La Escuela Concentrada La Primavera I, ubicada en el sector La Bendición de Dios, está a escasos 10 minutos de la ciudad de Barinas; no obstante, su cercanía a la capital del estado llanero no le otorga ningún beneficio. Sus alumnos, niños de primero a sexto grado, reciben clases en una especie de rancho con techo de plástico negro y sin paredes.
La única maestra que hay para atender los requerimientos de todos los grados se llama Inés Linares y se traslada todos los días desde Barinitas, donde vive, hasta la escuela que funciona desde hace aproximadamente dos años en un sector que fue invadido y, posteriormente, expropiado por el Instituto Nacional de Tierras (Inti), ente que adjudicó lotes del terreno a familias de 19 cooperativas campesinas que resultaron beneficiadas.
El lugar es inhóspito. Se llega por caminos de tierra y el calor es abrasador. Sin embargo, el deseo de estudiar de los niños y la voluntad de la docente y de la persona que hace las veces de obrero, bedel, albañil, chofer y otras funciones, se impone a las adversidades.
Las clases, a decir de la docente, no van más allá del mediodía porque el calor debajo del tinglado no se los permite. Los niños hacen sus necesidades fisiológicas en el monte o en un lugar que Eleuterio Molina, el obrero de la escuela, cubrió con un plástico negro para que los escolares orinen.
Tampoco tienen pupitres. Los alumnos se sientan en unas bancas de madera hechas por el bedel y a los niños de inicial les toca sentarse debajo de las matas de topocho en una pequeña mesa que tienen para hacer sus labores escolares; sus sillas son unas pimpinas.
Cuentan con un pequeño pizarrón que no facilita mucho la tarea de la maestra, quien debe atender a los alumnos desde primero hasta sexto grado. Hay un viejo escritorio que, junto a los bancos de madera y algunas mesas, conforman todo el mobiliario del plantel.
Eleuterio Molina es el nombre del único bedel que tiene la escuela. Desde que comenzaron las diligencias para la creación de la institución, hace unos dos años, ha estado al frente de esa función que comparte con otros oficios como la carpintería, albañilería, hace transporte a los niños y a la maestra en su moto, es electricista y hasta muchacho de mandado.
En su interés por hacer de la escuela, mientras el gobierno construye con bloques y cemento el plantel, Molina contó que hace aproximadamente un año y seis meses que los muchachos del sector escuchan sus clases. Primero lo hicieron desde una casa que les prestaban, mientras acondicionaban el terreno donde hoy tienen un lugar con cuatro estacas y un techo de plástico para resguardarse del inclemente sol llanero.
Con información de El Pitazo