Ya no es una metáfora ni un lugar común: literalmente, Nicolás Maduro y sus cómplices han sumergido a Venezuela en la más completa oscuridad.
Durante lo que podría ser la semana más crítica en la historia del país en cuanto a los servicios, los responsables de esta tragedia ni siquiera se hacen cargo de la crisis. Todo lo contrario: armaron un aquelarre en forma de congreso de un partido político que no es otra cosa que la firma de cada desgracia que se vive en las familias venezolanas.
Aun así, ni siquiera esa estrategia de evasión les resultó, porque para muchos es sabido que, lejos de las cámaras de su aparato de propaganda, mucha de su gente vino hasta Caracas sólo para hacerle saber al madurismo que ni siquiera en las bases del PSUV creen en la capacidad de su gobierno para ofrecer soluciones.
¡Y no olvidemos que estamos hablando de un señor que hace unas semanas se inventó un parapeto electoral, en complicidad con el Consejo Nacional Electoral, y que debería estar en la luna de miel política! Al menos con su propia militancia. No olvidemos que estamos hablando de una persona que hasta hace nada andaba buscando algún tipo de legitimación, pero resulta que hoy no la consigue ni puertas adentro. No olvidemos que estamos hablando de una persona a la que no le quedó otra que extorsionar a las familias más pobres con un carnet, aprovechándose del hambre para poner de rodillas a quienes menos tienen, a los más pobres, a las víctimas directas de su incapacidad e irresponsabilidad.
No olvidemos que ese gobierno que acaba de salir de una farsa electoral que nadie les compró no ha sido capaz de hacerle frente a una crisis que desde hace años viene siendo alertada y denunciada por nosotros. Y voy más allá: organismos como el Colegio de Ingenieros han ofrecido planes para resolver parte de esta emergencia, pero han sido ignorados porque en Miraflores se encargan de impedir que cualquier propuesta ponga en evidencia que nunca han estado (ni estarán) a la altura de un compromiso como gobernar un país como el nuestro.
Se han dedicado a robar, a malversar y a mentir. ¿No recuerdan aquella payasada del ministro responsable de la electricidad disfrazado de buzo y nadando aguas adentro de la represa del Guri? ¿Teníamos que llegar a un contexto como éste, donde incluso la vida de pacientes graves se ha puesto en riesgo, para asumir que vivíamos una crisis eléctrica? ¿Hasta dónde llega su crueldad?
Gastaron todas las excusas posibles, con el fin de evadir su responsabilidad.
Intentaron convencer al país de una política de racionamientos, que no tenía otra intención que mantener la electricidad constante en Caracas, sin importarles que el resto del país sufriera la inclemencia de la falta de electricidad.
Intentaron meter la coba de El Niño, un fenómeno ambiental cíclico que un país tropical como el nuestro ha vivido infinidad de veces, y fracasaron.
Intentaron culpar a una iguana y, ante el ridículo, usaron la carta del sabotaje.
Intentaron resolverlo con aquel guiso de Derwick, donde terminaron estafando a la Nación convertidos en cómplices de una red de corrupción vergonzante.
Incluso un funcionario demostró públicamente su ignorancia, en aquel episodio vergonzoso del Equinoccio, y hasta han puesto al ministro a decir delante de las cámaras que no maneja el tema eléctrico. ¡Pero si hasta han cambiado el huso horario, como parte de la retahíla de incoherencias con las cuales han evadido una responsabilidad política tan grave como ésta!
Necesitaría un espacio mucho más grande que el que me permite esta columna para listar, uno por uno, los compromisos y las promesas incumplidas durante casi dos décadas, burlándose de los venezolanos y mintiendo descaradamente.
Desde un poco antes de 2012, nosotros hemos estudiado bien el tema. En más de una ocasión dijimos lo que debía hacerse para recuperar el déficit de gigavatios-hora que hoy sólo ha ido en aumento. Siempre consultando a expertos, pero también a investigadores y periodistas que han seguido de cerca los casos de desfalco y corrupción vinculados con el sector eléctrico. Porque en el fondo esto que vivimos no sólo es consecuencia de la incapacidad y la inoperancia: detrás de la crisis eléctrica hay mucha gente que se llenó de plata. Y ahora nadie rinde cuentas.
Si hago memoria rápida, sólo para poner un ejemplo al recordar las campañas presidenciales de 2012 y 2013, recuerdo que en la campaña del candidato Chávez se hizo mucha bulla con el Parque Eólico de La Guajira, una obra que costó más de doscientos millones de dólares y que hoy en día la Nación no podría financiar. Y aquello no arrancó. No conformes con eso, en la campaña de Nicolás Maduro del año siguiente fueron a visitar la obra que supuestamente transformaría la manera de generar energía en un país petrolero. Y aquí estamos. Por cierto, para hacer el ejercicio de memoria completo, en aquel entonces el Ministro de Energía era Jesse Chacón.
Hoy en día, en el mismo estado Zulia donde al parecer se botaron esos doscientos millones de dólares, la crisis eléctrica alcanza unas dimensiones insostenibles. Incluso comprometen la gobernabilidad de ciudades enteras, donde las personas pasan horas e incluso días sin luz, en comunidades que en ocasiones alcanzan promedios de 34 y 35 grados centígrados a la sombra.
