“Prendan la luz que es diciembre”, se lee en un par de pendones colgados sobre la fachada del Ministerio de Relaciones Interiores. Ni gobierno, ni oposición hacen caso a este llamado. Caracas está a oscuras en estas navidades, por falta de alumbrado decorativo y por exceso de calles sin iluminación alguna.

El brillo de la Cruz del Ávila no alcanza para alumbrar las 77.663 hectáreas del área metropolitana de Caracas. La Navidad en la ciudad ya no dibuja ilusiones. No hay peces de colores brincando sobre el río Guaire, ni flores hechas de luces en la Plaza Francia de Altamira, como otrora. La urbe luce oscura y estas fiestas pintan lúgubres, pese a los tímidos esfuerzos de algunas alcaldías por brindar algo de espíritu navideño en alguna de sus plazas.

Ni luces, ni pesebres, ni arreglos florales; la capital exhibe su cara más triste. No hay rastro, por ejemplo, del Gran Paseo de la Navidad que se instaló en 2014 desde la Plaza de Los Vientos, pasando por la avenida Bolívar, los túneles de El Silencio y hasta la Plaza O’Leary. Hace apenas dos años el artista plástico Felipe García diseñó la caminería cubierta por un arco de luces verdes y amarillas. Todo estaba dispuesto para que en el recorrido de siete paradas hubiese música, danza, teatro, ferias gastronómicas y artesanales, juegos infantiles y hasta proyecciones de cine. La realidad golpeó de frente y ese escenario quedó en simples remembranzas. En la avenida Bolívar apenas brillan un par de estrellas en los postes. Dos, no más de eso. En la O’Leary, a principios de noviembre, la Alcaldía de Libertador rodeó las pértigas con una tela roja y puso unos lazos del mismo color en las columnas de los Bloques de El Silencio. Hasta ahí llegaron las felices navidades decretadas desde el Gobierno.

Las cuatro principales avenidas del municipio Libertador están apagadas. A la Bolívar se suman la Urdaneta, Universidad y Baralt en eso de la oscuridad. Sobre la trinchera de la avenida Libertador llegó a haber fauna –incluyendo a una jirafa– y flora hechas de bombillos en coincidencia con el inicio del Festival Suena Caracas; pero las figuras inexplicablemente desaparecieron el 13 de diciembre. Quedan entonces estrellas y corazones de colores brillando con desgano en los postes de la vía superior del corredor. Los adornos no abarcan toda su extensión. Además, la línea imaginaria que separa a los municipios Libertador y Chacao se palpa. Basta que aparezca la inscripción que da la bienvenida al segundo para que los postes queden desnudos y la calle a oscuras.

La insistencia de Libertador en el programa Navidades Felices 2016 es solo de palabra. El Bulevar de Sabana Grande, que solía mostrar plantas de navidad colgando de los postes luego de la remodelación por parte de Pdvsa La Estancia, también luce sombrío. Nada en ese espacio indica que llegó la que debería ser la época más feliz del año. Quienes pasean por ahí de noche no lo hacen buscando el esplendor de las fiestas, sino para hurgar entre los desperdicios de los restaurantes.

La Plaza Candelaria no tiene un solo adorno navideño. El Correo de Carmelitas, cuyas paredes resaltaban con líneas hechas de pequeños bombillos, tampoco brilla y la Vicepresidencia que tenía un arreglo similar cambió su decoración por una más discreta con una llovizna de luces. En la Urdaneta los pocos afiches que hay deseando una feliz Navidad deben compartir con los postes con los estandartes que hablan del fraude de la oposición en el proceso de recolección firmas para invocar el fenecido referéndum revocatorio.

“Prendan la luz que es diciembre”, se lee en un par de pendones que cuelgan de la fachada del Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz. El llamado cae en saco roto en ese particular sector de la avenida Urdaneta donde el único fulgor del alumbrado público es el de su ausencia.

Donde sí hay colorido es en el eje que conforman el Palacio de Miraflores con un pesebre adornado con luces rojas y verdes, el Palacio Blanco con un tímido nacimiento en el estacionamiento; y la Guardia de Honor que forró un árbol con luces azules. También en la Plaza Bolívar. Ahí el jefe de Gobierno del Distrito Capital, Daniel Aponte, encendió una discreta Navidad el 14 de diciembre. Para que ese “atuendo navideño” -algunas luces, figuras y telas decorativas- fuese posible se invirtieron 33 millones de bolívares, que se restan de las cuentas del Plan Caracas Bella y que fueron aprobados por el presidente Nicolás Maduro.

Alcaldías sin dinero

Como el resto de los municipios del área metropolitana de Caracas no gozan de la venia del Gobierno central, sus alcaldías debieron apretarse el cinturón y en casos como el de El Hatillo ni siquiera decorar. Maite Arrieta, directora de Cultura y Turismo de esa localidad, señala que a la falta de recursos se suma la emergencia por lluvias que se vivió en el sector. “Sin duda la programación navideña enfrenta un reto presupuestario. Todos los recursos de la alcaldía ahora se enfocan en atender a las 23 comunidades afectadas sea por deslizamientos, porque pasaron tres o cuatro días sin luz o hasta tres días sin poder salir de casa debido a que las vías también resultaron afectadas”. El alumbrado en ese municipio que, continúa Arrieta, es el que tiene el presupuesto más bajo de Caracas, se lograba con patrocinios que en esta oportunidad no pudieron concretarse. “Logramos mantener una agenda de actividades culturales y el 31 de diciembre tendremos la fiesta en la Plaza Bolívar que realizaremos por cuarto año consecutivo”.

