La acelerada inflación que repercute en la economía de Venezuela ha llevado a muchos de sus ciudadanos a hacer recortes en gastos que en tiempos pasados podrían formar parte de su cotidianidad, esto básicamente porque los ingresos quedan cortos antes los elevados precios de bienes y servicios observados en el mercado, quedando rezagado el presupuesto de las cabezas de familia para la compra de alimentos y medicinas.

De acuerdo a un trabajo publicado por el periodista Kirk Semple en The New York Times, la nación se encuentra al borde, o según algunos expertos, ya inmersos en la hiperinflación. Aunque el Banco Central de Venezuela no ofrece datos de la tasa inflacionaria desde hace dos años, el Fondo Monetario Internacional calcula que para el año 2018 estará por encima de 2.300%.

El periodista reseña que además de la escasez, los venezolanos también padecen el colapso de los servicios públicos como el transporte, la delincuencia y la falta de acceso al dinero en efectivo.

“Algo tan sencillo como sacar dinero del cajero automático, comprar un café o tomar un taxi se ha convertido en una carrera de sobrevivencia”, expresó Sandoval, un crítico literario y profesor universitario que se ha visto en la obligación de abstenerse de comprar libros, una difícil renuncia para él, según relató.

En una zona caraqueña, David se gana la vida como peluquero y tiene tres hijos, asegura que la crisis económica se ha adentrado en su familia. Hace unos años dejaron de hacer la visita anual hacia Mérida, su ciudad natal, luego dejó de comprar ropa para sus hijos, que trataba de hacer por lo menos cada dos semanas.

Aunado a ello, desde hace hace un año David y sus hijos no van al cine, un gusto que anteriormente se daban con regularidad.

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Publicado por Sumarium

05/12/2017

 

 

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