Acostumbrada a conseguir casi todas sus divisas gracias a la riqueza petrolera del subsuelo, Venezuela ha obviado históricamente sus tesoros en la superficie.

La Isla de Margarita, el archipiélago de Los Roques, el delta del Orinoco, el Amazonas y el Parque Nacional de Canaima con el monte Roraima son hermosos destinos turísticos como para hacer de este país sudamericano una potencia turística. Pero no lo es, pese a que ahora el gobierno busque nuevas fuentes de divisas.

Hubo intentos de promoción en los años 70, como los de presentar al país como «el secreto mejor guardado del Caribe». Pero aunque los cruceros con extranjeros llegaron a Margarita entonces, y continuaron haciéndolo muchos años después, el impacto fue más local que nacional.

Y, con la crisis de los últimos años, esos barcos cargados de níveos europeos y norteamericanos dejaron de llegar a la isla. Y la industria, en su conjunto, no hizo más que declinar.

Organización Mundial de Turismo

En el Informe de Competitividad Turística de 2015 del Foro Económico Mundial (FEM), Venezuela ocupa el puesto 110 de un total de 141 países, por debajo de Albania, Kuwait, Nicaragua o El Salvador, por ejemplo.

«Venezuela nunca ha sido un país turístico porque era muchísimo más fácil producir y vender petróleo», le dice a BBC Mundo Juan Carlos Guinand, empresario turístico en Venezuela.

«Y eso genera más dinero que todo lo que implica poner a funcionar la maquinaria turística: vías de comunicación, educación en tu población, infraestructuras, aerolíneas, seguridad», explica.

Secunda esta opinión la periodista Valentina Quintero, autora de varias guías de viaje de Venezuela. «Es una decisión política y nunca se ha tomado. El turismo nunca ha hecho falta como fuente de ingresos».

Siempre el petróleo

La dependencia del crudo ha definido desde siempre la economía del país para bien o para mal. Como los dólares fluían al taladrar el suelo, apenas hubo intentos de diversificar y buscar los billetes en otras partes. Pero ahora, con la fuerte caída de los precios del petróleo y la bajada en la producción nacional, Venezuela atraviesa una severa crisis caracterizada por la inflación y escasez de productos básicos y de comida por la pérdida de capacidad para importar.

Capacidad de mejora

Según los datos de llegadas de turistas internacionales de la Organización Mundial de Turismo (OMT) de 2014, los últimos disponibles sobre Venezuela, sólo 857.000 personas entraron al país. En 1995 fueron 701.000.

Eso lo sitúa en Sudamérica por debajo de Bolivia y sólo por delante de Paraguay, Guyana, Surinam y Guyana Francesa. «Sólo Margarita podría recibir 3 millones de visitantes. Imagina el resto del país», lamenta el empresario Guinand.

Los ingresos por turismo en Venezuela en 2015 fueron de US$575 millones, según la OMT. Colombia, por ejemplo, país vecino, se embolsó US$4.245 millones.

Guinand cita que países de la región como Aruba, Barbados, Cuba o Costa Rica reciben muchos más visitantes. «Algo han hecho para atraer turismo», dice, reclamando una política de largo alcance y aliento desde el gobierno.

En el índice de competitividad turística del Foro Económico Mundial, los aspectos en los que peor nota saca Venezuela son precisamente aquellos que tienen que ver con la gestión gubernamental, como las infraestructuras turísticas y aeroportuarias.

Las infraestructuras que en los años 70 hacían de Venezuela un ejemplo de modernidad en la región han sufrido el paso del tiempo y la desatención.

Todo ello se ha agudizado con la crisis actual y el ejemplo es el aeropuerto internacional de Maiquetía, a pocos kilómetros de Caracas. Pese al reciente anuncio de la apertura de una ruta que unirá Estambul con La Habana y la capital venezolana, la principal puerta de entrada al país presenta un panorama desolador por la escasez de viajeros.

La periodista especializada Valentina Quintero coincide y agrega la gastronomía y la posición geográfica. «Es un gran destino de turismo sostenible, con una puerta de entrada sencilla por las condiciones aéreas, en la punta de Latinoamérica, con fácil acceso», señala Quintero, que pide como condición para el desarrollo turístico abandonar el gran proyecto del Arco Minero del Orinoco en el este del país, por sus riesgos para el medioambiente.

La experta ve en la crisis actual una ventana. «Ahora siento que es nuestra gran oportunidad porque lo necesitamos. Por primera vez en la historia, necesitamos el turismo como fortaleza».

FUENTE: EL NACIONAL

02 DE DICIEMBRE DE 2016

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