“A Dios rogando y con el mazo dando”. Nunca antes este refrán había estado tan presente en las calles de Caracas. Los sacerdotes y las monjas católicos, que se han sumado a las gigantescas movilizaciones en contra de Nicolás Maduro, recuerdan que no hay que dejarle la resolución de la crisis del país solo a Dios. Por aquello que dijo en su ubicuidad y omnipotencia: “Ayúdate, que yo te ayudaré”.

Las avemarías del rosario pasan inadvertidas por el olor de las bombas lacrimógenas. El susurro de un padrenuestro se pierde por las estridencias de un megáfono que corea consignas. Una bendición se da a paso apurado en medio de una marcha sometida al sol. La política y la religión se mezclan en Venezuela sin pecado, gracias a un particular cóctel que se bebe a sorbos entre símbolos religiosos y represión policial.

Empujados por la crisis, monjas y sacerdotes han salido de sus congregaciones y claustros para expresarse activamente en las protestas. Incluso por encima de sus credos, se saben ciudadanos. Comparten con el resto de la población los mismos pesares y martirios. Nunca pensaron que transitarían un viacrucis signado por el hambre, la escasez, la inflación y la delincuencia.

La Madre Maurín Cepeda no teme decir que en su congregación —comparte hábito con las Esclavas de Cristo Rey, de Altamira— las religiosas han tenido que entallar sus túnicas ya que día a día adelgazan, sin ánimo de vanidad -saben que es un pecado capital-, sino por el alto costo de la vida. Cepeda también denuncia que hay escasez de hostias por la falta de harina. Para multiplicar el milagro de la transubstanciación deben dividirlas hasta en ocho partes durante la misa.

Con una bandera tricolor en la mano y con rosario, Maurín y otras hermanas cruzaron Caracas el sábado junto a miles de ciudadanos para orar por los más de veinte muertos que han dejado tres semanas de manifestaciones. Ella, al igual que otras homólogas, dejó sus oficios para atender los llamados de la oposición.

22 de abril de 2017. Marcha del Silencio. La oposición venezolana marchó hoy, 22 de abril de 2017 para repudiar las más de 20 muertes contabilizadas por la represión de las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro. FOTO: Andrea Hernández/El ESTÍMULO

La marcha marcó un hito no solo porque no hubo represión por parte del Gobierno, sino también porque la oposición logró algo impensable en años: llegar al populoso oeste capitalino sin el asedio del oficialismo.

Los marchistas se escudaron en la cruz de madera que cargaba el activista del partido Voluntad Popular, Joshua Méndez, quien termina jadeando luego de sudar “gotas de sangre” en los 15 kilómetros que hay desde Chacaíto hasta Montalbán. Ruta sacra de la concentración. “Estamos cargando esta cruz como el pueblo ha tenido que hacerlo a nivel internacional y nacional debido a un gobierno nefasto”, explica tras llegar al punto final de la movilización: la Conferencia Episcopal de Venezuela, considerada un actor político por el Gobierno.

En Venezuela hay dos cardenales: Jorge Urosa y Baltazar Porras, quienes piden no ligar política en actos religiosos. Pero la irrupción de manifestantes del oficialismo, lanzando puños en una misa del Nazareno durante el Miércoles Santo pasado, muestra que la crispación ha llegado hasta los templos.

Henrique Capriles, gobernador de Miranda y uno de los políticos más activos en la crisis, niega estos asuntos de lo humano y lo divino, en un país donde el 85% de la población es católica. “No se mezcla la política con la religión. Los políticos podemos tener religión. La religión es algo que lleva cada venezolano en su corazón. La mayoría en este país somos cristianos católicos pero no todas las personas que se están movilizando lo son”, explica antes de ser interrumpido por una detonación a las afueras de su comando de campaña cuando salía a marchar el sábado.

Sor Maurín quien tapaba su cofia con una gorra tricolor, la emblemática de la campaña presidencial de Capriles, demostraba que también los religiosos, aunque no sean políticos, pueden tener sus preferencias. “Estamos en viacrucis pero luego resucitaremos”, apunta. Las monjas, al igual que los jóvenes de primeros auxilio de la Universidad Central de Venezuela (UCV), son aplaudidas y aclamadas por donde pasan. Son estrellas de la mañana. Ruega por nosotros.

Ataviada con hábito gris de las misioneras de la Madre Laura, Sor Francis explica que marcha por el respeto de la dignidad de los venezolanos. “Igual por los que han caído injustamente, por los jóvenes que han perdido la vida. Marchamos porque un pueblo no se le puede sepultar su libertad”, señala, mientras caminaba portando una bandera de Venezuela. Asegura que a pesar de que por momentos pareciera lo contrario “Dios no nos ha abandonado”.

