En países con situaciones normales, un aumento de sueldo es una bendición y un premio por los buenos servicios de un empleado para su empresa. Sin embargo aquí en Venezuela en donde la economía está de cabeza y la inflación avanza rápido es muy común no desear el dichoso aumento, por las consecuencias irremediables que este trae.

Durante los últimos meses el salario mínimo ha subido más de cuatro veces, en esta oportunidad el aumento estuvo marcado por un 50% que es equivalente a 13 mil 546 bolívares que se le suman a los viejos 27 mil 092 que correspondían al viejo sueldo.

La desgracia de la inflación se vuelve palpable al momento de ir a los automercados o a cualquier negocio, debido a que la inflación eleva los precios con mucha rapidez y los salarios no logran equipararse, ni cubrir las necesidades de la canasta básica.

En muchos lugares 1 kilo de tomate tiene un costo de 3 mil 600 bolívares en promedio, mientras que un cartón de huevos vale entre 6 mil bolívares y 5 mil, el café está en un precio superior a los 500 bolívares y el pan campesino 800 además los refrescos de 2 litros pueden llegar a costar hasta 3 mil bolívares lo que deja en evidencia lo poco que se puede hacer con el nuevo salario

Los números del nuevo sueldo mínimo reflejan la realidad expresada por varios economistas que afirman que los constantes aumentos no desahogan al venezolano si no que lo asfixian más puesto que son medidas muy pequeñas para problemas demasiado grandes, es decir que estos actos son insignificantes si de beneficios se habla.

FUENTE: EL CARABOBEÑO / LA PATILLA

FECHA: 11 DE ENERO DE 2017

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