Las enfermeras venezolanas llevan un mes con una valiente protesta que, sin duda, ha estimulado la reacción de trabajadores de otros sectores del país. Se le sumaron los médicos y los propios pacientes. Incluso gremios enteros han sido persuadidos por su ejemplo y han decidido volver a las calles para luchar por sus derechos que al final son los derechos de todos los venezolanos.
Y el eje de cada una de esas acciones es reclamar por la hiperinflación, el alto costo de la vida y la incapacidad de compra del salario de los trabajadores honestos de nuestra patria.
Es por eso que lo que le han planteado las enfermeras a Nicolás Maduro le ha callado la boca. Ellas públicamente lo retaron a que se atreva a intentar vivir con el salario que gana una de ellas, para ver cómo resuelve.
Maduro en su irresponsabilidad e incapacidad para gobernar, no le ha quedado otra que aplicar la peor de las crueldades: hacerse el loco, anular su sufrimiento y pretender ignorarlas. Aun así, los trabajadores de la salud han puesto al gobierno en una situación inédita, mientras ellos juegan al cansancio de quienes buscamos soluciones, las enfermeras y trabajadores de la salud demuestran que son incansables en la lucha por sus derechos.
Aun así, en medio de este contexto, con el limitado alcance que tienen los medios de comunicación que no han sido secuestrados o sometidos por el gobierno, hay quienes insisten en que la noticia más importante sea que un grupo de las diferentes fuerzas opositoras han vuelto a reunirse. Y creo que es necesario reflexionar sobre eso, porque no podemos seguir tan extraviados.
¿A qué juega el gobierno, sino a silenciar las protestas y hacer que no está pasando nada? Voy más allá: ¿a quién le conviene que se deje de hablar de que nuestros abuelos y abuelas están exigiendo sus derechos de manera ejemplar, de que las enfermeras no han dejado de atender las emergencias, de que los trabajadores de Corpoelec amenazan con parar sus actividades? ¿Cómo es que dejamos de acompañar a nuestro pueblo desde cada una de las vocerías políticas y ciudadanas, atraídos por el morbo de quién dijo qué en una reunión privada de algunos partidos?
¿De verdad somos tan cándidos y tan ingenuos políticamente como para dejar que lo verdaderamente importante y relevante desaparezca de la agenda así por así, sustituyendo una noticia por otra?
En nuestra Venezuela se ha deformado tanto el ejercicio de la política que un asunto tan normal como que los líderes de algunas fuerzas partidistas de la oposición se reúnan a dirimir disensos, marcar sus diferencias y llegar a acuerdos, se ha convertido en una noticia capaz de ocultar un enorme esfuerzo ciudadano por accionar su poder en las calles.
Yo formo parte de una generación que ya lleva casi dos décadas dedicada al servicio de los venezolanos y siempre he estado de su lado en las buenas pero especialmente en las malas, siempre abocado con las mejores intenciones en ayudar a conseguir soluciones y cambiar definitivamente este modelo de pobreza y miseria que nos ha tocado vivir. Sería inmoral de mi parte permitir que una acción que debería formar parte de la cotidianidad política del país se convierta en el centro del debate, cuando sé que hay mujeres que intentan sacar adelante a su familia con un sueldo de enfermera que no les ha permitido tener un nuevo par de zapatos en más de diez años.
Sé que a muchos les conviene esa agenda, porque son partidarios de la inacción o porque simplemente quieren coronarse como los líderes de una oposición política que sólo va a seguir desdibujándose a medida que no atendamos lo que debemos atender.
Ya el gobierno ni siquiera juega a dividirnos. Su apuesta de hoy en día es mucho más bajita: quieren que las protestas sean ignoradas y para eso necesitan que nosotros mismos, quienes deberíamos acompañarlas, las ignoremos. Y más de uno cayó en la trampa, por puro egocentrismo e ignorancia política y social.
