El obispo de San Cristóbal considera que el oficialismo debe renunciar a la imposición de un sistema que no es del todo aceptable y la oposición, renunciar a sus pretensiones de poder. Lamenta que, aún con los pasos abiertos, se siguen utilizando las trochas para el intercambio comercial. “Ya es hora de que se respete la dignidad de los que viven en esta zona fronteriza”, dijo en este diálogo con Diario La Nación

Daniel Pabón | La Nación 

Cada tres años, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) renueva su junta directiva. Este enero, en el marco de la 117ª Asamblea Ordinaria Plenaria del Episcopado Venezolano, celebrada en Caracas, el obispo de San Cristóbal, Mario Moronta, ha sido el único de la directiva saliente que ha sido reelegido como primer vicepresidente, hasta 2025. En las dos juntas anteriores (2012-2015 y 2015-2018), el pastor diocesano de los tachirenses ya había ejercido la segunda vicepresidencia. En resumen, quizás sea el único prelado nacional que completa ahora una década ininterrumpida al servicio de la directiva de la institución.

—¿Cómo interpreta esta confianza que siguen depositando en usted sus hermanos obispos y arzobispos de Venezuela?

—Entre nosotros no hay competencias al estilo de los políticos. Las elecciones son sin campaña. Considero que los hermanos obispos han visto que, junto a los otros miembros de la Presidencia, puedo prestar un servicio para la CEV y para la Iglesia en Venezuela. Personalmente agradezco (ya lo hice ante el cuerpo episcopal) por esa muestra de fraterna confianza.

—La más reciente Exhortación Pastoral del Episcopado venezolano afirma que, a pesar de los signos negativos presentes en el país, la Iglesia ha podido constatar que hay “signos de luz y de esperanza” en medio del pueblo. ¿Puede también identificarlos brevemente en el Táchira?, ¿cuáles serían esos signos?

—Creo que todo se puede resumir en dos o tres signos: uno de ellos es la solidaridad de la misma gente, que no ha desestimado ayudar a los más necesitados de todo tipo. Esto se encuentra muy en la línea de lo que nos pide el papa Francisco. En segundo lugar, no solo en lo religioso, sino en lo social y ciudadano, están apareciendo manifestaciones de cómo el verdadero sujeto es el mismo pueblo. Considero que se está creciendo en la mentalidad de participación, aunque es verdad que hay mucho por hacer. Y, dentro de esto, la misma acción de la Iglesia que la realiza con sus miembros desde el ejercicio de su servicio a la gente y el sentido de pertenencia al mismo pueblo al cual dedica su servicio.

—Aunque, como dicen en la Exhortación Pastoral, la economía venezolana aún continúa sumida en grandes deficiencias, las proyecciones apuntan a un crecimiento en 2022. ¿Qué debe hacer el gobierno para que todo el pueblo, y no unas pocas personas o grupos como denuncian en la Exhortación, pueda verse beneficiado?

—Ante todo debe tomar conciencia de que está al servicio del pueblo y permitir que ejerza su protagonismo auténtico, sin imposiciones. Se necesita más inversión social: la educación, la salud y los servicios públicos deben ser más favorecidos.

—¿Está la Iglesia venezolana intermediando actualmente, o tiene disposición a intermediar, para que gobierno y oposición retomen las negociaciones conducentes a acuerdos?

—La Iglesia está en la mejor de las disposiciones para ayudar a todo lo que conduzca al consenso en aras de la paz. Eso sí, sin condicionamientos. Lo primero que hay que hacer es promover la cultura del encuentro: solo así se podrá escuchar y dialogar. Pero, también desde la CEV hemos dejado claro que el diálogo no es ni entre sordos, ni solo entre los políticos, cualquiera sea su condición. El diálogo y las negociaciones deben incluir a los gremios, a las universidades, a los empresarios de todo tipo (incluyendo los del campo), a los estudiantes, a los dirigentes populares… el diálogo no puede ser ni exclusivo ni excluyente. Todos deben oírse y respetarse… eso supone no ofender ni insultar a nadie, aunque piense diversamente… Y luego, dar pasos para lograr consensos. El oficialismo debe renunciar a la imposición de un sistema que no es del todo aceptable; la oposición debe renunciar a sus pretensiones de poder… lo importante es la gente y el pueblo.

—Llegó el esperado 2022, año centenario de la Diócesis de San Cristóbal. ¿Cuáles son los principales desafíos de la Iglesia del Táchira en la actualidad?

—El primero de esos desafíos es seguir siendo Iglesia, lo cual exige el fiel cumplimento de la misión recibida de anunciar el Evangelio, edificar el reino de Dios en esta región y ayudar a la promoción, desarrollo y dignificación de los ciudadanos. Si se cumple esto, podremos responder a la invitación del Papa Francisco a ser una Iglesia en salida, preocupada por todos, particularmente por los más pobres y una Iglesia con sabor a pueblo.

Para leer la nota completa en La na, pulsa aquí

Con información de La Nación

Ir a la barra de herramientas