Tres familias venezolanas hicieron sus maletas y cruzaron la frontera para empezar una nueva vida en Colombia. Lo hicieron porque aquí comían, cuando mucho, dos veces al día. Las tres tenían algo en común: sus hijos estaban luchando contra el VIH en el Hospital de Niños José Manuel de los Ríos.

A estas familias el desespero les llevó a tomar esa medida, pero no son las únicas en esta situación. En el Hospital de Niños hay 642 niños registrados con el virus, entre los 251 pacientes con infección confirmada, y 391 expuestos (que nacieron de una madre con VIH y se está en el período de descarte o confirmación del padecimiento).

Entre esos 391 expuestos, 52 son bebés menores de 6 meses, y 67 tienen entre 6 y 12 meses de edad. El 55,4% de las madres de esos bebés tienen menos de 25 años. Así lo explicó Luigina Siciliano, la jefa encargada del servicio de infectología del ente hospitalario.

Indicó que el problema más grave al que se enfrentan estos bebés (y sus madres) es, precisamente, la comida. La lactancia materna está contraindicada para una mujer con VIH, porque existe el riesgo de que transmita la enfermedad a su hijo. Y en el hospital no hay fórmulas lácteas.

Desde hace meses, en la Unidad de Atención VIH del principal centro pediátrico de Venezuela, no reciben una dotación constante de formulas para alimentar a los pequeños que atienden. Las que tienen, llegan por donaciones. Esto hace que en más de una ocasión hayan quedado sin nada en las reservas y las madres, desesperadas, optan por amamantar.

El suministro interrumpido de formula láctea en los pequeños se convierte en un problema peor que el no tenerla nunca: según explicó Siciliano, la leche no materna produce en el intestino de los niños de menos de 6 meses pequeñas laceraciones, por donde el virus puede pasar más fácilmente en caso de que la madre lo amamante.

El problema se acentúa aún más al entender que además del alimento, las fórmulas representan la vía por la que muchos niños consumen los medicamentos. Los sabores de los antirretrovirales son fuertes y tienden a rechazarlos. “Se estaba resolviendo con comida, con lo que le gustaba a cada uno”, explicó Siciliano.

Tampoco lo es el caldo de pollo, la única otra solución que pensaron los doctores para hacer frente a la situación. Afortunadamente, cuando estaban intentando resolver para conseguirlo, llegó una donación. Solo así han logrado mantenerse a flote.

Las fallas en antirretrovirales se han convertido en un problema para los niños. Aunque en la actualidad tienen todos, durante este año han escaseado el Lopinavir en jarabe, el Ritonavir, Truvada y Atozonavir.

Aunque ahora cuentan con todos -no saben hasta cuándo-, no tienen ningún tipo de antibióticos o tratamiento para tratar las llamadas enfermedades oportunistas, es decir, las producidas por gérmenes cuando el sistema inmune está debilitado debido al VIH.

En muchos de estos niños, el virus del VIH permanece indetectable, pero este panorama puede cambiar. La doctora Siciliano, por ejemplo, no sabe lo que pueda encontrar al hacer la próxima carga viral. “Me da miedo”, admitió.

FUENTE: EFECTO CUCUYO

24-10-2016

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