Estamos a horas de que el gobierno vuelva a fracasar en algo tan delicado como una reconversión monetaria. La gente en las ciudades se está moviendo en perreras porque los transportistas no han podido contra una crisis en la que comprar un caucho o un repuesto es imposible. La canasta básica familiar aumentó en más de treinta mil por ciento y no hay medicamentos para atender ni siquiera las enfermedades menos graves. Nadie en el gobierno tiene la decencia de hablar con las enfermeras de veinte estados. Estamos a las puertas de una catástrofe mayor si se paran los empleados de la electricidad. Ha aumentado la mortalidad infantil y la deserción escolar. Y en las casas nuestra gente ni siquiera tiene agua corriente.
Somos un país convulso, donde no hay calma ni paz en ninguna familia. Tenemos cifras propias de un país en guerra. El gobierno está matando de hambre incluso a quienes todavía creen en ellos. Entonces, y me perdonan la pregunta, ¿a quién le puede importar más si la oposición se reúne o no, en medio de un infierno como éste?
¿Cómo es que nosotros mismos no le estamos dando visibilidad a todo eso que el gobierno insiste en seguir ocultando e ignorando, para caer en la trampa del ego de señalar quién hace más y quién hace menos?
He hablado con algunas de las enfermeras y de los jubilados, y ninguno de quienes van por ahí queriendo capitalizar políticamente cada uno de los dolores del pueblo se ha acercado al menos para preguntarles cómo acompañar su lucha o qué se puede hacer por ellas.
Llenan las redes sociales de reacciones iracundas y promesas vacías, pero cuando llega la hora de la chiquita y se espera que hagan algo desde la política y la estrategia, están solamente para sacarse la foto y contar los likes.
Y esto no puede seguir así. No en medio de esta oscuridad. No con este empeño en ignorar lo importante para estar al día con la agenda y los trending-topics. No con promesas falsas y vacías, sin hablarle a la gente con el corazón en la mano y mintiendo a conveniencia.
¿Nos están matando de hambre a nuestra gente y nosotros vamos a ponernos a discutir sobre quién se sienta en la cabecera de la mesa? No, hermanos. No podemos darnos ese lujo. Que lo hagan algunos si quieren, pero nosotros no.
Sí. Nos reunimos algunos y al final el país espera porque seamos todos. Pero el país espera resultados, no que hubo una reunión. La reunión ha de ser lo cotidiano, lo normal y lo importante ha de ser el acuerdo para enfrentar esta tragedia y cómo vamos a llevarlo a cabo. Las reuniones no deberían sorprenderle a nadie. Incluso, en algún momento vamos a tener que hacer estómago para confrontar a esos sectores con los que nadie ha tenido el guáramo de sentarse a hablar. En eso consiste una parte importante de la política, de las transiciones y de la lucha por los derechos democráticos. Y a quien le sorprenda o le resulte inconcebible, que revise los libros de historia y entienda que a las coaliciones cargadas de crueldad y violencia sólo se les fractura siendo certeros en la estrategia y trabajando en la misma dirección, así se tengan visiones de mundo distintas.
Y eso no ha sido para nada sencillo ni rápido. Los cabecillas del aparato político y militar que mantiene a Nicolás Maduro en el poder están tan hundidos en guisos y corruptela que van a defenderse con todo para evitar que los lleven a una verdadera justicia.
Allá quienes se atrevan a ofrecer fórmulas mágicas, renuncias inimaginables y caminos inviables. Están en su derecho, así como nosotros en el nuestro de no creer en ellos. Al final buscar unos aplausos ante el drama que vive nuestra gente es algo inaceptable e irresponsable y no tenemos porqué acompañarlo. Apoyaremos cualquier solución real que efectivamente le permita a nuestro Pueblo superar el caos más grande de la historia.
Una de las resposabilidades más importantes del liderazgo político es saber leer el contexto, entender sus causas y provocar las soluciones. Debemos hacer un repaso honesto de todo aquello que debemos difundir nosotros mismos, porque nuestra gente no va a poder enterarse por los medios tradicionales, bien sea porque la censura no se los permita o porque simplemente no forme parte de la agenda informativa.
