En medio de la pandemia por la COVID-19 y la emergencia humanitaria compleja que vive el país quedaron los pacientes crónicos. Las restricciones de movilidad y de transporte en semanas de cuarentena radical, más las fallas en el suministro de combustibles, han perjudicado la continuidad de sus tratamientos.
En la actualidad de Venezuela, de emergencia humanitaria y pandemia por la COVID-19, la situación de los pacientes renales no es menos crítica ni menos alarmante que la del resto de pacientes con otras condiciones crónicas. Una parte de esta comunidad requiere tratamiento sustitutivo renal tres veces por semana cada una de cuatro horas. Este tratamiento los obliga a trasladarse a unidades de diálisis, sin importar si es cuarentena radical o flexibilización.
Pero las restricciones de movilidad y las limitaciones en el uso del transporte público durante las semanas de cuarentena radical han entorpecido los ciclos de diálisis de las 7600 personas que, aproximadamente, reciben tratamiento de diálisis en el país, según datos del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), aunque desde la organización Amigos Trasplantados de Venezuela (ATV) estiman que actualmente podrían ser un poco menos.
A veces Reymer Villamizar, fundador de ATV, siente que “las personas con insuficiencia renal son cada vez más olvidadas, no tomadas en cuenta o simplemente dejadas a la buena de Dios” por parte de las autoridades gubernamentales que tienen competencia en la área de la salud pública, y aún más, en medio de la cuarentena que parece vino a agravar más su situación, que ya desde 2015 estaba en detrimento en el país debido a la emergencia humanitaria compleja.
Las personas están dejando de asistir a sus tratamientos porque muchas veces no pueden trasladarse. Hay estados que, gracias a la presión que se ha ejercido, han establecido rutas para las personas que tienen que recibir diálisis. Pero ha sido insuficiente. Y en muchos casos esas mismas unidades de transporte dejan de prestar servicio por falta de combustible”, expresó Reymer.
Carmen Padilla sabe que como paciente renal en diálisis debe estar lo menos posible en la calle para evitar el contagio de la COVID-19 y también evitar el contacto físico. Sin embargo, no puede faltar a la diálisis. Carmen vive en el estado Lara, allí la gobernación les dio cupos a los pacientes renales en las estaciones de servicio para abastecerse de 120 litros de gasolina subsidiada cada cierto tiempo para que puedan movilizarse hasta las unidades de diálisis y las farmacias de alto costo.
Hay veces que podemos surtir dos veces al mes y otras cuatro veces al mes”, dijo Carmen, quien aclara que esto solo funciona en el caso de las personas que tienen vehículos particulares.
Quienes no tienen carro propio –contó Carmen– pueden utilizar las unidades de transporte público de TransBarca que fueron habilitadas en una ruta especial hacia las unidades de diálisis. No obstante, la paciente denuncia que este servicio funciona “a medias porque a cada rato tienen problemas con el abastecimiento de gasoil, con los filtros, con el aceite. A veces llegan con retardo o no prestan el apoyo”.
En algunas unidades de diálisis –según reportes que han llegado a ATV– han tenido que reducir las cuatros horas de diálisis recetadas a los pacientes para que el personal médico y de enfermería pueda salir un poco más temprano y llegar a sus casas antes de que las calles queden desoladas o el poco transporte público que funciona en semanas radicales desaparezca. Otro reporte ha sido que en alguna unidades, sobre todo del interior del país, les solicitan llevar al menos un litro de gasolina a los pacientes para las plantas eléctricas ante las constantes interrupciones en el servicio de electricidad. También que muchas veces les toca comprar entre todos garrafas de agua para las plantas de ósmosis.
No existe una cifra, proporcionada por el IVSS, de cuántas unidades de diálisis están funcionando actualmente en el país. Pero, según ATV, para 2019 se hablaba de 128 activas, aunque para 2017 se calculaban unas 300.
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Con información de Crónica Uno