Alberto Vivas, vicepresidente de Familia Metro, una ONG integrada por exejecutivos, técnicos y trabajadores formados en el Metro de Caracas durante años, recuerda que en 1988 se practicaba el civismo que muchas veces se echaba en falta en la superficie.

Para Vivas, el deterioro se propaga a comienzos de siglo por la incorporación de un nuevo tren gerencial militar.

“Fue a partir del año 2000 cuando empiezan a ingresar personas que no tenían ningún tipo de conocimiento de lo que era el servicio de transporte masivo. Este personal militar comenzó a ingresar por razones políticas (…) no tienen conocimiento en absoluto de lo que significa el transporte masivo de personas”, asevera el ex trabajador del metro.

Asimismo atribuye “la deplorable prestación de servicio” a las condiciones en las cuales se encuentran los equipos.

De acuerdo con mediciones de Familia Metro, cada 90 segundos abordaba un tren en cada estación. “En la Línea 1, la espera de un tren no tardaba más de 1 minuto con 30 segundos. Si en ese momento se estaba yendo el tren se tenía la plena seguridad de que en 90 segundos llegaría otro”, evocó Alberto Vivas.

Esa misma garantía de puntualidad y seguridad que brindaba el Metro de Caracas a sus usuarios, también se ofrecía al personal en materia de salarios.

Vivas indicó que en 1988 el salario mínimo en Venezuela era de 2.100 bolívares, mientras que para el trabajador del metro el ingreso mínimo mensual era de 3.500 bolívares, el equivalente a 550 o 600 dólares. “Era un empresa muy apreciada por la estabilidad económica que daba a sus empleados. Había mucho interés en trabajar allí”, comentó.

Desesperación, fatiga, cansancio, desanimo, inseguridad, son los adjetivos que utilizan los caraqueños para calificar su experiencia en el subterráneo. Sin embargo, no pierden la esperanza de que este sistema recupere el brillo que lo caracterizó a finales del siglo pasado, sus años dorados.

Con información de Fe y Alegría Noticias

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