Hay que tener estómago para ver a Nicolás Maduro anunciar, cual si fuera gran cosa, que daría un bono de 90.000 bolívares a cada uno de los carnetizados en su mecanismo de extorsión y de hambre.

¿De verdad Nicolás Maduro cree que puede salirle tan barato quitarse de encima la culpa del hambre, de la diáspora, de los crímenes contra la juventud y del dolor que durante años han generado en el Pueblo?

Al mismo tiempo, en Caracas, Aragua, Carabobo, Lara, Cojedes, Mérida y Zulia, por mencionar algunos lugares, la fuerza del estudiantado universitario manifestó exigiendo sus derechos. Y no sólo los propios, sino dando también un respaldo ejemplar a docentes, enfermeras y trabajadores con quienes se solidarizaron.

¿Y cuál fue la respuesta del régimen a esa juventud que conduce centros y federaciones de estudiantes y sale a la calle a protestar, solidarizándose con quienes menos tienen y más sufren las consecuencias de la dictadura?

La mamarrachada de ver a Nicolás Maduro ofreciendo un bono de 75.000 bolívares a esos mismos estudiantes, como si el ímpetu de esos jóvenes estuviera a la venta.

Es decir: mientras nuestros muchachos le piden a la Fuerza Armada hacer valer la Constitución, para recuperar la Libertad y la Democracia en Venezuela, desde Miraflores les ofrecen una cantidad de dinero vergonzante que, además de no alcanzar para nada, pretende hacer ver que todo se resuelve soltando plata.

¡A estos miserables es a quienes defiende la solidaridad automática de una parte de la izquierda de la región que, al parecer, está salivando con la crisis política!

Y mientras los alcahuetean, nuestra juventud lucha en Venezuela, para no tener que abandonar sus pupitres e irse a otros países a buscar alguna oportunidad que el socialismo del siglo XXI también les robó.

¿Qué vas a saber tú, Nicolás Maduro, cuánto cuesta un cuaderno, una fotocopia, un libro? ¿Qué te va a importar, en medio de todas tus gavetas llenas de empanadas escondidas, cómo hace un estudiante para almorzar? ¿Qué carajo te importa a ti, rodeado de escoltas y carros blindados, cuánto tiempo gasta cada joven en ir del barrio a su salón de clases?

Nada. Y por eso, lleno del desprecio que sienten tú y tus cómplices por la inteligencia y por quienes quieren aprender y progresar, simplemente te burlas de los estudiantes al ofrecerles 75.000 bolívares que van a tener que gastar en lo poco de comida que puedan comprar, porque saben que el mes que viene la inflación se habrá comido cada centavo de tu limosna.

Y mientras cada pupitre se convierte en un acto de fe, de resistencia y en un reto personal y colectivo, una cuerda de irresponsables sigue manejando la economía nacional a punta de guisos, trampas y corrupción campante.

Atentos a este dato: en apenas tres semestres, el Banco Central de Venezuela incrementó en seis ocasiones el encaje que, para quien no lo sepa, es esa proporción del dinero depositado que los bancos no pueden prestar y deben tener como reserva.

Es decir: en un trimestre, el BCV ha aumentado esa cifra seis veces, obligando a los bancos a hacer en tiempos de crisis lo que esos criminales que manejan las finanzas del Estado nunca hicieron.

Ni siquiera durante la bonanza petrolera.

Quien quiera puede leerlo en un artículo publicado en Prodavinci, donde varios especialistas explican las consecuencias del recorte del crédito que han generado los irresponsables que manejan el BCV. Así podrán entender como el régimen de Nicolás Maduro llegó a un punto tan absurdo que hoy, según la última resolución, los bancos tienen que congelar en las arcas del Banco Central de Venezuela el 100% del incremento en los nuevos depósitos y 57% de todas las captaciones.

¿Cuál sistema bancario puede aguantar esa pela?

¡Ninguno!

Así que acciones como ésa que Nicolás Maduro hoy le obliga a hacer a cada banco establecido en el país termina registrando el prontuario de sus crímenes y guisos.

Mientras quisieron hacerle creer al país que el crédito bancario era lo que alimentaba la especulación en el mercado cambiario, el planeta entero se ha dado cuenta de que el verdadero problema es que la dictadura ha decidido financiar el déficit fiscal generando bolívares sin respaldo desde las oficinas del BCV, para mantener en una especie de estado de coma a la quebrada PDVSA.

¡Eso es lo que ha generado la distorsión que hoy padecemos todos en Venezuela!

En Miraflores se mantienen unos suicidas económicos que quieren llevarse al país entero consigo, con tal de no entregar el Poder.