Y si el hecho de que los líderes políticos nos reunamos a dirimir, a discutir o a proponer, sigue siendo visto como una noticia capaz de eclipsar las cosas realmente importantes, que debemos ayudar a difundir, no nos convirtamos en cómplices de la distracción. Más bien aprovechemos la insistencia de los reflectores para darle visibilidad a las cosas que el poder intenta esconder, mientras vamos articulando soluciones y empezamos a rescatar las dinámicas propias de la democracia que queremos conquistar.
Si de verdad queremos tomar las riendas del futuro de nuestro país, sería una torpeza política pretender que las decisiones que deben tomarse al convertirnos en gobierno deben subordinarse a una candidatura o, peor aún, que deben pensarse después de haber conquistado el poder.
En mi condición de arbitrariamente ser inhabilitado político, al no ser competencia para ninguno de quienes insisten en llegar a Miraflores aunque no expliquen cómo, creo que es necesario comunicarle a nuestra gente que en este nuevo escenario las fuerzas deben articularse de una manera distinta. Y una de las cosas que hay que empezar a hacer es generar respuestas al nuevo diagnóstico que arrojarán las consecuencias de la hiperinflación.
Y para eso, gústele a quien le guste, hay que reunirse con cada uno de los actores políticos que estén interesados en generar una transición. Desde las enfermeras que trabajan con un sueldo de hambre hasta los sindicatos de las instituciones públicas que están padeciendo el hecho de tener al gobierno de Nicolás Maduro como patrono hambreador. Quien no sepa ver eso, se está tragando el humo que le venden quienes a estas alturas no sabían cuánto costaba un kilo de carne ni cuánto trabajo pasa la gente que se mueve en transporte público desde hace casi dos décadas.
Si vamos a convertirnos en noticia, que sea cuando comuniquemos un plan producto del acuerdo, antes que un nombre con forma de candidatura. Si vamos a convertirnos en noticia, que sea por encima de los intereses personales y partidistas.
Mientras tanto vamos a convertirnos en replicadores de las causas que están en plena lucha. Vamos a motivar a quienes nos siguen a ponerse del lado de las enfermeras sin necesidad de formar parte del sector público de la salud y acompañarlas. Vamos a entender el conflicto que viven los trabajadores públicos y visibilizarlo, entendiendo que muchos siguen secuestrados por el miedo y las amenazas.
Y, mientras eso pasa y el gobierno sigue reaccionando desde su cobardía y su crueldad, asumamos la tarea de construir y pensar las acciones y respuestas a la crisis que pondremos en práctica cuando se dé el cambio que deseamos. Si alguien como yo, que está inhabilitado políticamente, está dispuesto a accionar en todas estas direcciones, ¿cómo van a negarse quienes insisten en que son los llamados a conducir el futuro?
El asunto es entender que éste es un nuevo contexto y amerita una lectura urgente, que la protesta ya está accionada en la calle brindando una lección política de resistencia y aguante, que nos toca leer la nueva dimensión post-hiperinflación y plantearle al país las maneras de actuar para que la esperanza consiga un asidero distinto a la fantasía de unos vendedores de humo.
Tenemos que hacernos cargo. Juntos y con la tarea de normalizar la política, hasta el punto de que resulte inevitable que lo importante se convierta en el eje de las conversaciones. Que más nadie prometa en nombre de la oposición cosas que no pueden cumplir. Que más nadie provoque esperanzas sin explicarle a la gente los cómos. Que no se vuelva a jugar con la esperanza de la gente, a cuenta del interés de liderar un barco que, si sigue el rumbo indebido, corre el riesgo de convertirse en un naufragio que desde ya debemos evitar.
Como siempre pido bendiciones de Dios para Venezuela y para cada uno de los venezolanos. ¡Que Dios nos dé la sabiduría y la fortaleza para seguir adelante!