A más de una semana de los apagones del 6 y 8 de julio que afectaron gran parte del país, todavía la oscurana cubre la información oficial sobre las causas que los ocasionaron. Cada falla aumenta el riesgo de más debilidad del sistema eléctrico y, al mismo tiempo, de racionamiento, advierte el especialista José Aguilar.
Por una nueva falla en el sistema eléctrico, un apagón dejó a oscuras, hasta por dos horas, a 13 estados del país, luego de constantes fluctuaciones de energía, el lunes 6 de julio a las 8:30 p. m. Cuatro minutos más tarde, ocurrió otra breve interrupción. Estos sucesos significaron para la población otro sobresalto en la ensombrecida calidad de vida, plagada de racionamientos; para los especialistas fue otra señal inequívoca de que crece la inestabilidad de la compleja red. Aunque alumbre, tiene cada vez más cables sueltos.
“Cada vez que ocurre una falla se ocasiona una desconexión de equipos del sistema y disminuye la capacidad del sistema interconectado”, advierten con preocupación especialistas en el tema eléctrico. En lo que va de 2020, se han reportado más 10.300 cortes no programados en todo el territorio nacional, según la asociación de víctimas de apagones. El riesgo de ocurrencia tiende a aumentar con más intensidad y frecuencia, si no se trabaja en la búsqueda de una solución definitiva.
Sin servicio eléctrico
La noche del 6 de julio, 1900 MW quedaron fuera de servicio, luego del desperfecto registrado en la red de transporte de energía. Esta permite transmitirla a lo largo y ancho del país, una vez que la generan las centrales eléctricas. Venezuela dispone de entre 65 a 70 unidades de generación, de 300 instaladas en el país. Y hoy al parecer se tienen menos.
“Existía una demanda cercana a los 11.000 MW. La oferta efectiva, sin problemas, para no racionar, es de 9000 MW y se tendrían que racionar cerca de 2000 MW permanentemente para evitar un nuevo apagón. Como eso resulta impopular, optan por arriesgar a tener más interrupciones de energía”, señala el ingeniero José Aguilar, especialista y consultor internacional del tema eléctrico.
Aguilar indica que 48 horas después de la oscurana de esos dos días, no se había recuperado la carga.
No se atreve a predecir si el servicio empeoró o si está a punto de otro largo megapagón, luego de los dos eventos, debido a la opacidad de la información oficial. Considera que poder tener luz en Venezuela “es un círculo vicioso” sin parar: las maniobras de Corpoelec para mantener la electricidad, ante la falta de inversión correcta, están causando más daños y ocasionan inevitablemente más debilidad en toda la red interconectada.
Y hay que romper ese ciclo ya, dice. “Usted puede poner a Superman a tratar de arreglar el problema, pero mientras permanezcan todos esos vicios y deficiencias, nada logrará; esta situación es como la criptonita que pone cuesta arriba la recuperación del sistema eléctrico nacional”.
Un sistema, dos versiones opuestas
Una “alta tensión en dos subestaciones (Sur y Santa Teresa)”, ubicadas en Los Valles del Tuy, estado Miranda, ocasionó constantes fluctuaciones y la interrupción eléctrica, según Corpoelec. El organismo ha atribuido a ambas subestaciones apagones ocurridos en años anteriores. En 2017, el organismo explicó que el apagón que afectó a varias zonas de Caracas, Vargas y Miranda, el 19 de diciembre, se debió a que de la subestación Sur OMZ “se desprendió un cable de entre 5 y 6 metros que une la planta de generación con las torres de transmisión”.
Sin embargo, como en aquella oportunidad, la versión oficial no convence a los expertos.
“La primera falla se originó en la subestación La Arenosa, ubicada en Tocuyito, estado Carabobo, la cual recibe alimentación de San Gerónimo B. Eso desencadenó una falla hacia el centroccidente del país, y de allí se fue hacia la subestación Yaracuy, de 765 KW, en el estado del mismo nombre, de la cual se nutren los estados andinos, Zulia y los llanos. Por esto se desconectó una línea, el tramo La Arenosa-Yaracuy. Esto no debió ocurrir, y no sabemos por qué pasó”, apunta Aguilar.
Incógnita eléctrica
Explica que hay dos líneas de 765 KW entre las subestaciones La Arenosa y Yaracuy. Una estaba en capacidad de absorber toda la carga dejada por la otra, pero no lo hizo, dejando en la oscurana la vasta región.
Cuatro minutos más tarde, se reportó otra falla en una sección del Compensador Estático, un dispositivo esencial para controlar las tensiones, en la subestación San Gerónimo B (existe otro en La Horqueta). Otros eventos ocurrieron entre las 9:00 p. m. y 10:00 p. m., por las dos primeras averías. Esto evidenció que hay limitada maniobrabilidad en el sistema de transmisión, dice el ingeniero.
“Con estas dos fallas no hay forma de que se pueda traer energía desde el Guri y continuar hacia Carabobo, Aragua, el centro y la Región Capital, porque por allí desde San Gerónimo B, se alimentan y va a la subestación Sur en 765 KW, y hay otros de 400KW”.
Aguilar afirma que en la secuencia de eventos que ha analizado, los problemas en la subestación en Santa Teresa y la Sur OMZ, suceden casi una hora después del evento. “Esto puede haber ocurrido, pero esa no es la explicación del origen que desencadenó todo el evento”.
Más racionamiento, más energía
Si las fallas en el sistema fueron reparadas, habrá menos probabilidades de que sean recurrentes, pero lo que ocurrió los días 6 y 8 de julio “es la consecuencia de una operación irresponsable”, asegura.
“Tenemos un déficit de energía, ellos lo saben, y, por tanto, para no racionar tanto en Venezuela, arriesgan el sistema y todavía no han logrado refinar el proceso. Eso es lo que nos está llevando a tantas contingencias, que pueden ocasionar muchas consecuencias adversas”. Una situación que atribuye a “órdenes erradas e irresponsables” y que llevará al país a un chocante y necesario mayor racionamiento de electricidad.
“La generación efectiva no puede pasar de 10.000 MW, para una demanda que se mantiene, en forma estrangulada, cerca de 11.000 MW. Esta no ha tenido descensos apreciables, en comparación con 2019. Hay una razón: Venezuela antes de la COVID-19 ya había bajado muchísimas santamarías en el comercio y la industria. Ahora con la COVID-19 todos están confinados en sus casas y se usa más electricidad. Y no toda esa demanda se puede suplir. Si pasa algo, hay riesgo de perder y llevar al país a 0 MW”.
Hacia el fondo
Aguilar calcula que esa demanda se mantendrá represada hasta el 15 o 20 de agosto, cuando el sol se acercará más a Venezuela. Habrá un incremento de la demanda de hasta aproximadamente 12.000 MW, según apunta. Si no hay más MW, se tendrá que racionar más o se pone en peligro la operatividad del sistema. El país se expondrá a más apagones, y, en consecuencia, a más daños en unidades de generación o de infraestructura de transmisión o distribución.
“Venezuela está llegando al fondo en electricidad. ¿Es posible bajarle más a la demanda? Artificialmente, sí, pero habrá cada vez menos y menos MW disponible. En mi opinión profesional, a diferencia de otros países, el país está llegando a su fondo y no se debería bajar más la demanda. Ya la gente está sufriendo con muchas carencias y sacrificios, y si seguimos bajando la disponibilidad eléctrica del país, vamos a agravar todas las crisis. Eso nos llevaría tal vez a consecuencias no intencionadas adversas. Por eso, se debe evitar la operación irresponsable y ser transparente”.
Con información de Crónica Uno