Los comerciantes dedicados al ramo del turismo en el estado Vargas prácticamente hacen de tripas corazón y guapean para surfear la caída de las ventas, que supera 70% en lo que va de año en comparación con el año anterior.

Hoteleros, restauranteros, licoreros, vendedores de artículos de playa y prestadores de servicios en general reportan una importante caída en las ventas, producto de la contracción económica, “desde julio del año pasado, hasta la fecha, venimos en caída libre”, señaló Orlando Parra, propietario de una licorería, quien indicó que a pesar de que la venta de licores es una venta casi segura en las playas, “la gente compra cada vez menos licores, y no se diga nada de refrescos o pasapalos o las cavas que prácticamente no se venden”.

“Y es que a 500 bolívares una bolsa de hielo, o 700 bolívares por cada refresco, mil bolívares una cajetilla de cigarrillos, las bebidas alcohólicas a partir de 2.500 bolívares la más barata, 750 bolívares por cada cervecita, más de dos mil bolívares por una bolsa de papas fritas, organizar un viaje a la playa sale un dineral”, informó Martín Luque, quien estaba realizando algunas compras en una licorería guaireña.

Hoteles a puerta cerrada

El viaje de fin de semana a La Guaira con la familia quedó como una opción para los que tienen más, la pernocta no baja de los 12 mil bolívares diarios para un grupo de dos adultos y dos niños en habitación matrimonial con cama extra y sin derecho a nada, en un hotel de los más económicos.

Los comerciantes señalan que a pesar de que los precios se mantienen, la cantidad de personas que se quedan ha caído a más de la mitad, “el año pasado ya teníamos vendida la temporada de agosto, ahora tenemos pocas reservas, los que se quedan son poquitos casi todos parejitas que pasan una noche y se van”, dijo la encargada de un hotel ubicado en Macuto.

“Ya no es negocio abrir”

Norma de García, vendedora de artículos de playa en la salida de Macuto, recordó que a mediados del año pasado tenía mucha competencia «habían unos 15 comerciantes luchando por vender desde trajes de baño, hasta pelotas de playa, pasando por bronceadores, hoy apenas quedamos tres, los demás han tenido que irse porque hoy en día no alcanza, la gente lo máximo que se detiene es para pedir una dirección, ya no compran nada. Gastamos más en venir que lo que nos dan las ventas”.

“Y es que no solo es el que la gente no se para a comprar nada, uno entiende que los precios están altos, el año pasado uno vendía un short playero de caballero en dos mil bolívares, hoy en día vienen a 15 mil, y es muy difícil vender con esos precios, antes vendíamos tanto que pagábamos impuestos, ahora no nos alcanza para pagarlos”.

“Ya no queda nadie. La gente no compra. Uno viene más por terquedad que por cualquier otra cosa”, dijo.

“Ahora vendo huevos”

Leidy Lara tiene un pequeño local dedicado a la venta de trajes de baño, ella misma los diseña, los cose y los vende, “era un buen negocio, tanto que fui creciendo como empresaria, pero desde hace un año para acá la cosa se nos puso negra, cada vez es más difícil conseguir la materia prima que además cada vez es más cara. Antes teníamos buenos precios y vendíamos un promedio de tres docenas de bañadores a la semana, ahora en el mejor de los casos vendemos cinco en el mismo lapso”.

Agregó que la situación la ha obligado a buscar alternativas para pagar el alquiler, “ahora tenemos que vender lo que sea, hoy vendo huevos, con eso al menos pagamos la renta”.

Guapeando a punta de empanadas

Otro negocio que se ha visto afectado con la crisis, es la venta de comida preparada, las empanadas dejaron de ser una opción para muchos, y las ventas aun cuando no han sufrido los golpes que afectan a otras áreas, se han reducido.

Olga Sosa, de Maxiempanadas La Abuela, en Tanaguarena, recuerda que el año pasado vendía un promedio de dos bultos de harina diariamente, este año vende uno.

El negocio ubicado en plena vía emplea a siete personas, dos encargadas de hacer las empanadas, una que las fríe, tres que atienden al público y otro que lleva las cuentas, más la jefa, todos dependen de las ventas que han sufrido un bajón “porque mucha gente prefiere venirse ya con la barriga llena, antes todos se paraban a comerse algo antes de llegar a la playa, hoy mucha gente no hace eso”.

“Teníamos una oferta de 86 variedades de empanadas, ahora tenemos las básicas y una que otra especial, como la Caracas La Guaira de cazón plátano y queso, o la de Pastel de Chucho, con relleno de raya, plátanos dulces y queso, todo depende de lo que se consiga, porque a veces falta un relleno y no podemos venderlas”.

60 años de tradición que tiemblan con la crisis

Uno de los puntos más tradicionales de comida en el estado Vargas es el Rey del Pescado, ubicado en las inmediaciones de Carmen de Uria, en la Carretera de la Costa, allí Odilia Meneses señala que el negocio se mantiene gracias al empeño de esta nueva generación de propietarios.

“Nos mantenemos abiertos porque uno cree en esto, pero de verdad que cada día es más difícil seguir adelante, hoy no se consigue casi nada y lo que se consigue tiene los precios por el cielo: No hay pescado, calamares casi que no pueden comprarse y los camarones son un lujo, con decir que una lata de aceite de 18 litros cuesta 70 mil bolívares y una freidora se llena con tres latas, o sea que hay que invertir 210 mil bolívares sólo para freir la comida, sin hablar de los demás ingredientes”.

Aseguró que trata de mantener los precios lo más bajos posible para garantizar un flujo de clientes, “tenemos 60 años de historia ininterrumpida, y seguiremos guapeando hasta donde sea posible”.

Rompecolchones y ostras se quedan fríos

La venta de los populares encurtidos de mariscos y moluscos conocidos como rompecolchones, ostras, y otros productos tradicionalmente consumidos en las playas también se vinieron abajo, “con un precio de 2.500 bolívares por potecito de vuelve a la vida, o a mil bolívares la docena de ostras, uno no puede, una sentada de dos personas comiendo ostras son al menos 5 mil bolívares y eso se va en nada, y si de esos famosos mariscos encurtidos, uno termina descubriendo que paga un dineral por cebollas, y pepitonas disfrazadas de calamares y camarones”, dijo Manuel Santos temporadista, quien además indicó que los precios de las sillas, tumbonas y toldos se pusieron por el cielo.

“Antes vendíamos ocho tobos diarios de ostras, ahora apenas uno, a veces hasta nos da miedo que se nos dañen, y con los rompecolchones se vendían 40 potes sábado y casi 60 un domingo, ahora si llegamos a 20 está bien”, cada pote pequeño cuesta 800 bolívares y el grande Bs. 2500.

FUENTE: EL UNIVERSAL

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