La alegoría acuática sobre el río Guaire en Baruta es otro de los arreglos navideños que quedó para el recuerdo, desde que se instaló hace una década para desaparecer luego al no contar con patrocinantes que lo financiaran, principalmente bancos. Las únicas señales navideñas en la principal de Bello Monte la ofrecen las tiendas dedicadas a la venta de pinos. De resto, la avenida está a oscuras. Entretanto, en la avenida principal de Las Mercedes unos pocos postes están decorados con aros de colores, los que están más próximos a la plaza Alfredo Sadel, convirtiéndose en la imagen “oficial” de la navidad baruteña. Allá el “encendido de la Navidad” se hizo sin que hubiese un evento que lo anunciase durante el Festival de Las Artes.

Más al este, en el municipio Sucre se hizo el esfuerzo en la plaza Miranda de Los Dos Caminos. Allí, a las 6 en punto de la tarde, se enciende el Nacimiento, un trineo de Santa, una caminería y un arbolito. “Es una alegría para los niños del municipio; pero no se siente el ambiente navideño y mucho menos con este caos económico en el que no se consiguen alimentos, medicinas y la agresividad de la gente en la calle ha aumentado 100%. Esta es una triste Navidad. ¿Cómo una Navidad será feliz si se sabe que hay gente comiendo de la basura en la calle?”, se pregunta Yala Mendoza, una vecina del municipio.

Ni siquiera Chacao, que desde los tiempos de Irene Sáez exhibía sus adornos, cuenta con algo de color. Atrás quedaron los arreglos florales de los postes de la avenida Francisco de Miranda, las instalaciones de luces en la plaza La Castellana y Francia de Altamira. Incluso la instalación de su tradicional árbol al lado del obelisco llegó a estar en duda. “El arbolito se puso con mucho sacrificio, para hacerlo hubo que pedir un crédito adicional a la Cámara Municipal por los costos que implicaba el montaje y reparación de piezas dañadas. Chacao no escapa de la realidad del país y hubo que implementar una política de ajuste”, dice Albe Pérez, presidenta de Cultura Chacao. Allá, como en El Hatillo, buscan generar una programación cultural enfocada en los niños y en la familia. Sin embargo, el 31 de diciembre harán la fiesta para recibir el año con criterios de austeridad: “No habrá música en vivo por los costos, haremos el ejercicio para que los ciudadanos se apropien del espacio público, y procuraremos la logística de seguridad, baños, iluminación y limpieza”. Quienes aún recuerdan cuando el año nuevo se recibía en plena autopista o llenando Altamira con amaneceres gaiteros, y hasta con Guaco u Oscar D’León, deberán recurrir a la memoria de mejores tiempos y nada más.

Navidades sin hallacas

El ánimo ciudadano está tan lúgubre como la iluminación. No son las navidades que quieren, sino las que pueden. “Hay otras prioridades”, aseguran, y así como Caracas está a oscuras también lo están las rejas y balcones de las casas que en otros tiempos también se engalanaban. Esas decoraciones domésticas, algunas de muchísima elaboración, completaban la estampa de una ciudad en fiesta, antes del racionamiento eléctrico, antes de la dieta Maduro.

“No hay plata ni para adornos, regalos o estrenos”, confiesa Alfredo Argumedo, vecino de Petare. Lo mismo dice Eidever Rivas, mototaxista en Las Mercedes: “Ni la primera hallaca me he comido, estas navidades si acaso va haber arepas de harina de trigo. La iluminación pasa a segundo plano”. Y también está fuera de la lista de prioridades de Zoraida Sequera: “Hay otras cosas que se necesitan más. Que arreglen las calles, la inseguridad. Hay gente pasando hambre, que no tiene dinero ni para el pasaje”.

Es que ya ni siquiera en las estaciones del Metro están sus tradicionales nacimientos. La gente no se contagia de la Navidad ni porque el trayecto dentro de los vagones lo acompañen con gaitas y villancicos que suenan una y otra vez en el sistema de audio instalado en los trenes donde habitualmente suenan melodías de flauta con versiones de canciones pop, o piezas instrumentales de tradición venezolana. Solamente los centros comerciales concretaron decoraciones para la ocasión.

El arquitecto Franco Micucci subraya que este tipo de instalaciones son necesarias porque promueven formas de celebración de la vida pública y permiten crear visión de comunidad. Pero admite que la masa no está para bollo, ni para hallaca. “Las circunstancias económicas obligan a restringir estas iniciativas, que dependiendo del contexto pueden ser públicas o privadas. Hacerlo puede interpretarse como un consumo suntuoso. Esta falta de iluminación se hace eco de la gran crisis que está pasando el país”.

Por su parte, Vicente Rosa, director del Colegio de Arquitectos de Venezuela, opina que el espíritu navideño no debería acabarse nunca, empezando por el alumbrado público que es indispensable para que haya seguridad y bienestar en la ciudad, pero Caracas no tiene ni uno ni otra.

FUENTE: EL INTERÉS

FECHA: 17 DE DICIEMBRE DE 2016

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