló el Fondo de Población de las Naciones Unidas en Venezuela (Unfpa) en un reporte emitido en abril de este año.

“Ya no es algo extraordinario. Cada vez hay más pacientes adolescentes: Ya no es que hay una niña embarazada en el liceo. Ahora son 10 por salón”, dijo la doctora del centro asistencial ubicado en Carabobo. “He tenido abuelas de 24 años y madres de 12 en mi consulta“, agregó. Sin embargo, el caso de embarazo más joven que ha atendido fue el de una niña de 10 años.

Mendoza destacó que existe un patrón en las niñas que asisten a su consulta. Las parejas de las adolescentes son mayores y, en algunos casos, rondan los 20 y los 30 años. Otro punto en común es el entorno en el cual se desenvuelven las jovencitas, en donde se presentan problemas con las drogas, disfuncionalidad de la familia y delincuencia.

“En los casos de niñas más jóvenes existe un componente de abuso en los que hay actos lascivos por parte de un adulto que sabe cómo envolver a la adolescente, cómo estimularla desde el punto de vista hormonal para que sea permisiva”, explicó. Añadió que la figura paternal suele ser muy intermitente y cambiante y que la figura del abusador sexual se encuentra en el mismo entorno, “siempre es alguien conocido, un vecino o un familiar”.

Una sociedad que las empuja

Ana María Aguirre, psicóloga de la Asociación Civil de Planificación Familiar (Plafam), precisó que normalmente las parejas de las adolescentes embarazadas suelen ser cinco años mayores. También indicó que las relaciones sexuales con una niña menor de 12 años son calificadas como violación de acuerdo con el artículo 259 de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (Lopna).

No obstante, la especialista dijo que “culturalmente, en entornos de pobreza, se ve como positiva la relación de las niñas y adolescentes con hombres mayores que ellas” porque se empuja a la jovencita a formar su propia familia y dejar el hogar. “Los ámbitos de mucha pobreza tienden a replicar este tipo de cultura porque esa niña es otra boca más que alimentar en la casa”, apuntó.

Un estudio cualitativo realizado por el Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (Idenna) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) arrojó entre sus conclusiones que parte de las jovencitas quedan embarazadas para escapar de la violencia intrafamiliar. Otro punto que beneficia al embarazo adolescente es la aceptación con la que cuenta en la cultura popular, donde es valorado en las familias como “parte de la realización de ser mujer”.

La falta de metas de vida y proyectos claros en materia espiritual, académica, personal y profesional también es uno de los principales factores que juega en contra de las adolescentes.

El desconocimiento del uso de métodos anticonceptivos juega un papel clave en los altos índices de embarazos según el estudio. No obstante, mitos y falsas concepciones en torno a este tema representan una limitante para las jóvenes al momento de decidir sobre su vida sexual.

Los embarazos adolescentes tienen consecuencias muy severas, no solo para las madres. En un entorno tan crítico como el que atraviesa el país actualmente, la tasa de mortalidad infantil, la desnutrición, la crisis sanitaria, la falta de medicamentos y la escasez de métodos anticonceptivos son los peores enemigos para las mamás y los niños en estos momentos.

Sin embargo, para Aguirre la solución está en implementar políticas sociales que ayuden a las adolescentes a salir de estas estadísticas. La respuesta radica en enseñar a las niñas el manejo sobre su cuerpo, en incrementar el acceso a la salud sexual y reproductiva y enseñar a las jóvenes a ser críticas ante los patrones sociales impuestos en las relaciones entre hombres y mujeres, donde la figura femenina es vista como la vulnerable.

“Hay que trabajar en las comunidades. Hay que decirles a las niñas que estudien y que tenga proyectos de vida alternativos”, expresó Aguirre. “No les estamos dando a las adolescentes otra opción que ser mamá. Hay que mostrarles que tienen otras formas de aportar a la sociedad, con proyectos económicos y académicos”.

FUENTE: EFECTO CUCUYO

27 de septiembre de 2016

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