Luis Fernández visitó a la farmacia de Alto Costo de Los Ruices, en Caracas, los días viernes 12, lunes 15 y martes 16 de enero. “No tenemos respuesta aún”, fue lo que contestaron los trabajadores de la sede a la pregunta de si ya habían llegado los medicamentos inmunosupresores que necesita para su condición de trasplantado.

Luis es el retrato de lo que padecen los 3.500 pacientes trasplantados que viven en Venezuela y que están en riesgo de perder el nuevo órgano por la escasez de medicamentos.

Para tratarse debe tomar ácido micofenólico y Tacrolimus. El primero lo compró el 1 de enero a un millón 550 mil bolívares la caja de 50 pastillas. Le recetaron dos cajas y media al mes. El segundo medicamento, expendido en las farmacias del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (Ivss), no lo recibe desde hace cinco meses. La ausencia del Prograf la sobrelleva reduciendo las dosis o con donaciones de otros pacientes amigos.

“Tengo hasta la próxima semana. Fue una donación de una compañera trasplantada llamada Claudia que me donó dos blíster”, asegura Luis, “me venía tomando cuatro pastillas diarias, pero ahora tomo dos para que me duren”.

Reducir las dosis obliga a Luis a monitorear sus valores con frecuencia. Cada tres o cuatro días se hace unos exámenes para verificar que su organismo no rechace el riñón que recibió el 13 de noviembre de 2016, hace ya un año, dos meses y cinco días.

Eugenio Martínez tiene 43 años y el 23 de febrero de 2016 recibió un trasplante de riñón de su madre. “Me dio la vida por segunda vez”, comenta el diseñador gráfico. Y a pesar de que parece que fue no hace mucho, la situación ha cambiado de forma drástica desde entonces.

“Fui uno de los últimos trasplantados a los que el Ivss le entregó todos los medicamentospre-trasplante y post-trasplante. Tres meses después, suspendieron las operaciones de trasplante en esa clínica (La Floresta) porque no había cómo garantizar los tratamientos“, recuerda.

Para esa fecha, los pacientes vivían “una luna de miel” con el suministro de inmunosupresores. Tres meses después comenzó la intermitencia con el Prograf. Luego le siguieron otros medicamentos hasta que el segundo semestre de 2017 empezó la pesadilla. Desde entonces, los trasplantados viven lo que la Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Salud y la Vida (Codevida) califica como una “escasez absoluta y prolongada” puertas adentro en el Ivss.

Eugenio visitó la farmacia de Alto Costo del Seguro Social por última vez en diciembre de 2017. Se considera afortunado porque, a diferencia de otros pacientes, ha podido asegurarse tratamiento hasta abril. Eso sí, a un precio muy alto.

Buscar los inmunosupresores para cubrir un tratamiento mensual como el de Eugenio (ácido micofenólico y Tacrolimus) fuera de la frontera venezolana puede salir aproximadamente en 450 dólares, al menos en los Estados Unidos. En España la factura sale “más económica”. Un alto precio para no verse obligado a suspender ni a reducir sus dosisante la crisis de salud. “Ya mis ahorros me los comí”, lamenta.

Por su parte, a Yosmar Martínez le preocupa que su esposo tenga mudarse para buscar su medicamento fuera de los límites del país, pero no ve otra solución. Es eso o incumplir el tratamiento indicado para el órgano que ella recibió en noviembre de 2017, poco menos de tres meses atrás.

“Tuvimos que comprar blíster por blíster y nos lo vendieron en 100 mil bolívares cada uno”, apunta Yosmar. Le falta conseguir un tercer inmunosupresor para completar su tratamiento, pues lo que le queda apenas le alcanza para cubrir unos 16 días más.

“A principios de enero lo conseguimos en Badan en un millón 650 mil bolívares cada caja y yo necesito tres. Cuando reunimos el dinero y lo fuimos a comprar unos días después, ya se había agotado“, cuenta.

Para Yosmar, a diferencia de otros pacientes, reducir las dosis no es una opción. El trasplantelo recibió recientemente, en medio de la agudización de la escasez, y necesita completar su tratamiento.

Con información de Efecto Cocuyo

22/01/2018

 

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