¿Quién conoce hoy en día el estado real de la termoeléctrica de Planta Centro, que llegó a ser la central térmica con mayor capacidad en toda América Latina? ¿Quién le rinde cuenta a los venezolanos de las condiciones operativas de Tacoa o de la hidroeléctrica de Tocoma, que iba a costarle al país unos tres mil millones de dólares y en 2016 ya iba por más de nueve mil?
En un contexto así, ¿no es un irrespeto que el ministro Motta Domínguez no tenga otra manera de hacerle frente a los ciudadanos que trastabillar diciendo que la única idea que tienen es seguir racionando la electricidad? Un racionamiento cruento y arbitrario, hablando de “seis horas, cuatro horas… pueden ser doce, pueden ser ocho, pueden ser cuatro”, burlándose de gente que está perdiendo los electrodomésticos, de comida pudriéndose en tiempos de hambre por las fallas de refrigeración, de ancianos y niños en riesgo de deshidratación, de pacientes críticos que no pueden ser atendidos en hospitales sin plantas eléctricas.
En Venezuela existe un movimiento de profesionales respetables que han constituido el Grupo Ricardo Zuloaga y, desde hace años, han estudiado de manera exhaustiva la crisis eléctrica. Y han dicho una gran verdad: muchos países se han desarrollado sin petróleo, pero ninguno lo ha logrado sin electricidad. Estos especialistas, todas personas muy respetadas en la región, han sostenido que la reactivación económica del país sólo será posible si el aparato productivo nacional dispone de la electricidad necesaria, pero además debe ser confiable.
Sólo con un servicio eléctrico así habrá trabajo productivo, mejores servicios y calidad de vida.
Así que a la hora de pensar en las soluciones, es importante considerar desde ya que con un cambio de modelo político necesario para la transformación del país, atender la crisis del sector eléctrico es fundamental. La razón es sencilla: en las condiciones actuales del sector, sería imposible darle a la producción el impulso necesario. Por eso es preciso que desde ya acordemos cuáles son los pasos que vamos a seguir cuando se dé el cambio en nuestra Venezuela. Sin dilación. Sin excusas. Sin caprichos.
Voces muy calificadas, como la del ingeniero Miguel Lara, no sólo tienen el diagnóstico de cómo llegamos hasta esta crisis eléctrica, si no que además han presentado al país un camino certero para la recuperación de este sector fundamental para nuestro crecimiento.
Saben que, a partir de un cambio en el modelo político que nos condujo a esta devastación, las primeras acciones para la recuperación del sistema eléctrico nacional deben estar dirigidas a levantar la infraestructura operativa, un plan intensivo de mantenimiento y la posibilidad de acordar con PDVSA acciones que suministren gas a las centrales térmicas del país.
Y no podemos evadir el asunto: otra de las acciones iniciales deben dirigirse a sincerar los costos. Se trata de un proceso que debe hacerse de forma transparente, sin demagogia, hablando con claridad a los venezolanos de cuánto se necesita para contar con una nueva industria eléctrica eficiente, en la que cada bolívar que se pague se traduzca en calidad en el servicio. Porque, seamos honestos, uno de los grandes daños que se le ha hecho al sistema eléctrico del país es la demagogia pura aunada a la corrupción que acabó con su operatividad.
Aquello que decían algunos articulistas, refiriéndose a que la corrupción y la incapacidad para darle soluciones a los problemas de los venezolanos iban a hundir al país, al parecer ya es un hecho. El gobierno de Nicolás Maduro está decidido a que el país se resquebraje de punta a punta. Y se equivoca, porque no vamos a dejar que reine la oscuridad.
Este infierno que hoy vivimos se está transformando en una fuerza indetenible, capaz de terminar de reparar la división que han fomentado durante tantos años. Porque el hambre y el desespero son los mismos de lado y lado, Maduro, y ya ni siquiera en aquella orilla del abismo al cual nos han llevado creen que tú seas capaz de resolver esta crisis que va mucho más allá de unos apagones. Se trata de gente brava y con hambre. Y no hay gobernante que haya salido políticamente bien parado de un laberinto como éste. Y tú no serás el primero.
Por eso debemos poner nuestro esfuerzo en lograr que la política ofrezca soluciones en este momento aciago. Muchos olvidan que es fundamental articular una Política de Estado necesaria para sacar a Venezuela de la crisis. Y es urgente escuchar a quienes saben, para que con su conocimiento, se pongan en marcha cada una de las estrategias necesarias para que el país avance.
Nuestra Venezuela cuenta con personas preparadas, profesionales que saben y entienden qué hay que hacer. Tenemos el talento y a las personas capacitadas para generar el cambio y hacerlo bien. No cometamos el error del gobierno: es necesario escuchar y articular las fuerzas, explicarle a nuestra gente el contexto y nuestras propuestas, será mucho lo que avanzaremos. Estoy seguro de eso.
¡Qué Dios nos acompañe en el camino por la recuperación de nuestra Patria!