Estudiantes caminan de un lado a otro con sus batas de laboratorio mientras la luz natural invade cada espacio del Instituto Anatómico de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Papeleras encadenadas a las escaleras, para que no se las lleven, dan señales de la situación que enfrenta la institución.
Pasillos, estacionamientos, institutos, aulas o baños; ningún lugar está exento a la delincuencia que azota a la universidad. La facultad encargada de la formación de los futuros médicos de Venezuela ha sido una de las más afectadas: al menos 10 robos se han contabilizado en lo que va de año, en los que computadoras, televisores, instrumentos, fórmulas y cableado eléctrico fueron sustraídos.
La situación ha llevado a algunos profesores a pedirle al estudiantado que colabore con la facilitación de instrumentos como bisturíes o fórmulas, pero la escasez en el país dificulta la obtención de los materiales.
Durante las prácticas en los hospitales, estudiandtes se enfrentan a una crisis de insumos, debiendo llevarlos para poder continuar con esa formación.
Diáspora de profesores
La situación ha sido insostenible para gran parte de los docentes de la facultad. Los bajos sueldos y las condiciones de trabajo han mermado la vocación de entre 600 y 700 profesores que tomaron la decisión de abandonar las aulas.
Ante la crisis por la falta de educadores, jóvenes de años avanzados en la carrera han dado un paso adelante para continuar con la formación de sus compañeros. Los preparadores cubren las horas de clases que quedan en el aire por la diáspora de docentes en un intento de mantener los salones abiertos y la universidad en pie.
Muchos estudiantes también han cerrado los cuadernos por la desmotivación; sin embargo, la Facultad de Medicina aún recibe a alumnos dispuestos a sacar la carrera y a dar soluciones ante los problemas que los aquejan; dispuestos a creer en la institución, a no abandonar su casa de estudios y a evitar que las sombras venzan a la Universidad Central de Venezuela.