Ireymar Peinado tiene un niño de 6 años que ya no toma leche ni usa pañales, pero va al colegio y debe consumir alimentos que le aporten nutrientes para su crecimiento.
Ante la precaria situación en la que viven, el esposo de Ireymar emigró a una isla caribeña donde trabaja ilegalmente y les envía un poco de dinero.
Ella explica que su esposo «cuando puede» manda unos 50 dólares mensuales, monto que, dijo a Efe, se le va «como agua entre los dedos».
«Nosotros teníamos un negocio y he tenido que vender los equipos para poder sobrevivir, para comprar comida», relata la profesional de 29 años, quien dice tener el título «de adorno», porque ser madre ha consumido todo su tiempo y dinero.
En la casa de Ireymar no se come carnes ni embutidos porque «son muy caros» y, entre lágrimas, explica que ha pensado retirar al pequeño del colegio porque exigen cosas que ella no puede proporcionarle.
«En el colegio todas (las madres) estamos morosas. O pagas el colegio o comes. Estoy pensando en sacar al niño porque me exigen merienda y muchas veces no la tengo, y no voy a dejar a mi niño viendo cómo comen los demás», explicó.
El panorama no es alentador. La directora de Finanzas de la Asociación Nacional de Institutos Educativos Privados (Andiep), Yanet Márquez, dijo a finales de febrero que las mensualidades de los colegios privados del país aumentarían entre 20% y 50% a partir del miércoles 1 de marzo por el incremento de la unidad tributaria.
El ajuste de la UT obliga a elevar el tique alimentación del personal que labora en los planteles, enfatizó, y para poder cumplir hay que “ajustar la mensualidad a la realidad que tenemos”. Sin embargo, sostuvo que el tique alimentación “no alcanza para lo que se requiere” en un hogar.
Por falta de comida los niños venezolanos dejan de ir a clases
La Encuesta de Condiciones de Vida en Venezuela 2016 (Encovi) reflejó que la actual crisis económica del país también afecta la escolaridad de niños y adolescentes, particularmente en los estratos más pobres de la sociedad.
Los datos que Encovi compartió a finales del mes de febrero y que resumió el periodista de Contrapunto Héctor Antolínez en su artículo «Por falta de comida los niños venezolanos dejan de ir a clases», reflejan que 68% de los niños y 70% de las niñas de 3 a 5 años de edad se encuentran dentro del sistema educativo, cifra que luego salta hasta 98 y 99%, respectivamente, para aquellos en edades entre 6 y 11 años.
La falta de comida en el hogar y en la escuela es un problema principalmente para los sectores más pobres del país.
En total, 45% de los niños en el quintil 1 (más pobre) y 26% en el quintil 2 no asisten por falta de comida en la escuela, y 39% del quintil 1 y 34% del quintil 2 no asiste a planteles por falta de comida en el hogar.
Una cuarta parte de los niños venezolanos no fueron a clases en 2016 porque no tenían qué comer, según la Fundación Bengoa, que estudió este fenómeno.
«Tengo un estudiante que se perdió todo el año», relató un profesora de Ciencias a la agencia AP. «Lo vamos a aprobar de todos modos. Este chico no tiene la culpa de que el país se desmorone».
Este país ha abandonado a sus niños. Las consecuencias van a ser gravísimas. No se verá inmediatamente, sino en el futuro, y esto no es recuperable», afirmó la portavoz del Movimiento de Padres Organizados, Adelba Taffin, a AP.
Criar niños es Venezuela es un acto de supervivencia
En la fila de una droguería caraqueña, donde no hay medicamentos pediátricos pero sí golosinas, se pasan las horas de una madre venezolana que desde la madrugada hace una larga cola para gastar «todo» su dinero en un paquete de pañales y una lata de fórmula láctea que le durará 10 días, a lo sumo.
Un trabajador del local dijo a Efe que no tenían fórmulas lácteas en su inventario desde hace tres meses y que el incremento en el costo es «imposible de pagar».
Así, en un país donde el salario mínimo mensual es de 40.638 bolívares (58 dólares, según la tasa oficial de cambio más alta), una lata de 450 gramos de leche para bebés oscila entre 12.750 y 18.000 bolívares (entre 18 y 26 dólares).
El precio de la leche de fórmula no está regulado por el Gobierno venezolano como sí ocurre con el de los pañales,
cuyo costo en paquetes desechables de 24 unidades va de los 360 a los 437 bolívares (0,5 y 0,6 dólares).
Sin embargo, debido a la escasez de este producto, el incremento en su precio de venta informal alcanza hasta los 28.000 bolívares (40 dólares).
“Los bachaqueros en Petare venden el paquete de pañales de 20 entre 15 y 20 mil bolívares, y cada uno en 1.000 o 1.500 bolívares, contó Antonio Gil a Contrapunto a las afueras de una farmacia del este de Caracas
«Mi hermana trabaja en la farmacia y consigue los pañales cuando llegan, pero leche no puedo comprar, esas fórmulas son carísimas», dijo a Efe Caribay Zabala, una madre de 22 años que se dedica a vender desayunos.
Aún con la ayuda de su hermana, la joven aseguró que ella y otras madres de su familia utilizan pañales de tela porque no les rinden los desechables que pueden encuentrarse.
Zabala dice que ser madre en Venezuela es una labor titánica que, sumada a la escasez de productos básicos y la inflación galopante de la nación, «hace que tengas que decidir entre comer tú o tu bebé».
Para ella, calmar el hambre de su hija de 6 meses es una prioridad que, afirma, tendrá que satisfacer «como sea».
La joven contó a Efe que la última vez que adquirió una fórmula láctea para su hija la mezcló con maizena (harina de fécula de maíz) para «rendirla», aunque aclaró que gastó mucho dinero en un pote de leche que le duró una semana.
Los inasequibles y limitados alimentos no son los únicos problemas con los que lidian las madres venezolanas.
El hijo menor de Betsabet Gil, una joven cajera de un banco privado, tiene tres semanas con alergia en la piel porque su madre no ha podido comprar un detergente suave para su ropa.
«No hay jabón suave, y si es importado es incomprable. (La alergia) le ha durado tres semanas, ha sido un suplicio encontrar las cremas que le recetaron. Todavía hay una que no encuentro», relató a Efe Betsabet.
Ella tiene dos hijos, de 2 años y de 5 meses, y reconoce que «por ahora» es un «alivio» que el pequeño reciba lactancia materna, ya que «no sabría qué hacer si tuviera que comprarle fórmulas».
El más grande toma «atoles», como comúnmente se le dice en Venezuela a la bebida que mezcla algún cereal con leche.
«Tampoco es que me salga barato. Un Cerelac está por los 8.000 bolívares (11 dólares) y eso hay que mezclarlo con leche completa porque él ya está grande, pero la leche completa ya casi ni existe», indicó.
La dificultad de ser madre en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo no discrimina entre las edades de los hijos.
Fuente: Con información de EFE, AP y especiales Contrapunto
Fecha: 05 de marzo de 2017