Monseñor Baltazar Porras, cardenal de la Iglesia Católica venezolana desde 2016, arzobispo metropolitano de Mérida desde 1991 y administrador apostólico de la Arquidiócesis de Caracas desde julio de 2018, está convencido de que la apuesta de la sociedad venezolana en este momento tiene que ser a favor de una convivencia pacífica, el cardenal rechaza las acciones violentas de civiles armados en contra de la población y sostiene que “este llamado que se está haciendo a los colectivos para que defiendan la Revolución es un llamado a la guerra, es un llamado a la muerte, y aquí tenemos que trabajar es por la vida”.

Monseñor, Venezuela vive una situación inédita, una profunda crisis. ¿Cómo se prepara la Iglesia para vivir esta Semana Santa 2019 en ese contexto?

A pesar de toda la crisis, de todas las dificultades que hay por agua, transporte, electricidad, hemos asumido no suspender ningún tipo de actividad o programa que se tiene, no solo de tipo religioso (viacrucis, procesiones) sino también de tipo social (ollas comunitarias). Aquí nos hemos encontrado con el escollo de autoridades que a veces lo han impedido. Es novedoso y curioso que en algunas zonas populares se ha amenazado a la gente que ayuda en la parroquia para la olla solidaria, por ejemplo. Hacer eso es visto como si fuese una acción en contra del Gobierno.

En tercer lugar, hemos impulsado durante esta Cuaresma una iniciativa que arrancamos en Adviento, el Centro Pastoral Monseñor Arias Blanco, para la formación en ciudadanía y en vocación cristiana.

Es decir, estamos viviendo una situación en parte inédita, pero que está marcada sobre todo por el incremento del miedo y la represión, lo que genera un sentimiento de que aquí no se puede hacer nada, de cerrase y de abandonar todo tipo de esperanza, y por eso este Centro, con el que estamos formando para tener conciencia de que las dificultades —que son reales y cuesta arriba— requieren poner muy en alto los valores de la solidaridad y de la fraternidad. Estas acciones tienen un componente de ayuda humanitaria pero también de crecimiento y de fortaleza espiritual de quienes participan y de quienes lo llevan adelante.

Usted habla de algunos episodios en los que se han impedido actividades sociales de la Iglesia en diferentes comunidades…

—Sí. Ha pasado con el tema de las ollas solidarias, con el tema de la medicina, el tema del agua… En algunos sitios no nos han dejado, siquiera, que una cisterna llegue a los depósitos de agua de una parroquia, con la cual se pueda trabajar en la elaboración de la misma comida que se hacer llegar a las personas más necesitadas de la comunidad.

¿Cómo están haciendo los párrocos, las religiosas, los laicos comprometidos frente a esas situaciones?

—Se está asumiendo con una gran calma y con mucha serenidad, no buscando enfrentamiento sino el convencimiento. Cuando hay el acompañamiento de la comunidad, la gente ve que la acción de la Iglesia es una acción para responder a una comunidad que es de todos, no de un grupo. Entonces, frente a los colectivos o dirigentes fanatizados que se acercan de forma violenta, uno puede dar un paso atrás, pues no se trata de ver quién asoma la bandera del éxito, de lo que se trata es de ver cómo se ayuda en una necesidad. No es fácil, pero es un aprendizaje de cómo trabajar pacíficamente en medio de situaciones que llaman más bien al conflicto y a generar odios y violencia.

En este contexto de emergencia humanitaria, ¿usted puede explicarnos cuál va a ser el papel de la Iglesia Católica en el ingreso de la ayuda humanitaria anunciado por la Cruz Roja Internacional en días recientes?

—Hay varias cosas que decir sobre este punto. El hecho de que la Cruz Roja, un poco tardíamente, haya llegado con los protocolos internacionales en esta materia, y que haya logrado hablar con las distintas partes, es el reconocimiento de algo que se estaba negando de forma sistemática.

Habría que decir que hoy la ayuda humanitaria en Venezuela no es solo para los más vulnerables, sino prácticamente para toda la población, ya que la carencia de insumos para la vida diaria afecta no solo a los más débiles sino a todos los venezolanos.

El acompañamiento nuestro está en el sentido de garantizar que todo aquello que se haga, se haga con la participación exclusiva de la sociedad civil. Esto no puede ser una bandera para algún ente oficial o político. La Cruz Roja espera que se garantice la entrada de todo lo que venga, y en el proceso de distribución y de control social es donde, no solamente Caritas, sino las otras ONG, podremos actuar.

Todavía no está claro, no está definido, qué es lo que va a llegar y cuándo va a llegar. Una vez que esté, lo que hemos dicho es que si se hace de forma transparente, primero con el liderazgo de la Cruz Roja, pero después con la participación de diferentes actores sin interferencia oficial, pues podrán contar con nosotros. Si no, habrá que denunciarlo. En algunas declaraciones oficiales han querido manejarlo como un éxito del Gobierno y eso no tiene ningún sentido. Las necesidades de la gente, que van más allá de los intereses partidistas de cualquier lado, no se deben desvirtuar.

Con información de Crónica Uno

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