La doctora Evelyn Niño cumplió cinco semanas pasando consultas en el cafetín del J.M. de los Ríos. Entre los comensales, a las puertas del principal centro pediátrico del país, atiende a embarazadas, a bebés prematuros, a mujeres lactantes que acuden al servicio Mi Gota de Leche, centro de lactancia del hospital de niños.

La primera mitad del mes de noviembre se averió el ascensor de la torre de consulta. La doctora Niño no puede subir las escaleras hasta el piso cuatro, donde Mi Gota de Leche ha permanecido “arrimado” al laboratorio de inmunología, debido a un problema en las rodillas.

“Tenemos el servicio en cero funcionamiento. El personal solo va a cumplir horario y, sin doctores, no podemos pasar consulta. En todo este mes hemos dejado de atender alrededor de 800 mamás e hijos”, afirma Niño.

A las consultas asisten niños con disfunción motora, madres adoptivas o con morochos que, difícilmente, pueden recibir una atención adecuada en un espacio que no está acondicionado para hacer chequeos médicos.

“Las madres se sienten incómodas y molestas porque no las podemos atender. Una mamá con el pecho roto, una mastitis (infección del tejido mamario) o con un absceso ¿Cómo hacemos para atenderlas ahí? ¿cómo les extraemos la leche en el cafetín? No se puede”, lamenta Niño.

El servicio Mi Gota de Leche cuenta con un lactario institucional que brinda apoyo a las madres con bebés hospitalizados. También orienta a las mamás en cuanto a la alimentación que requieren durante el embarazo y la lactancia. “Todo eso se paró porque no tenemos dónde trabajar”, dice Niño.

La semana pasada, Niño formalizó una denuncia ante el Ministerio de Salud. Sin embargo, hasta la fecha, no ha recibido respuesta. “Esto se denunció al Programa Nacional de Lactancia Materna, al Ministerio de Salud y a la directora del hospital. Lo único que nos han dicho es que no tienen recursos para arreglar el ascensor”, relata.

Mi Gota de Leche no es el único servicio que se ha visto trastocado por la falla del elevador. Tanto médicos como pacientes sufren la avería. Por ejemplo, para asistir a las consultas de Neurocirugía, las madres deben cargar a los niños hasta el piso 7; mientras que los doctores deben subir al piso 10 para llegar a las residencias médicas.

Niño destaca la importancia del servicio, que el año pasado atendió siete mil madres y niños y que este 2018 superó los 8 mil pacientes. “En medio de la crisis alimentaria y la desnutrición, la contingencia es promover y proteger la lactancia materna. Es grave la situación que vivimos”, afirma Niño”.

Sin un espacio fijo

Entre promesas y mudanzas han transcurrido los últimos cinco años para el servicio Mi Gota de Leche. El servicio nació en la Terapia Neonatal, pero la filtración de aguas blancas y servidas lo obligaron a mudarse a otra área mientras el hospital realizaba las remodelaciones del espacio.

“Hemos tenido tres mudanzas. Estamos errantes”, afirma Niño, quien aún no ha visto materializarse ninguna de las promesas de un nuevo servicio que cuente con un espacio adecuado.

Desde 2015, Mi Gota de Leche opera en el laboratorio de inmunología, un área que no cuenta con las condiciones necesarias. “Estamos hablando de un espacio que nunca fue diseñado para pasar consultas. Tiene muchas deficiencias, es pequeño y estamos hacinados”, enumera la doctora.

Con información de Efecto Cocuyo

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