Una especie de nube gris envuelve las calles polvorientas del barrio Rafael Urdaneta, ubicado en la parroquia San Isidro del kilómetro 18, vía a La Concepción.

Se trata del humo que emana de los fogones de más de 2000 familias del sector que cocinan con leña, debido a la escasez de gas doméstico para llenar los cilindros de sus hogares.

Se trata de otro problema que se suma a las fallas eléctricas y de agua potable, alumbrado público e inseguridad y que ha convertido en un sacrificio vivir en esta zona apartada de la ciudad.

Matilde, una mujer de 60 años, toma un machete y va al fondo de su casa donde ya tiene apiladas varias ramas secas. Son apenas las 10 de la mañana y ya se prepara para “montar el almuerzo”.

“Con lo de la luz es suficiente como para que ahora estemos pasando por esto. Yo sufro de la tensión y estar metida en ese fogón todo el día me pone mal. La última vez que compré bombona fue un calvario para conseguirla, estuve 15 días buscando y nada, ahora tenemos que cocinar en palo”, dijo, mientras cortaba la leña para armar el fogón donde hace 43 días cocina.

Una hilera de humo sale de cada casa, como si se tratara de pequeñas chimeneas. Los hombres se pierden entre los callejones de la barriada fundada hace casi 50 años, cargando carretillas atestadas de leña para cocinar.

Hasta hace un poco más de dos meses la comunidad llenaba sus cilindros en un centro de recarga cercano. El encargado, Alberto Casanova, aseguró que la refinería de Bajo Grande mantiene cerrado el despacho de gas.

El hombre reveló que semanalmente recogía solo en el Rafael Urdaneta 180 bombonas de diferentes tamaños a precios asequibles, sin embargo, confesó que por ser una comunidad humilde muchos no tienen con qué pagarlas. “Si no tienen efectivo, yo les acepto lo que tengan, arroz, harina o nada muchas veces, la idea es ayudar a la gente”.

Al menos 125 árboles se han talado o mutilado en la zona para convertirlos en leña. Los puntos más afectados son el Hato San José de La Matilla, La Yoconda y San Sebastián, donde abundan ejemplares de más de 70 años, “ideales” según los vecinos para cocinar. Estas son zonas de terreno ocioso que posee la comunidad.

Agua, el segundo sacrificio

Las mujeres coinciden en que la falta de agua en el sector cada día se agudiza más. “Aquí estuvimos años sin agua, hasta que por fin nos metieron tubería de planta C, pero ahora no hay suficiente fuerza y no llega casi, si tienes bomba es fácil, pero los que no tenemos nos la vemos negras”.

Asear la casa, lavar la ropa y hasta cocinar se dificulta en la casa de las Chacín. “Yo gracias a Dios me ahorro el almuerzo porque me lo dan en la escuela”, soltó Ana, quien es portera en el colegio de Fe y Alegría de la comunidad, sin embargo, explicó que allá también se ven apurados.

“La dirección le compra leña a un señor para prender los fogones y darle la comida a los niños, menos mal y yo caigo en esa colada porque tengo cuatro meses sin bombona”. Ana interrumpe su explicación para pedirle a Pina que le regale “el agua de jabón para echársela al baño”.

El humo, un enemigo silencioso

Miguel Ángel Luzardo, pediatra intensivista, explicó que los riesgos que corren los niños de la comunidad por estar expuestos al humo de la leña son elevados.

“Esa población puede contraer enfermedades respiratorias que tienen repercusión no solo en la salud física y mental, sino en el rendimiento escolar, porque son niños que viven enfermos y que pueden desarrollar problemas de oxigenación a consecuencia de los cuadros respiratorios”.

Con información de Crónica Uno.

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