Angelis Lugo, hermana de la presentación María al Templo, grita junto a sus compañeras, todas vestidas de un blanco inmaculado, las rimas más conocidas en las calles contra el gobierno de Maduro: “¿Quiénes somos? /Venezuela/ ¿Qué queremos?/Libertad”.

A estas historias se les suma la de Sor Esperanza quien, el mismo día cuando se dirigía a la Conferencia Episcopal, nota que la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) estaba reprimiendo a algunos manifestantes que pretendían llegar por la autopista Francisco Fajardo. Como todos los caminos conducen a Roma, en este valle de lágrimas los verdes sí permitieron el acceso. La madre de 70 años hizo honor a su nombre.

Sin saberlo obró el portento. Una foto tomada por Donaldo Barros registra lo impensable: el acercamiento receptivo entre la religiosa y el militar, quien se prestó a escucharla y protegerla.

Esperanza no le teme a los uniformados. En la congregación María Auxiliadora es reconocida por su carácter y temple. “Hablé con el jefe. Yo no les tengo miedo. Y si me muero, me entierran y recen por mí”, dijo.

Diversas cuentas simpatizantes del gobierno de Nicolás Maduro intentaron desacreditar a la religiosa, asegurando que era cubana y estaba vinculada a grupos de contrainteligencia. Sin embargo, la Conferencia Episcopal Venezolana dijo en Twitter que Sor Esperanza es “hija de María Auxiliadora, salesiana. No nos hagamos ecos de falsos rumores”.

“Diablos con sotanas”

Desde que el chavismo asumió el poder en 1999, las relaciones entre Gobierno e Iglesia no han sido cordiales. El oficialismo no perdona la presencia de algunos líderes católicos en el golpe de Estado que separó por 47 horas a Hugo Chávez de la presidencia en 2002. El fallecido cardenal José Ignacio Velasco fue uno de los que firmó en apoyo al fugaz régimen de facto que se instaló en Venezuela durante esos sucesos. Cuando el líder de la revolución bolivariana volvió a la presidencia en la madrugada del 13 de abril, blandió una cruz para bajar las tensiones políticas. Pero parece que no perdonó.

Chávez aseguró que se iba a encontrar en el infierno al purpurado luego de este muriera en 2003. También calificó como “diablos con sotanas” a los sacerdotes que criticaban su gestión. Con Maduro, estas relaciones no mejoraron. La cúpula de eclesiástica, entre ellos los jesuitas, cuestionan con vehemencia los presos políticos, la persecución política y las acciones oficiales para enfrenta la crisis de medicamentos y comida.

A las críticas, Maduro involucra a los sacerdotes venezolanos en un supuesto complot opositor para sacarlo del poder con la ayuda de países extranjeros. El Ejecutivo no mantiene ningún diálogo con los obispos pero sí con el nuncio apostólico, con quien impulsó un fracasado diálogo con sectores de la disidencia política en 2016.

22 de abril de 2017. Marcha del Silencio. La oposición venezolana marchó hoy, 22 de abril de 2017 para repudiar las más de 20 muertes contabilizadas por la represión de las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro. FOTO: Andrea Hernández/El ESTÍMULO

El presidente también sostiene que Cristo sería chavista si anduviera por las calles venezolanas. Una declaración, acuñada por Chávez, que generó el rechazo de dirigentes católicos. “Eso me parece un disparate. La religión no está sujeta a ninguna ideología. Entonces, si eso fuera cierto, tendríamos que decir que Ghandi o Martin Luther King eran chavistas y andaban con una boina roja”, aseguró José Virtuoso, rector de la Universidad Católica Andrés Bello.

En la marcha que llegó a la sede de la Conferencia Episcopal, Virtuoso explicó que tanto Gobierno como oposición están sumergidos en “una guerra de desgaste” en esta crisis política. Temió por más muertes violentas en las calles. “Debemos estar muy atentos en estos días”, advirtió el sacerdote en el acto final llevado a cabo al término de la “Marcha del Silencio por los caídos”.

Aun así, Virtuoso se mostró a favor de que la oposición se mantenga de forma pacífica en la resistencia de su clamor. Mientras Virtuoso declaraba lejos de su confesionario, Sor Maurín, Sor Francis y la hermana Angelis marchaban decididas. Se unieron a la misa luego de dejar atrás las barricadas y cordones de la Policía y Guardia Nacional —siempre amenazantes con sus escopetas y bombas lacrimógenas. Quizá tenían en mente a Santa Teresa de Jesús con su prédica: “Nada te turbe, nada te espante, solo Dios basta”.

Fuente: El Estímulo

Fecha: 26 de abril de 2017

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