Son los imbéciles del cuento, capaces de asesinar a la gallina de los huevos de oro.

En medio de una emergencia económica, que tuvieron que reconocer, han destrozado a ese mediador vital que es el sistema bancario y los créditos, igual que aniquilaron la producción petrolera.

Y detrás de eso sólo puede haber dos motivos: una sociópata desconexión de la realidad, que les impide asumir lo que en realidad está pasando, y su desespero de poder robar lo poco que les queda por raspar de la olla.

Cualquier economía sana en el mundo tiene en las posibilidades del crédito una opción para crecer y mantener unas finanzas dinámicas, generando oportunidades para quienes quieran trabajar.

Sin embargo, por culpa de esos irresponsables que insisten en darle mazazos a la economía nacional, si hoy en Venezuela juntáramos todos los créditos que puede mantener el sistema bancario local de milagro llegaríamos a lo que maneja cualquier banco mediano de alguno de los países que nos rodean, incluso aquellos en crisis.

Si hay algo cierto en este mundo donde vivimos, es que ya no es posible mentirle a las economías.

Hoy en día se sabe de dónde sale cada euro que consigue oxígeno para la dictadura, de dónde se roban cada dólar, a quién le venden cada gramo de oro, con cuáles tiranos transan, cómo les cobran y qué ofrecen a cambio. Y se sabe quién lava cada centavo, cuántos están llenos de sangre y cómo sacar eso a la luz.

Y ahí sí es verdad que ni siquiera unos mentirosos tan experimentados como ellos pueden esconderse.

Ahora bien, en ese mismo análisis al que me refiero, hecho por la gente que de verdad sabe de esto y que está dispuesta a trabajar por recuperar nuestras libertades y nuestros derechos, queda claro que Venezuela tiene todo lo necesario para salir de este foso en que nos metieron los “revolucionarios” y sus secuaces.

Eso sí: con un cambio político de por medio que renueve la confianza en Venezuela.

El mismo cambio que reclaman en las calles estudiantes, enfermeras, maestras, trabajadores públicos, jubilados, clase trabajadora y liderazgo democrático.

Un cambio que permita que cada quien pueda vivir honesta y dignamente de su trabajo, sin que un régimen hambreador esté extorsionando con la necesidad del Pueblo, lanzándole cada tanto un paquetico de billetes para apaciguarlo.

Esos bonos criminales y hambreadores que se inventa el usurpador, mandando a imprimir con indolencia plata que no existe ni tiene respaldo, son un mecanismo de control que, además de extorsionar y secuestrar emocionalmente a quienes menos tienen, genera unas heridas enormes en la economía del país.

Y por eso deben desaparecer.

Así como vamos a necesitar fortalecer a nuestros estudiantes, siempre vigilantes y valientes, para que sientan que pueden volver a los salones de clase a formarse para construir un futuro que les pertenece, también vamos a necesitar que la economía se fortalezca y se active.

Algo que implicará fortalecer tanto a las instituciones del Estado como a los sectores privados, incluida la banca, que tanto palo han llevado estas dos décadas.

Y debemos hacerlo desde ya.

Es cierto que tenemos con qué, que además sabemos quiénes deben hacerlo y cómo es que se hace. Sin embargo, desde mi experiencia, no podemos esperar que llegue el inevitable caída de la dictadura para explicarle a nuestro Pueblo cuáles serán las decisiones que habrá que tomar y cuáles serán las consecuencias.

Sin caerle a cobas a nadie, haciéndonos cargo y diciendo la verdad, así se trate de acciones impopulares. Y quien no lo haya asumido así, pues que sepa desde ya que esto no se trata de ganarle a la dictadura en simpatía, sino en terminar de asumir las riendas de lo que hay que hacer, para evitar una catástrofe mayor.

No podemos permitir que se instale en nuestra gente una falsa normalidad, sólo porque hay noventa mil bolos más para el mercado o porque pusieron en manos de nuestros muchachos una plata que el mes que viene ya no existirá.

Es criminal ese espejismo populista que pretenden instalar en la vida de quienes más necesitan. Y sólo con la verdad podremos romper con la maldad de quienes creen que la desigualdad y el descontento se apaga con un bono.

Tenemos que hacer que cada venezolano sea capaz de imaginar un país en el que bastará con su trabajo y sus ganas de aprender y progresar para salir adelante, contra la dependencia que intentan normalizar desde Miraflores.

Un país donde más nunca olvidemos que el Poder está hecho para servir y no para secuestrar el futuro de quienes más nunca deben quedarse atrás. Ese país.

¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!

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