Las esperanzas de vida se van agotando, así como las fuerzas para seguir luchando cuando el presupuesto no alcanza y las atenciones desde el sistema de salud público no tienen cuidado especial en los pacientes crónicos. Aquellos arriesgados «mueven cielo y tierra» para conseguir viáticos y estadía en otro país, con tal de regresar con las medicinas o asegurar la atención gratuita en tratamientos que llegan a superar los $3.000 en Venezuela. Los sacrificios continúan y pocos tienen la dicha de instalarse con familiares para ganarle la batalla a la muerte, mientras defensores de derechos humanos lamentan la desinversión del Gobierno en el sistema de salud que olvida las complicaciones que terminan acabando progresivamente con los pacientes crónicos.

Guiomar López | La Prensa de Lara 

La carrera es contrarreloj entre quienes padecen de insuficiencia renal, cualquier tipo de cáncer, alguna enfermedad hematológica, entre otras que deben tener el seguimiento con especialistas y tratamientos de alto costo que han dejado de ser regulares en el Seguro Social. Ellos no pueden tener un receso y debe ser tan puntual, como la calidad de las sesiones de diálisis para los renales que dejaron de ser de 4 horas y hasta se ven afectadas por problemas en las máquinas o en el suministro de agua. Otro caso de especial atención son los oncológicos, que luego del diagnóstico deben cumplir con sus exámenes y sin descuidar ese proceso de quimioterapias, intervención quirúrgica, radioterapia y algunos de braquiterapia, de acuerdo a la evolución clínica. Equipos que no están garantizados en todos los centros asistenciales públicos y recurrir al privado les implica «parir» hasta $3.700 en la cancelación completa de todas las sesiones de radioterapias.

Van al tanteo
Las emociones de Gloribeth Marín son encontradas, porque su felicidad por conseguir las radioterapias le suman esa fe por la vida. Pero, ¿cuál fue el precio que debió pagar? Allí se nubla de tristeza, al admitir que tuvo que «rematar» la venta de la casa por $600. «La regalé, pero tuve la confirmación de ser atendida en Colombia y debía tener los reales a la mano», señala esta señora de 52 años y residente de la urbanización La Caldera, al oeste de Barquisimeto.

Recibió sus 17 sesiones de radioterapia gratuitas en un hospital de Cúcuta, donde fue admitida al poco tiempo para lo cual ameritó presentar un documento de tutela con la presentación de su caso, el trámite en Migración Colombia y reunir para tener el presupuesto para sus pasajes, arrendar una habitación por un mes y los gastos de alimentación, los cuales sobrepasaron los $300. Suspira al mencionar ese monto, que puede ser inalcanzable para estos pacientes que buscan terminar con todo su control médico a tiempo.

Al consultar a quienes dependen del riñón artificial, Yanirys Evíes, desde la fundación «Vida renal contigo», señala que reciben algunos donativos de particulares desde Colombia y tienen varados un lote de inmunosupresores porque no cuentan con el dinero para cubrir el envío. «Es tan difícil nuestra situación. Nos limitamos por $50 que pueda costar ese envío porque no tenemos ese dinero», comenta en tono de desesperación, frente a las trabas que impiden la llegada de este tipo de medicamentos que pueden asegurar el pase a quienes optan para trasplantes y así el riñón pueda adaptarse al organismo.

No les falta Dios y aún así se quedan cortos. Es lo que piensa Evíes ante esa mano amiga que han tenido de fundaciones como «Chile somos donantes», las cuales aportan vitaminas, antihipertensivos, calcio y hasta controlar cardiopatías. Es un apoyo de pacientes renales que les sobran estas medicinas o de aquellos que han muerto sin culminar el tratamiento.

«Sus esperanzas de vida son cada vez inferiores, en comparación con otro país de Latinoamérica», lamenta Manuel Virgüez, desde la organización Movimiento Vinotinto, al recordar que ni siquiera se tiene la garantía de un empleo estable y digno, la población dejó de tener opción a un seguro médico con una póliza de gran cobertura y hasta se les vulnera el derecho a los servicios, cuando sabe de las denuncias y protestas reiterativas por las fallas con el agua en la unidades de diálisis o máquinas afectadas por las deficiencias hasta en el mantenimiento preventivo. «Se reconoce el esfuerzo del personal sanitario por atender, pero tan difícil por la desinversión del Estado y su opacidad ante el derecho a la salud», recalca de la especial atención para los pacientes crónicos.

Reclama que a dos años de pandemia por covid-19, no se tiene la cobertura y garantía de atención para estos pacientes que arrastran una larga cadena de costos.

Milagros Seijas, desde la Fundación de Pacientes Oncológicos de Venezuela (Fundapov), ilustra esta situación desde casos críticos con pacientes sin presupuesto para poder asegurar su tratamiento. «Es una desesperación incontrolable cuando se tiene el tiempo contado y no se cuentan con los recursos», dice ante la insistencia para conseguir las radioterapias en los hospitales Domingo Luciani y Padre Machado, de Caracas, pero la espera puede ser indeterminada. Tanto que resalta casos que optan por ubicar en un centro privado de Maracay, donde el presupuesto ronda los $1.400, siendo hasta menos de la mitad del costo en Barquisimeto. Una cantidad que también implica sacrificios, pero con una gran diferencia en miles de dólares.

Otro testimonio es de Irma Pérez, quien es paciente hematológico y ya no soportaba que su vida dependiera de las transfusiones de sangre. No quería abandonar Venezuela, pero su hija estaba establecida en Chile y la obligó a residenciarse en ese país en busca de la atención gratuita. «Acá todo es gratuito y hasta nos facilitan los medicamentos junto a la atención a domicilio», exclama vía telefónica, quien tiene 8 años con este diagnóstico y está a punto de abandonar las transfusiones.

Pero todos los pacientes crónicos no tienen esa oportunidad de migrar en busca de atención médica, un cuidado que debería ser aportado por el Estado y con todo el apoyo, por esa apuesta a la calidad de vida.

Con información de La Prensa de Lara

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