Ni con las tarjetas de crédito ni con los prestamistas privados. La opción de obtener un dinero adicional para financiar un gasto extra de alimentos, de vacaciones o una emergencia médica a través de los préstamos se esfumó de la mano de la hiperinflación.

“Las tarjetas de crédito dejaron de cumplir su rol. En los últimos 20 años, las tarjetas fueron primero un sustituto del dinero, porque la gente usaba la tarjeta y a final de mes la pagaba. Luego, fueron un complemento del salario debido a la inflación y empezaron a jugar un rol muy importante, pero hoy dejaron de servir por los límites de crédito” argumentó Leonardo Buniak, economista y analista de riesgo bancario.

Contar con un plástico Visa o Mastercard suponía tener una línea de crédito abierta para conseguir bolívares de forma rápida y a una buena tasa de interés, pero ahora los límites de crédito parecen congelados en el tiempo.

Las tarjetas clásicas, que son la categoría de entrada, apenas cuentan con límites que se mueven entre los 5.000 y 10.000 bolívares, que ni siquiera son suficientes para comprar un kilo de harina de maíz. En el segmento superior, las llamadas tarjetas black, el balance mejora pero no sustancialmente. Un tarjetahabiente promedio tiene Bs. 100.000 de límite, un monto que tampoco alcanza para comprar un kilo de jamón en el Mercado Guaicaipuro.

“La intermediación financiera en crédito está en su nivel más bajo histórico en Venezuela en los 50 años más recientes. Hubo un momento en que las tarjetas de crédito representaban 20% de la cartera de crédito de la banca”, recordó Buniak.

La banca relegó los aumentos de los límites de crédito por dos razones muy atadas al escenario hiperinflacionario del país: la falta de liquidez y la baja rentabilidad de esos financiamientos que, en su mayoría, se hacen a 24 o 36 meses.

Al otro lado del espectro, los prestamistas privados también dejaron de ofrecer créditos particulares dentro de sus propias comunidades. Cobrar ese 20% o 25% de interés neto al mes por el dinero prestado ya no es un negocio atractivo en bolívares y no en vano, en la calle comienzan a aparecer algunos pioneros de los préstamos en dólares.

Quienes se dedicaban a los préstamos particulares encontraron una dificultad en mantener rentable ese negocio en bolívares. Por ejemplo, si prestaban Bs 100.000 y al final del mes recibían los Bs. 125.000, del capital más intereses, la ganancia no representaba algo significativo.

De un lado, por el esfuerzo asociado al cobro y por el otro, debido a que con esos Bs 25.000 de ganancia neta ya no podían comprar la misma cantidad de alimentos o productos que durante el mes anterior. Invertir en la compra de un artículo, de hecho, resultaba más atractivo que prestar o quedarse con los bolívares depositados en la cuenta.

“No hay que extrañarse que surjan los prestamistas en dólares. El mercado va induciendo a las modalidades y como hay un mercado que se desarrolla en esa moneda, también se ven los préstamos en divisas para particulares”, explicó Fernando Serrano, consultor financiero y presidente de Akanain Investment, en entrevista para Efecto Cocuyo.

La opción de pedir y pagar un préstamo en dólares, sin embargo, está disponible solo para un nicho bien reducido en el país. Entre los beneficiarios solo están los pequeños comercios que buscan un dinero para traer productos importados que luego también venderán en divisas. Aparte de los emprendedores que necesitan una inyección de capital para una nueva etapa y algunos profesionales de la clase media con cuentas en el exterior que necesitan cubrir emergencias y luego pueden responder con sus ahorros.

Para la mayoría de los venezolanos, en cambio, la única alternativa es pagar al contado todo aquello que sus ingresos le permitan comprar y en el mejor de los casos, sumar tres o cuatro tarjetas de crédito para financiarse un solo producto adicional.

Con información de Efecto Cocuyo

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